Ojo con los peces voladores en tiempos calientes
Yolanda Díaz ha dado un aviso a navegantes: el rumbo lo marco yo, y encima me quedo con el timón y las escotas de las velas.
Estamos en unos días, en realidad años, en que una de las frases más repetidas en el mundo político español es la que siempre se plantea con una mezcla de inquietud y urgencia: ¿Y de lo mío qué? Es generalizada en tiempos de confeccionar listas electorales o una vez celebradas las elecciones, y en esta segunda versión con una derivada: los que o no van o no han salido, y se encuentran sin trabajo y exigen un acomodo en el pozo sin fondo de la administración pública, que se va engrosando sine die a base de capas tectónicas. Es el enchufismo sincronizado.
Lo vemos en tiempo real, en todas sus dimensiones. En Podemos, por ejemplo, cuyo núcleo duro parece no darse cuenta de que son ellos, los rostros que ven por la mañana en el espejo y no chechenos infiltrados, los que se han ido derrotando a sí mismos. Es como un suicidio colectivo de sus élites. Y no es ninguna novedad. Se veía venir desde que Podemos empezó a hacer tonterías y a solemnizar chiquilladas.
Un atento lector y sobre todo un valiosísimo catedrático, investigador, docente entregado, y no de los que se escaquean en cuanto ven una rendija de oportunidad, y un progresista con una alta capacidad de análisis, Antonio Falcón, prematuramente fallecido, me explicaba en un extenso mensaje a lo ‘telegrama largo’ de George Kennan, que el declive de Podemos comenzó cuando Pablo Manuel Iglesias traicionó las razones de vivir de este movimiento. Mi amigo y muchos más alertaron de que por ese camino iban directos a paliativos.
Así ha ocurrido; está ocurriendo; lo estamos viendo, minuto a minuto, cara de susto a cara hipócrita con sonrisa de suficiencia, de ya te lo dije…
La izquierda de raíces comunistas ha vuelto a dividirse por “putos personalismos”, como me comenta un viejo roquero eurocomunista. Y es que el izquierdismo infantiloide y resentido tiene su bandera de enganche en una ‘revolución pendiente’ que fue una enorme desgracia histórica. Sí, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones… en el mejor de los casos. En el más habitual, quien altera las neuronas es la soberbia, la vanidad, y un indomesticable tic autoritario. Una vez más se ha producido una conjunción de los agraviados, que ya burbujeaba desde el principio. Recuérdense los motivos de Carolina Bescansa para su tocata y fuga apresurada. Resumiendo el discurso, de calado, mucho apoyo a los independentistas y mucho desprecio a lo español. Vaticinó el desastre.
Es la razón por la que la ferrolana Yolanda Díaz no quiere meter en Sumar a Irene Montero; y ha admitido a regañadientes a Ione Belarra. Ambas tienen en común su fracaso político.
Pero la composición de Sumar lleva en sí misma el virus de la división. La mezcolanza de ingredientes incompatibles y que se odiaban a varias bandas fue una de las razones del hundimiento de sus 'abuelos' desde los estertores del franquismo (bueno, aún hay estertores, aunque un alcalde franquista canario, Rogelio Santana Guerra, dejó dicho que ‘muerto Franco ser franquista era del género idiota’, lo que da una idea del peligroso índice de estupidez subyacente en la actualidad). Si ya han asomado la cabeza, y han reconocido implícitamente que no hay un objetivo común, el cóctel Molotov — naturalmente— sólo está pendiente de la mecha y el fósforo. Haría falta un liderazgo fuerte y arrinconar tanto los egos y vanidades como los proyectos insensatos.
No es algo nuevo. No sé si se recuerda suficientemente que en 1992 Izquierda Unida atravesó una seria crisis interna. Uno de sus detonantes fue el europeísmo. Lo contaba un artículo titulado ‘Verdadero o falso’ en un periódico canario, que analizaba unas declaraciones del diputado Antonio Romero: “No creo que Maastricht sea tan importante como para cuestionar el programa político de IU”.
Este parlamentario, además, padecía una suerte de ‘persecuta’, antecedente con nombre de psicología argentina del síndrome conspiranoico de estos días. A su señoría le resultaba “muy extraño” que la crisis planteada por Sartorius , por los renovadores del PCE, por los independientes y por los socialistas del PASOC, se produzca “en un momento en que desde todas parres (sic) se reconoce el ascenso de nuestro proyecto, con la posibilidad de acabar con la mayoría absoluta del PSOE y el felipismo…”.
