Sálvese quien pueda
Esta vez no pudieron salvarse 800, y parecen no ser suficientes para los líderes europeos, que se lavan las manos como Pilatos en las aguas del mar Mediterráneo, la ruta migratoria más mortífera del mundo. En una unión con un mercado común y fronteras comunes, la inmigración debe asumirse como un problema común.
800 no pudieron salvarse esta vez, y parecen no ser suficientes... Al menos, no para los líderes europeos, los de sus respectivos gobiernos nacionales. Ya tras las 326 muertes de Lampedusa en 2013 pareció que buscaban una respuesta adecuada a la triste realidad de que el Mar Mediterráneo es la ruta migratoria más mortífera del mundo. Incluso estando legalmente obligados bajo el tratado de Lisboa a desarrollar políticas comunes sobre migración y asilo, los líderes europeos fallaron -otra vez- en solucionar una crisis migratoria con un enfoque común. La única voz que se pudo escuchar decía lo mismo que quizás se oyó en el último naufragio de la semana pasada: "Sálvese quien pueda". Los 800 muertos se suman a una cantidad que, en lo que llevamos de año, alcanza casi 1700 personas. El grito europeo que prometía salvar vidas se queda en un vergonzoso intento de salvar la propia cara.
Los gobiernos mediterráneos acusan a los países del norte de falta de solidaridad, claman por una política común de migración, más recursos y más financiación para combatir la entrada de "inmigrantes ilegales". El eje del norte sigue reclamando control del gasto y una mayor participación a los países del sur a la hora de admitir refugiados y atender peticiones de asilo. A ninguno les falta razón: Alemania, Suecia y Holanda están esforzándose a la hora de acoger refugiados. Países como España han preferido mirar para otra parte, antepenúltima de la UE en solicitudes de asilo aceptadas por habitante en 2013 y el único suspenso en la clasificación del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en apoyo humanitario a refugiados sirios. Por otro lado, los países del norte están inmersos en diversos procesos. Sus economías están a salvo tras la crisis y tienen una buena remesa de trabajadores del sur de Europa, jóvenes y baratos. El auge de la -extrema- derecha en estos países también favorece la instrumentalización de la emigración a nivel nacional y condiciona los discursos políticos de muchas carreras electorales, dirigiendo a la opinión pública a creer que el único enfoque posible es el control fronterizo, la securización, y la protección de la cultura y la economía europea. El gobierno británico incluso ha acusado que los operativos de rescate de Mare Nostrum son un pull factor, un factor de atracción que favorece el efecto llamada que supuestamente amenaza la salud de la economía nacional, apuntando a la "inmigración ilegal" como enemigo de la prosperidad, contribuyendo a un irresponsable aumento del racismo y la xenofobia en Europa.
De cualquier manera, tras la tragedia de Lampedusa de octubre de 2013, y ante la recalcitrante inoperancia europea, la marina italiana decidió poner en marcha dicha operación Mare Nostrum, permitiendo rescatar a más de 150.000 personas con un presupuesto de 9 millones de euros al mes. Un año después, ante la reducción de entradas por el mediterráneo, la UE decidió acabar con el operativo y creó Tritón, bajo mandato de la agencia Europea de Control de Fronteras, Frontex. Sin experiencia en salvamento, sin el mandato de patrullar aguas territoriales italianas, con un 70% menos de presupuesto, recursos y, sobre todo, un ámbito geográfico de intervención más reducido, solo cabía esperar a saber el número de muertos en el siguiente desastre marítimo.
Ante las alarmantes cifras de muertos y la creciente presión social, la UE convocó la cumbre del jueves, donde como resultado aprobó proveer a Tritón de la misma dotación presupuestaria que Mare Nostrum. Además, quince estados se comprometieron a aportar recursos adicionales como buques, helicópteros y expertos en control de fronteras. Sin embargo, no hubo acuerdo sobre reasentamiento de los refugiados pese a que las cifras eran ridículas. Sí se acordó la intención de aumentar la cooperación policial y al desarrollo y llegar a acuerdos de readmisión rápida -entregas en caliente- de los inmigrantes tanto con los países de origen como de tránsito. También se intentará destruir las embarcaciones de las mafias y apoyarse en Naciones Unidas para intervenir en Libia.
Todo inútilmente abocado al fracaso y a la repetición cíclica de desastres como este debido a un enfoque incorrecto. Las causas de origen de la inmigración irregular están vinculadas con el marco de políticas actual y no con la criminalidad. Además de la irresponsable política exterior europea, los insuficientes canales regulares de migración laboral y reunificación familiar, pone a los inmigrantes a los pies de los caballos de mafias y empresarios criminales. Este enfoque neoliberal actual contamina otros intereses legítimos de la UE como son reducir el trabajo irregular, la evasión de impuestos, combatir el trabajo forzoso o la protección y el fomento de los Derechos Humanos. Angeliki Dimitriadis, investigador de ELIAMEP ya expresó hace algún tiempo "la legitima preocupación de la sociedad civil debido al rol de Frontex, su actividad y del control democrático de esta. Los motivos son el excesivo énfasis puesto en la seguridad y en la detención de inmigrantes, dejando de lado el sano respeto a los derechos humanos, haciendo responsable de las violaciones de derechos humanos en las áreas que ellos operan a los Estados miembros".
Está claro que la Unión Europea se lava las manos como Pilatos en las aguas del Mediterráneo. La Unión sigue a una distancia utópica de soluciones más apropiadas como una agencia europea de salvamento y rescate marítimo independiente; de una política exterior responsable y coherente en la que la Unión Europea juegue un papel pacificador en el Magreb y en Oriente Medio. También se echa de menos el compromiso con los solicitantes de asilo -que huyen de zonas de guerra como Siria o Eritrea- para que lo pudieran solicitar desde fuera, sin jugarse la vida en una barca; o un sistema común europeo que reparta tanto la riqueza de forma de más equitativa, como el peso de la carga migratoria de forma proporcional, responsable y solidaria. Pero, sobre todo, que se asuma la inmigración como un problema común de una unión con un mercado común, aduanas comunes y fronteras comunes.