Un 6 de enero de hace tres años, aquí mismo, ocurria algo que parecía imposible: una turba de fanáticos asaltó la sede de la democracia estadounidense porque su líder les dijo que les habían robado las elecciones.Y no fue una manifestación cualquiera. Cinco personas murieron, 140 policías resultaron heridos y la democracia que se reivindica como la más antigua del mundo tembló durante unas horas.¿Y sabéis qué es lo más terrorífico? Que podría volver a pasar. Porque Trump no solo no se ha arrepentido de lo que provocó, sino que sigue diciendo que le robaron las elecciones de 2020. De hecho, ha prometido indultar a los asaltantes si vuelve a ser presidente y llama "rehenes" y “patriotas” a los que están en la cárcel por intentar dar un golpe de Estado.Pero esto no va de Trump. Va de cómo las democracias se pueden romper desde dentro cuando alguien con poder decide que las reglas del juego solo valen si gana él. Porque Trump hizo exactamente lo mismo que hacen todos los aspirantes a dictador: primero dijo que había fraude sin ninguna prueba, después incitó a sus seguidores a "luchar como si no hubiera mañana" y finalmente, cuando la violencia estalló, se quedó mirando durante horas mientras el Capitolio ardía.Y ahora, tres años después, estamos exactamente en el mismo sitio. Las encuestas están muy ajustadas y Trump dice que si pierde las elecciones será porque ha habido fraude. Es decir, que solo aceptará una victoria y está preparando el terreno para otro 6 de enero si las cosas no salen como él quiere. ¿Volveremos a ver imágenes como estas? Parece mentira en lo que se ha convertido EEUU.