Estos antecedentes no se han olvidado en Ferraz, ni en provincias. Aunque estos episodios nacionales no los conozca en detalle Pedro Sánchez y las nuevas camadas orgánicas, Pablo Manuel Iglesias y el núcleo duro morado, inasequible al desaliento, dieron muestras de que no eran de fiar para un gobierno de coalición desde los primeros momentos. Sus objetivos antisistema comenzaron por carcomer las cuadernas maestras de la Constitución de 1978; y pusieron en marcha la estrategia de respuesta del presidente que imita a los que hacen ‘el muerto’ en la playa. Flota sin ningún movimiento y engaña hasta a los peces con su quietud. Hasta que da el susto o agarra un pulpo…que termina ‘a feira’ .
Por eso Pedro Sánchez hizo una serie de movimientos aparentemente incomprensibles en su momento, pero que han terminado por arrinconar al pablismo cortándole además todos sus tentáculos. La ferrolana Díaz, a su vez, ha dado un aviso a navegantes: el rumbo lo marco yo, y encima me quedo con el timón y las escotas de las velas.
Mientras, Alberto Núñez Feijóo trata de tapar el desastre de su gestión en Galicia con cortinas de humo, resucita a la difunta ETA, clama contra EH-Bildu a la vez que les apoya, cuenta trolas morrocotudas sobre el campo español, las fresas, el agua, Doñana, las vacas… repite con quince años de retraso el manual de que ‘viene el lobo’ y que España va a entrar en una crisis severa.
Y esto es probable según los antecedentes que obran en la causa: cada vez que gobiernan los socialistas se mejora la política social acorde con el artículo I y siguientes de la CE-78; y cada vez que le toca gobernar a la derecha, surge al poco tiempo, tras alguna barrabasada ‘libertaria’ y casualitas casualitatis, una crisis que ‘obliga’ a inyectar dinero público para salvar bancos y empresas. Es todo una absurda negación de una realidad certificada por Bruselas, por el FMI, el Banco Mundial... y los mercados, el estado de la ciencia alimentaria y las bases de salud pública.
Entre tanto, impasible el ademán, el hábil y experimentado trapecista que es el jefe del Gobierno sigue con sus imprevistos golpes de timón. Imprevistos, para los que solo ven los hechos aislados, sin caer ni en las secuencias ni en las tendencias.
Pero como dice el refrán, en todas partes cuecen habas, y Pedro Sánchez repite errores. Uno fundamental es (casi) ningunear al Comité Federal. ¿Qué tiene enemigos? Claro. Es natural y hasta sano. Pero todos los grandes políticos y militares dicen que del enemigo el consejo.
Tampoco da buen resultado prescindir de la experiencia, y llamarla en el último momento, cuando empiezan a calafatearse las lanchas salvavidas. Como es otra irresponsabilidad poner en las planchas al Congreso o al Senado a pipiolos o pipiolas trepadores con un objetivo claro desde primer curso en la 'uni', o a gente gris, apática o con miedo al qué dirán, que lejos de atraer votos los ahuyentan.
Los funerales de Unidos y luego Unidas Podemos comenzaron cuando unos activistas de la Complutense llegaron a parlamentarios o a ministros. Los han matado sus ‘visionarias’ leyes, por excéntricas, innecesarias o sencillamente mal hechas. Sea las del ‘Sólo sí es sí’, que nadie niega que sea así, o la de bienestar animal, o la de viviendas, o tantas otras que tal bailan.
La gente vota no sólo por los datos y los hechos sino por las percepciones y los sentimientos. Si el PSOE quiere recuperar votos perdidos o la confianza de nuevos votantes debe hacer una campaña para ganar, para obtener mayorías absolutas, distanciándose de aliados que solo tienen arraigo en minorías que dan miedo a la gente del común. Ese gran centro de gentes europeístas, progresistas y moderadas, que en estos tiempos confusos no saben siquiera si vale la pena votar.
Termino con una ‘enseñanza’ del cambio climático con una derivada política especialmente dedicada a tontos, descreídos o imprudentes. Pescadores gallegos comentan asombrados la invasión de unos pequeños peces, de color azul fuerte, nunca antes vistos por aguas de Arousa. En efecto: son peces voladores tropicales. Un vecino de Noia contaba en las redes sociales que pegaban contra a mampara da ponte do barco a gran velocidade. Otro dice que los ha visto en Lanzarote y Fuerteventura.
Atentos a los tiburones sin alas.