Donald Trump y el continuo enfrentamiento legal con la industria musical
El candidato republicano acumula numerosas denuncias públicas de artistas por el uso de sus canciones tanto en redes sociales como en mítines.
El titular "Donald Trump recibe una demanda de un artista por el uso de sus canciones" se ha convertido en una constante en las dos últimas campañas electorales. El candidato republicano protagoniza un continuo tira y afloja con los artistas, que no se quieren ver relacionados en su amplia mayoría con las ideas que se vierten en su campaña.
Uno de los casos más recientes es el de My heart will go on, de Céline Dion, que utilizó en un mitin en Montana (EEUU). Tras esto, el equipo de la cantante lo denunció en redes sociales a través de un comunicado. "Este uso no está autorizado en modo alguno y Celine Dion no respalda este uso ni ningún otro similar", señalaron no sin ironizar al final: "¿De verdad ESA canción?". Este guiño se refiere a que la canción es la archiconocida banda sonora de Titanic (1998).
La lista de artistas que se han enfrentado a Trump es larga e incluyen desde Adele, Beyoncé, Neil Young, Prince, The Rolling Stones, Rihanna, R.E.M, Aerosmith o Queen a Village People, Foo Fighters o The White Stripes entre otros muchos. La revista Billboard cita hasta 24 artistas que han manifestado su descontento o han anunciado acciones legales contra Trump desde 2016.
De ellos, cinco han sido en esta última campaña presidencial. Uno de los más sonados fue el de Rufus Wainwright, de quien Trump utilizó el pasado 14 de octubre su versión del Hallelujah de Leonard Cohen.
"La canción Hallelujah de Leonard Cohen se ha convertido en un himno dedicado a la paz, el amor y la aceptación de la verdad. Durante años me he sentido sumamente honrado de estar conectado con esta oda a la tolerancia. Ser testigo de cómo Trump y sus partidarios comulgaban con esta música anoche fue el colmo de la blasfemia", señaló Wainwright en su comunicado publicado en redes sociales.
El artista dejó claro que no aprobaba ese uso. "Pero la bondad en mí espera que tal vez al habitar y escuchar realmente la letra de la obra maestra de Cohen, Donald Trump pueda experimentar un poco de remordimiento por lo que ha causado", añadió antes de mostrar claramente su apoyo por la candidatura de Harris.
Especialmente sangrante fue el caso de la canción Freedom, de Beyoncé junto a Kendrick Lamar, utilizada como la canción del clip de campaña de Kamala Harris y con un potente significado antirracista. Este tema fue usado por el portavoz de la campaña de Trump, Steven Cheung, para un vídeo en X en el que se veía al candidato republicano bajando de un avión.
El sello discográfico y la editorial musical de Beyoncé enviaron una orden de cese y desistimiento a la campaña presidencial de Trump, consiguiendo finalmente que el vídeo desapareciese de la red social. Pero no todos los supuestos son iguales y las batallas legales que ha librado Trump con los artistas son muy diversas.
Los mítines y los vídeos en redes sociales, dos supuestos distintos
"Hay dos grandes situaciones en las que suele haber problemas de derechos en el ámbito político del uso de canciones: por un lado, poner canciones en un evento físico como un mitin y, por otro, en vídeos que más que anuncios tradicionales o vídeos de campaña para televisión, son vídeos que se suben a redes sociales", explica a El HuffPost Manuel López, experto en derecho musical y CEO de Sympathy for the lawyer, quien recuerda que hay que distinguir estas dos situaciones porque tienen distintas consecuencias legales.
Con respecto al uso de las canciones en un mitin, López recuerda que este puede darse tanto mientras el público espera, como cuando sale el candidato en el momento álgido e incluso para enfatizar alguna parte del discurso.
"Para este uso que es para un evento con público en un lugar determinado, a priori sin ser retrasmitido ni quedar grabado, lo que tenemos son autorizaciones por parte de las entidades de gestión colectiva, en EEUU es BMI y en España es SGAE", apunta.
Con respecto a esto, en EEUU la situación es muy distinta a España ya que en BMI incluyen una licencia exclusiva llamada de Entidades Políticas que permite el uso del catálogo en este tipo de eventos y que si el artista lo desea puede excluirlo de este uso. Esto suele darse de forma genérica a los partidos, pudiendo tener acceso a todo el catálogo de artistas que hayan aceptado esa licencia. "En la lógica de la gestión colectiva, las autorizaciones van casi automáticas, llegas pagas y te lo dan", apunta López.
