Comentarios online: ¿compartir o pervertir conocimiento?
La controversia está planteada desde hace tiempo con la explosión de comentarios online que algunos lectores hacen en las publicaciones digitales, sobre todo cuando se trata de trolls, que es como se denomina en el mundo de internet a la inserción de mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de contexto.
La controversia está planteada desde hace tiempo con la explosión de comentarios online que algunos lectores hacen en las publicaciones digitales, sobre todo cuando se trata de trolls, que es como se denomina en el mundo de internet a la inserción de mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de contexto en una comunidad o foro en línea.
La polémica está servida, ya que hay fervientes defensores de estas formas de comunicación 2.0. Sin embargo, otros consideran que, en realidad, salvo en casos muy concretos, aportan poco y confían en que sea una moda pasajera, producto del frenesí mensajero que nos invade de la mano compulsiva de las tecnologías de la comunicación. La mayoría de publicaciones online realizan un filtrado previo, pero aún así, el problema subsiste en otras facetas: complica y encarece la gestión de contenidos, y aquellos comentarios o mensajes que no son publicados, se vuelven en contra de la publicación, ya que sus emisores se sienten censurados y con bastante probabilidad dejan de ser usuarios o lectores de la web o blog en cuestión.
Profesores de comunicación científica de la Universidad de Wisconsin (Madison, EE.UU.) han realizado un estudio sobre el tema y han llegado a la siguiente conclusión:
Dos de las autoras del estudio publicaron This Story Stinks, un artículo de opinión en The New York Times, en el que resumían de esta forma su análisis sobre "el efecto perverso" de los comentarios de los lectores en línea:
Hace un año, en septiembre 2013, Suzanne LaBarre, redactora jefa de la edición digital de la publicación decana de divulgación científica de Estados Unidos, Popular Science, anunciaba que la revista había decidido cortar la posibilidad de que los lectores realizaran comentarios en línea ya que aspiraba a continuar la larga - ¡larguísima: 142 años! - tradición de la revista de promover el debate intelectual en torno al conocimiento científico. LaBarre consideraba que los comentarios en línea indiscriminados de los lectores desvirtúan el contenido y tergiversan la información. La redactora jefa avalaba su decisión - "Why We're Shutting Off Our Comments" - precisamente, en el estudio citado. Además, utilizaba otros argumentos, entre ellos, que Popular Science no se podía permitir contratar a moderadores de los comentarios de sus artículos. Otros editores, sin embargo, opinan lo contrario, pero defendiendo el filtrado previo. No cabe duda de que el discurso poco cívico es negativo para la comunicación, en este caso, de las ciencias, pero no hay duda de que los comentarios pueden ser muy valiosos, ya que a veces identifican errores o interpretaciones alternativas de los hechos y las hipótesis presentados en un determinado artículo.
La psicóloga de la Universidad de Columbia María Konnikova intervino en la polémica con un artículo publicado en The New Yorker en el que argumentaba, entre otras cosas los siguientes aspectos:
El debate sigue planteado en un mundo en el que la conexión y la posibilidad de interacción permanente se han convertido en uno de los aparentes grandes valores de la sociedad tecnologizada... Como señala el ensayista, crítico e historiador Jonathan Crary en su libro más reciente (24/7: Late Capitalism and the Ends of Sleep):