El presidente de Bielorrusia llega al aniversario reforzado por su alianza creciente con Rusia, que lo usa en su ataque a Ucrania, y por las complicaciones de sus opositores de plantarle cara: el precio es el exilio, la cárcel o la muerte.
"Las unidades y unidades de las Fuerzas Armadas de Bielorrusia están listas para usar armas nucleares especiales", sostienen los mandos militares del país satélite de Moscú.
"Hay suficientes problemas en ambas partes y, en general, la situación ahora está seriamente estancada: nadie puede hacer nada y fortalecer o avanzar sustancialmente su posición".
Nostálgico de la URSS, vasallo de Putin, primero líder querido y luego contestado masivamente, cobra protagonismo por su ayuda al Kremlin en la crisis con Wagner.
Simularán desembarcos aéreos, entrega de cargamentos y ayuda a heridos, pero también van a patrullar la frontera por donde el 24 de febrero empezó la invasión.
Cuando se habla de una nueva etapa en la guerra, que podría implicar un nuevo ataque terrestre desde suelo bielorruso, los líderes hablan apenas de un “espacio de defensa unido”.
Vladímir Makéi, 64 años, no tenía dolencias conocidas. En tiempos fue prooccidental, lo que lo señaló como un posible interlocutor para Ucrania. De ahí las dudas sobre lo ocurrido.
El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, aseguró hace unos días que va a "cortar la cabeza" a cualquiera que busque perturbar "la paz y la tranquilidad" de su país.
Aunque Kiev inicialmente dijo que no iba a acudir a un país no neutral, algo se ha movido en las últimas horas y las delegaciones ya viajan a la frontera.
Bielorrusia es un satélite de Moscú en el que todo puede pasar... así que empiezan a buscarse alternativas. Budapest se ofrece, pero hay más posibilidades.