Sin embargo, en la web de BMI recuerdan que "incluye una disposición que permite a BMI excluir una o más obras musicales de la licencia si recibimos una objeción de un compositor o editor con respecto a su uso por parte del licenciatario". "Si eso ocurre, BMI notificará al licenciatario que la obra musical en particular ha sido eliminada de la licencia y que BMI ya no está autorizado a interpretarla", señala.
Precisamente a eso es a lo que se han acogido diversos artistas, aunque para permitir que la use solo un partido político como fue el caso de Beyoncé deberían darse otros procesos.
"Para permitir que solo la use un partido se tiene que excluir el uso en eventos de este tipo a través de la entidad de gestión colectiva y yo puedo dar una licencia puntualmente a quien quiera", explica López. "Por ejemplo, los herederos de Isaac Hayes también tuvieron una polémica con Trump por usar Hold on, I’m coming en sus mítines, que lo convirtió en una especie de símbolo", ejemplifica. "
"Los herederos no estaban de acuerdo con esto, excluyeron este uso de la licencia por BMI y demandaron a la campaña de Donald Trump por el uso que habían dado. Si ahora los herederos sintieran afinidad por la campaña de Kamala Harris sí que podrían darle una licencia específica del repertorio y autorizarla a ella tanto en el mitin como en un vídeo", añade y recuerda que, al igual que con Freedom, las motivaciones antirracistas de Hayes eran muy claras.
López recuerda que a pesar de que Hayes consiguiera ganar el juicio, el uso de una canción en un mitin es difícil de limitar porque el derecho ya se ha ejercido: "En el caso de que la canción estuviera retirada del catálogo de BMI para estos eventos o de la SGAE, sí que puedes tener una prueba de que se ha usado sin autorización para un acto de comunicación pública".
"Lo mismo si no se ha pagado por el catálogo de gestión, por mucho que tengas Spotify Premium, no tienes derecho a poner música en eventos masivos. En ese caso, podrías pedir una indemnización por los daños que te haya supuesto, que puede haber incluso daños morales", recalca.
En España reclamarlo sería difícil para un uso en un mitin, porque tal y como está ahora mismo esa autorización vía gestión colectiva y has contratado con SGAE la gestión de tu catálogo e incluye que cobre por ti que esa canción suene en una boda, una discoteca o en un acto político, pero también una carrera benéfica. Es evidente que un mitin tiene una carga ideológica ante la que tenemos que ser sensibles y quizás se podría establecer un sistema como en EEUU que se pueda limitar.
Los vídeos en redes sociales, más cerca de lo comercial que de lo ideológico
Lejos de los anuncios de campaña ideados para televisión, los vídeos en redes sociales son los que están marcando las campañas políticas de los últimos años. El uso de canciones en este tipo de contenido sigue una regulación distinta y, tal y como señala López, sí podría pedirse una retirada.
"En redes sociales se está dando que o bien la música de un mitin queda plasmada y acaba pareciendo casi un anuncio de campaña o bien a través vídeos que suben o el candidato o su equipo y se selecciona una determinada canción para ponerla en el vídeo desde la librería de Instagram o TikTok o la canción está sonando de fondo mientras se graba", señala
Uno de los casos que más cola ha traído con Donald Trump este 2024 fue cuando usó el pasado mes de agosto —después de haberlo hecho también en 2020— Seven Nation Army de The White Stripes en un vídeo publicado por su jefe de campaña Margo Martin en el que se veía al candidato a la Casa Blanca subirse a un avión.
Jack White se apresuró a denunciarlo en redes sociales, alegando incluso que esto era un insulto para los veteranos de guerra. "Ni se les ocurra pensar en usar mi música, fascistas. Mis abogados van a presentar una demanda. Que tengas un excelente día en el trabajo, Margo Martin", señaló en su comunicado.
Estos escenarios son más similares a un anuncio comercial que a un acto político. "Al final no deja de ser como un anuncio, ya sea una marca comercial o un partido, y para cualquiera que quiera hacer un anuncio de campaña en televisión se da lo que se llama sincronización, que no te lo autoriza una entidad de gestión colectiva si no que lo gestionas tú independientemente y se llega a un acuerdo económico", explica.
De hecho, incluso si las canciones han sido elegidas desde la biblioteca de TikTok e Instagram, estas cuentan con una legislación específica para usos lucrativos o empresariales.
López recuerda que para el caso de White hay un precedente judicial: la sentencia favorable a Eddy Grant por el uso de Donald Trump de su canción Electric Avenue en 2020.
Mientras la defensa del magnate estadounidense trataba de aferrarse a lo llamado fair use (uso justo) que recoge supuestos exentos de pago con fines educativos, informativos o de parodia, el equipo de Grant esgrimía un perjuicio tanto moral como económico al no estar recibiendo los beneficios de una sincronización.
