Más de 22.300 personas han muerto en el Mediterráneo Central en estos diez años desde que uno de los mayores naufragios que se recuerdan golpeó Italia.
La isla italiana, que apenas supera los 6.000 habitantes, está desbordada, con más de cien desembarcos diarios. El Gobierno de Meloni le echa la culpa a la UE.
En los primeros cinco meses de 2015, se han detectado 153.000 emigrantes en las fronteras externas de la UE, un incremento del 149%. Esto ha afectado a la capacidad de los Estados de cumplir con la zona Schengen y con el respeto a los derechos humanos y los valores de la Unión.
Esta vez no pudieron salvarse 800, y parecen no ser suficientes para los líderes europeos, que se lavan las manos como Pilatos en las aguas del mar Mediterráneo, la ruta migratoria más mortífera del mundo. En una unión con un mercado común y fronteras comunes, la inmigración debe asumirse como un problema común.