'Los pilares de la tierra', si no está mal es que estará bien
Un gran esfuerzo y una apuesta fuerte por crear musicales españoles masivos y exportables.
Si el año pasado, 2023, el comienzo de la temporada de musicales fue un no parar, este año que acaba fue un esperar. Esperar el estreno de Los pilares de la tierra en el Teatro Edp Gran Vía por muchos motivos teniendo en cuenta que estrenos hubo pocos y menos de los grandes títulos del género.
Entre los motivos se encuentra el ser un musical basado en el superventas del mismo título de Ken Follet, se dice que el libro más leído en España. Al que hay que añadir que detrás estaba la misma productora, Beon Entertaiment de Dario Regattieri, y el mismo equipo artístico, Iván Macías y Félix Amador , de musicales como El médico (que se puede ver ahora en Barcelona) o La historia interminable.
Empresa y profesionales que se han puesto manos a la obra para contar las más de mil páginas que tiene la novela. La historia de la construcción de una catedral gótica en la conflictiva Inglaterra de la Edad Media. Más bien la de cómo la vida y la muerte de los seres humanos implicados condicionan la construcción de dicha catedral.
Una vida llena de pobreza, miseria económica y moral, a pesar de la fuerte presencia de la religión y los religiosos en la vida cotidiana. Por allí pasan asesinatos, violaciones, vejaciones, acusaciones de brujerías, habladurías, abusos de poder, guerras. Too much que sobre el papel pone en bandeja el poder hacer un musical espectacular.
Y lo han intentado. Tanto que la escenografía sale del escenario para ocupar la mitad del teatro. Donde hay una estructura como de madera y hornacinas al estilo de las iglesias donde han colocado santos, pasarelas practicables por los actores, incluso pequeños huecos donde se colocan luces a modo de cirios encendidos. A lo que hay que añadir proyecciones en distintos momentos de la función, como Beon Entertainment hace en Forever Van Gogh que se puede ver ahora en Sevilla.
Una espectacularidad que no siempre funciona. Como que se queda corta para lo que se cuenta. Aunque es cierto que hay inteligencia en su uso, sobre todo, de las proyecciones. Algo que también pasa en otros muchos aspectos del musical. Se ve pon donde va, pero no siempre llega, aunque hay veces que acierta.
A destacar que donde más se acierta es en la parte musical. Teniendo en cuenta que no ofrece en el estilo ninguna novedad con respecto a las formas que este equipo artístico ya ha usado en otros musicales. Ni siquiera con respecto a otros musicales que vienen de fuera. Más bien los siguen, aunque, y esto es importante, no los imitan. Pero las canciones son buenas. Incluso algunas podrían cantarse fuera de contexto, en un álbum de grandes cantantes melódicos y funcionarían.
Canciones que se aprecian porque van acompañadas de buenas voces, pero, sobre todo, potentes. Por lo que el público suele arrancarse a aplaudir de forma espontánea en general tras escucharlas. Con más placer e intensidad a medida que avanza la función y se va conociendo más y mejor a los personajes ya que se va empatizando más con ellos, con quienes son y lo que les pasa.
Interpretaciones musicales que en algunos casos no van acompañadas por buenas interpretaciones actorales. Es cierto que, al basarse en un superventas, es más importante la peripecia, las anécdotas, que la compleja personalidad de los personajes. Por lo tanto, hay poco que rascar o se debe ser Meryl Streep para hacerlo y llegar a buen puerto.
Aun así, los hay que saben dotar a su personaje de carne tanto cuando cantan como cuando actúan. En este sentido destaca Julio Morales haciendo de Tom Builder, el personaje que comienza la construcción de la catedral con más empeño que conocimiento. Un cantante que viendo su currículo parece preferir la ópera y la zarzuela, géneros en los que ha brillado en grandes cosos y festivales españoles. Pero viéndole en este espectáculo el mundo de los musicales no debería dejar que se le escapase. ¡Qué buen fantasma de la ópera sería! Tampoco se queda manca Noemi Manzoy. Que ofrece una Ellen bien construida tanto en lo vocal como lo actoral, con las limitaciones que tiene el personaje como amante de Tom Builder y madre de Jack el maestro de obra que terminará la catedral. Aunque no hay que pedir que a esta cantante actriz se la dejen escapar pues su currículo de musicales es ya largo. Y también destaca Javier Ibarz y su malo, malísimo, de libro. Un personaje sin sorpresas. Todo el mundo sabe cómo es y lo qué va a hacer. Sin embargo, este cantante y actor sabe cómo mantener el interés en su personaje, dotarlo del alma que no tiene a pesar de tener que mostrarlo cómo está escrito, de una sola dimensión.
Además, se ha cuidado la parte de sonorización. De tal manera que la música se oye y se puede apreciar. Lo que está muy bien en comparación con otros musicales, pero puntualmente es un problema porque la partitura a veces está demasiado presente, a la manera de una ópera sinfónica o banda sonora, fundamentalmente al principio. Sin embargo, se agradece mucho porque las letras, cuando se cantan solos, se entienden. Y se puede seguir lo que les pasa, sienten y piensan los personajes.
Por último, hay que destacar que a pesar de suceder en una época muy concreta no olvida los grandes temas de la actualidad. Como son el heteropatriarcado, la sororidad, la homofobia, los bulos o la estrategia política e intrigas palaciegas. Para aquellas personas que piensen que ya se está con la misma canción contemporánea, no se deben asustar porque está en la trama de manera muy justificada y ajustada a aquellos tiempos y a aquella época. Son situaciones que suceden.
Sin embargo, sí que se beneficiaría de una revisión dramatúrgica. Una que permitiese perfilar mejor los personajes, lo que los profesionales describen como dotarlos de necesidad. O que, ante la ausencia de suficientes personas para hacer ejércitos o mercados abarrotados, se buscase otra manera de ponerlos en escena. Algo que dotase de una profundidad al espectáculo que, posiblemente, la novela original por su propia característica de superventas no tiene.
Y también es mejorable en aspectos artísticos como el vestuario, las pelucas, el maquillaje o las coreografías. Esta última tanto de las peleas, que por la violencia de la época hay muchas, como de baile. Como ya se dijo, se intuye la tendencia, hacia donde querían ir, pero parece que muchas veces se quedaron antes de llegar a la meta.
Por tanto, en este asunto de sumas y restas que supone toda valoración crítica, se podría decir que el resultado sale a cuenta. Y que si el musical no se puede decir que esté mal es porque está bien. Que sus tres horas no se hacen largas. Que mantiene el interés. Que es un buen entretenimiento.
Un espectáculo que se posiciona en un punto intermedio entre El médico, al que supera, y La historia interminable, al que no le llega en imaginación. Ambas producciones de la misma productora y del mismo equipo artístico.
Lo que se ve sin duda es un gran esfuerzo y una apuesta fuerte por crear musicales españoles masivos y exportables. Algo que el público, al menos el de la segunda función de un viernes que acaba a las doce de la noche, agradece levantándose y aplaudiendo. Espectadores que no dejan el teatro sin hacerse el selfie de rigor con el cartel de la entrada para contar en sus redes que ellos estuvieron allí, en un acontecimiento. Y que todos sus conocidos lo sepan.