"El juez entendió que se utilizaba una parte muy larga del vídeo y, sobre todo, que si la campaña de Trump podía usar la canción sin pagar una licencia o un precio por este uso podía perjudicar el mercado de sincronización porque el resto de empresas sí que tienen que hacerlo", recuerda López.
El experto apunta a un nuevo escenario con la presencia de estos vídeos en redes sociales, tanto en EEUU como en otros países y señala que incluso los artistas pueden pedir un strike a las redes para que eliminen estos vídeos por motivos de derechos de autor y "puedan reclamar por estar generando ese perjuicio tanto a su imagen como a su patrimonio cuando, en cualquier otro caso, esa canción obtendría un dinero".
Es evidente que hay una marca política en esos vídeos que igual llegan a cinco millones de personas en Instagram, hay un mercado de licencias y de sincronización que se distorsionaría. Es muy poco habitual que se hagan ya anuncios tradicionales en televisión con una canción, donde está esa fuerza comunicativa en redes sociales.
Una continua provocación del equipo de Trump y un papel fundamental de la música en las campañas
El continuo enfrentamiento de Trump con los artistas ya dura ocho años desde su primera candidatura a la Casa Blanca en 2016 en la que finalmente salió electo. Además, buena parte de las canciones que ha utilizado tenían mensajes contradictorios con su discurso, bien sean himnos LGTBI como YMCA o Macho man de Village People, como las mencionadas canciones antirracistas.
Para Alexandre López Borrull, profesor de Estudios de Ciencias de la Información y la Comunicación en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), esto es una pura estrategia de provocación y confrontación.
Con esto, Trump busca transmitir el mensaje de que se le está coartando su "libertad de expresión", que está "censurado" y sigue buscando el "cuerpo a cuerpo". "Intenta de alguna manera monopolizar el debate, que se hable de él, estar en el centro. Busca la movilización de los suyos, la acción, la reacción, la rabia, eso le favorece más de lo que le perjudica. Va contra gente con menor capacidad de movilización que es la gente joven. El voto en comunidades donde un porcentaje muy pequeño lo cambia todo, intentar que nadie se quede sin votarle", explica.
En este sentido, el experto de Sympathy for the lawyer recuerda que "en EEUU son unos maestros tanto en el show business como en el political business, con ellos se dan la mano el entretenimiento y la parte política".
López Borrull recuerda que los artistas son un grupo de interés fundamental de las elecciones en EEUU por los métodos de financiación que se siguen. "Si ves anuncios o memes contra esas personas es porque se han significado. Eso polariza y Trump los pone a todos en el mismo saco de su imaginario de la dictadura woke o del statu quo. Pone que él tiene la verdad y los otros, la mentira", explica y recuerda que "el mundo del espectáculo y la cultura está muy asociado al campo demócrata", por lo que argumenta esa "lucha contra los poderosos".
Más allá de las figuras musicales, lo que suena en campaña juega un papel fundamental en lo que se quiere transmitir. Trump, además de su continuo debate con la industria, ha mantenido el que es ya el himno republicano por excelencia: God bless the USA, del cantante country Lee Greenwood.
Este tema habla del "orgullo" de ser estadounidense, de ese concepto de libertad propio de la ideología más tradicional, pero también "tiene referencias positivas a la religión, lo que la hace popular entre los votantes evangélicos", asegura a EFE Eric Kasper, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Wisconsin.
En el caso de Freedom, de Beyoncé, himno de campaña de Kamala Harris. Se trata de un tema parte del disco Lemonade de 2016, que trata de reivindicar la memoria afroamericana, las consecuencias de la esclavitud y, especialmente, la lucha de las mujeres negras.
"No importa tu raza, género u orientación sexual. Esto es una lucha para cualquiera que se sienta marginado, que lucha por la libertad y los derechos humanos. Esto no es una petición a todos los oficiales de policía sino hacia todos los seres humanos que no saben valorar la vida. La guerra sobre la gente de color y todas las minorías necesita terminar. El miedo no es una excusa, el odio no ganará", proclamaba la artista en la web de lanzamiento de Freedom, donde también se rendía homenaje a varios afroamericanos muertos a manos de policías.
Para Kasper, "la campaña de Harris intenta apelar a esta tradición de defender la autonomía de los votantes frente a los excesos del Gobierno". Lejos del concepto patriótico estadounidense de la libertad, según señala a EFE el especialista, va más orientado a la "libertad para que las mujeres puedan tomar decisiones sobre su cuerpo", en relación al aborto, o la “libertad de estar seguro frente a la violencia de las armas”.