Bye Biden, welcome Kamala
La retirada de Biden es lo mejor que le ha podido pasar al candidato demócrata.
Señalaba Tocqueville que el sistema político estadounidense, siendo la democracia más antigua, era capaz de crear los mecanismos más ágiles e innovadores a la hora de entender el pacto político. La sustitución de Biden como candidato de los demócratas, cerradas las primarias y a puertas de la Convención del partido del asno a finales de agosto en Chicago, será un reto difícil de superar como funambulismo político.
Es cierto que la candidatura de Biden, como sus cuatro años en la presidencia, ha sido de factura más bien plana y poco continuadora de algunas de las políticas sociales, económica y exterior de Obama del que fue vicepresidente; la referencia modélica dentro de los demócratas. Un candidato que ha despertado poco entusiasmo en los electores y en las bases tradicionales que apoyan a los demócratas; especialmente los más jóvenes. La apuesta del Partido por su reelección era un suicidio electoral a tenor de los bajos índices de popularidad en estos cuatro años, en donde algunos cómicos del show night -incluso mucho antes del debate electoral de marras-, ya hablaban del President walking dead para subrayar la escasa fuerza y la falta agilidad presidencial -tanto física como política- para afrontar la difícil situación bélica, energética y económica que estamos viviendo.
La retirada de Biden es lo mejor que le ha podido pasar al Partido Demócrata. El hundimiento de su candidato, la división del Partido respecto a su retirada y la falta de impulso en grandes sectores de la candidatura, suponían la crónica de una derrota anunciada que, a tres meses de la cita electoral, ya vaticinaban todos los sondeos y encuestas, con independencia de la tendencia ideológica del medio que lo encargó o de la empresa demoscópica que lo realizara.
Si la próxima Convención, después de cerrar el difícil consenso entre las distintas familias del stablishment demócrata, ratifica la candidatura de Harris, el “efecto Kamala” puede funcionar si es capaz de movilizar a los sectores más estratégicos de sus minorías afrodescendiente y latina; pero, sobre todo, a los electores más jóvenes de los demócratas y del conjunto de la sociedad americana. Justamente aquellos sectores que estaban dando la espalda a Biden, inevitables para asegurar la victoria del asno o del elefante; los que pueden volcar el resultado final hacia un lado u otro.
Los votantes millennials, que nunca hubieran votado a Biden por su política conservadora y su imagen de la vieja política, podrían decantar su voto por una mujer, asiático-americana, feminista y con fama de ser demasiado liberal. El voto de esos jóvenes menores de treinta años y de ese 17 a 20% de jóvenes votantes por primera vez, puede ser decisivo en esos seis estados que ponen o quitan presidente; a saber: Pensilvania, Nevada, Michigan, Wisconsin,
Georgia y Arizona. Estos estados, tienen asignados 77 votos electorales (de los 538 totales), y sus electorados están divididos, de manera que pueden caer del lado republicano o del demócrata según la ocasión, dándoles todos sus votos a uno u otro candidato. En todos ellos el voto de las minorías y de los jóvenes será determinante.
¿Funcionará la candidatura de Kamala Harris a pesar del retraso en la campaña y la improvisación de programa y equipo? Las últimas encuestas, posteriores al atentado contra Trump, alimentadas ahora seguro con la retirada de Biden, demuestran que la recepción de las candidaturas pasa más por las percepciones emocionales que despiertan entre los electores y simpatizantes, que por sus méritos, historial y experiencia. Son muchos los que pueden considerar que la figura política de Kamala está ya amortizada, especialmente esos jóvenes inevitables en la victoria demócrata incorporados con fuerza en el espectro electoral ¿Podrá Kamala asegurar el apoyo de más del 60 % de los menores de 30 años que tuvo Obama en 2013 o del 54% de Biden en 2020?
Otra de las claves de la potencial victoria electoral presidencial de los demócratas es el apoyo latino, superior al 71% con Obama, al 66% con Hillary Clinton y con otro 66% para Biden en 2020 ¿Podrá Kamala, que no ha tenido un papel de apoyo decidido a las decisiones de la actual administración en materia de inmigración –dicen que con un silencio buscado-, mantener ese porcentaje e, incluso, llevar a cabo la promesa de Biden de una reforma migratoria que incluya un camino a la residencia permanente y luego la ciudadanía para millones de indocumentados que viven en Estados Unidos -algunos desde hace décadas- estimados en unos 10.5 millones de personas?
Muchos interrogantes para los que ahora no hay respuesta, pero que auguran unos meses bien entretenidos en el “political bussines” con gran despliegue mediático global de este “electoral show”
Gustavo Palomares Lerma es profesor de Política Exterior de los Estados Unidos en la Escuela Diplomática de España, catedrático europeo en la UNED y director del Instituto Universitario de Investigación General Gutiérrez Mellado.