Venezuela: una conciliación intrincada

Venezuela: una conciliación intrincada

La mediación propuesta por Colombia, Chile y México, incluso la que propone el Grupo de Puebla, es tan necesaria como enrevesada.

Nicolás Maduro votando en las elecciones presidenciales de este domingo 28 de julioJesús Vargas / Getty Images

La mediación propuesta por Colombia, Chile y México, incluso la que propone el Grupo de Puebla, para propiciar un acuerdo entre el gobierno y la posición en Venezuela respecto a la entrega y verificación conjunta de las actas de las mesas en la última consulta electoral presidencial, son tan necesarias como enrevesadas. Después de una década en el poder, si algo ha caracterizado el régimen de Nicolás Maduro es el escapismo político. Su capacidad para lidiar, instrumentalizar o llevar al fracaso los distintos intentos de mediación con los grupos opositores en el marco de las distintas y poliédricas iniciativas de mediación nacionales, continentales e internacionales.

En el contexto de las protestas internas de 2014, la oposición participó en un proceso de diálogo con el gobierno de Nicolás Maduro en el marco de la "Conferencia Nacional por la Paz". Con posterioridad se han realizado otras mesas de diálogo: una propiciada por el Vaticano y UNASUR en 2016 tras la suspensión del referéndum revocatorio del mismo año; durante las protestas de 2017, en República Dominicana; en Noruega y Barbados, en 2019; y en México, entre 2021 y 2023. Uno de los últimos compromisos alcanzados ha sido el Acuerdo de Barbados de 2023, sobre garantías electorales; incumplido sistemáticamente en la última consulta de 28 de julio de 2024. En conclusión, un reguero de instancias mediadoras y de arbitraje fracasadas, dentro de uno de los mayores ejercicios de filibusterismo político contemporáneo.

La cuestión de la limpieza democrática, no estriba principalmente en contar con máquinas de voto digital y en el recuento automático durante la jornada electoral, sino en todo lo que acompaña a ese proceso: el monopolio de la campaña electoral y de los medios públicos y privados; el control absoluto de todas las instancias públicas, por supuesto del ejército y de la administración, incluidos también el poder judicial y electoral -como el Consejo de la Judicatura, el Tribunal Supremo y el Consejo Nacional Electoral-. La identificación de todo el Estado con el Partido que detenta el poder absoluto; y ambos: Estado y Partido, identificados con el líder. El caudillo carismático expresión de los valores del buen patriota teniendo a Chaves y Bolívar como referencia mítica de la nación. En conclusión, un ejemplo modélico de típico estado autoritario.

La gestión de Maduro antes y después de las elecciones, dilapida la herencia de Chaves y provoca la pérdida del apoyo de amplios sectores que siguieron de forma incondicional al "líder eterno"; el único capaz de poner orden entre huestes tan diversas. Una parte significativa de estos, consideran que Maduro ha sumido al país en la anarquía y ha propiciado el vale todo en la lucha de las distintas familias de intereses maduristas para mantener las prebendas conseguidas. Un país a la cola continental según las principales magnitudes macros y micros consideradas; con grandes niveles de pobreza, desabastecimiento que afectan al 80 % de la “cesta básica”, el desmantelamiento progresivo por inanición de las políticas públicas básicas -como la sanidad, la educación o las pensiones- y el segundo país en el mundo en los índices de inseguridad y homicidios que coloca a este país dentro de los denominado Estados fallidos. Malogrado, en este caso, por una capacidad histórica obscena para el "derroche" basada en una falsa prosperidad económica al “debe” petrolero que la ha llevado, antes y ahora, a la quiebra; pero, sobre todo, con una élite social y política corrupta que asume el Estado como botín; para no soltarlo nunca.

Ha sido poco inteligente por parte de Maduro participar en esta carrera hacia la radicalización, especialmente por parte del núcleo duro más combativo en gobierno y partido, despreciando la posibilidad de mínimos puentes en el diálogo con la oposición que evitara el enfrentamiento social, las muertes en la calle y esta grave crisis política y de legitimidad. La sombra de Diosdado Cabello se refleja en todo este proceso y en especial en la propia estructura del partido como depositario y defensor a ultranza de las esencias revolucionarias. Por ello, la idea de Maduro en las manos de los sectores más fundamentalistas que, incluso, plantearon la idea de un autogolpe y de “ríos de sangre” en un escenario postelectoral si se producía la debacle de las candidaturas gubernamentales, estuvo encima de la mesa.

Parece claro que esos sectores políticos y militares más radicales y sectarios marcan el paso del discutido presidente y dificultan sobremanera cualquier entendimiento. Llegar a negar la palabra y agredir a los diputados de la oposición, la elaboración de más "listas negras" que amplían las anteriores existentes con "traidores" y “desafectos” del régimen, han sido pasos decisivos en la criminalización de la política y una prueba del desprecio absoluto por el entendimiento con los ajenos. Pero, a la vez, una muestra de autoridad para los propios ante las tentaciones de "mover ficha" como consecuencia del más que evidente fracaso electoral y de las críticas duras realizadas por algunas organizaciones dentro de la coalición de gobierno.

Aprovechando esta vorágine política que envuelve la iniciativas presentes de conciliación, incluso podría rescribirse el clásico de Curzio Malaparte, Técnicas del golpe de Estado, para incluir la solicitud de un nuevo recuento electoral sobre la base de la publicación de las actas de recuento -tal como solicita la oposición y la mayor parte de la comunidad internacional- dentro de la tipología de métodos para violentar la legalidad constitucional por medio de un “golpe” orquestado, tal y como han denunciado algunos de los líderes oficialistas, entre ellos, el propio presidente de la Asamblea Nacional Bolivariana.

Parece claro que la suspensión del Estado de Derecho en Venezuela, las detenciones de los opositores y las prácticas camorristas contra los diputados y portavoces de la oposición, no solo son fruto de la deriva autoritaria del presidente Maduro y del PSUV

Parece claro que la suspensión del Estado de Derecho en Venezuela, las detenciones de los opositores y las prácticas camorristas contra los diputados y portavoces de la oposición, no solo son fruto de la deriva autoritaria del presidente Maduro y del PSUV, sino que son consecuencia del terror a la pérdida del poder y de los distintos métodos para mantenerlo: eliminando la voz y la palabra de todos aquellos que reclaman limpieza en el juego político, utilizando los medios que sean necesarios para ganar las elecciones por cualquier vía y, finalmente, instrumentalizando todas aquellas iniciativas de entendimiento para dificultar una reconciliación inaplazable en una Venezuela cainita que, tras las pasadas elecciones, se encuentra terriblemente exaltada y al borde del enfrentamiento civil.

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Gustavo Palomares es director del Instituto General Gutiérrez Mellado y catedrático europeo en la UNED; también fue portavoz de la Misión Electoral Internacional en Venezuela en las elecciones presidenciales de 2013.