Los ordenadores son cada vez más los rieles por donde nos deslizamos por un espacio digital limitado, ficticio, amputado, y el horizonte de decisiones posibles de nuestra subjetividad, la de cualquiera de nosotros, en este entorno digital, se adelgaza, deforma y controla. Por eso, la aventura humana de la libertad y del logro de su máxima potencia social, la democracia, necesita la garantía de la neutralidad tecnológica.