La infamia
Las personas reaccionarias ponen verdadero empeño en acosar y perseguir a las políticas que hacen del bien común una bandera.
Se hace difícil asumir que el ser humano es, en muchas ocasiones, capaz de destruir todo aquello que le molesta o que le cuestiona su privilegio. Las políticas de progreso son difíciles de implementar y, sobre todo, complicadas de mantener en el tiempo; las fuerzas conservadoras no suelen descansar ni cejar en su empeño de contaminar todo lo que implique progreso y liberación de las oprimidas: las personas reaccionarias ponen verdadero empeño en acosar y perseguir a las políticas que hacen del bien común una bandera.
He asistido atónito al reciente caso de la dimisión de la Vicepresidenta de la Comunitat Valenciana, Mónica Oltra. Sobre imputaciones, jueces y fiscales habrá tiempo de hablar más adelante; sin embargo, ahora es el momento de hablar de cómo se tejen las redes de la infamia en este país nuestro, tan dado a la autodestrucción y a ver al contrincante como el enemigo.
Manuel Salazar Aguado y José Luis Roberto Navarro, abogados de la acusación de la causa de Mónica Oltra, son parte del corazón de la extrema derecha española: ambos comparten despacho y el segundo es el líder del pseudopartido político de ultraderecha España 2000. Roberto Navarro, al enterarse de la imputación de Oltra, escribía en sus redes: “Al final te llevé al huerto sin tocarte un pelo. Me supo mal, y no lo olvidé, que me llevaras al banquillo por ponerte el ‘Viva España’”. Ambos tienen otra afición en común: son miembros de la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne (ANELA). Vox y la Asociación Gobiérnate, presidida por Cristina Seguí, también forman parte de la acusación particular.
¿Cómo puede ser que el fiscal asuma que 13 personas mienten para proteger a Oltra? 13 personas en un supuesto complot, a pesar de ser funcionarias de carrera y a pesar de no conocer a Oltra. La nada es un indicio en el caso de Oltra pero M. Rajoy no es un indicio de nada: curiosa forma de construir un argumento sólido.
Pero no solo de ultraderecha vive la infamia. También entre la izquierda se extiende esta particular forma de proceder: el president de la Generalitat, Ximo Puig, no ha estado a la altura de las circunstancias, como tampoco lo han estado buena parte de esas feministas institucionales que hacen bandera de la sororidad. El progreso siempre tiene un peaje muy alto y frentes muy diversos desde los que ataca. Para alguna parte de los feminismos, Oltra también es problemática, precisamente por no entender a la mujer como objeto sino como sujeto en cuanto a su deseo y a su agencia.
Hay silencios que sonrojan, aunque el mutismo no debería sorprendernos: en la década de los 70 y 80 del pasado siglo XX asistimos a las llamadas Sex Wars, en las que los sectores más conservadores de la sociedad se aliaron con sectores del feminismo radical para criminalizar la pornografía, la prostitución o la transexualidad. ¿Las consecuencias? La alianza de algunas feministas radicales como MacKinnon con la administración conservadora de Reagan, que más tarde dicha administración usaría para censurar el aborto, los derechos sexuales y reproductivos o los derechos LGTBI.
Exactamente lo que estamos viendo ahora: desde la prohibición del aborto por parte del Supremo de Estados Unidos hasta la similitud de discursos entre Hazte Oír, Vox y sectores del feminismo radical sobre las personas trans, entre otras cuestiones. Y la construcción de la infamia sobre Oltra no es más que otra pieza en esta estrategia de ataque al progreso.
El procedimiento judicial seguirá su curso; confío en que todo esto se aclare más pronto que tarde y que Oltra, efectivamente, pueda vivir sin soportar toda esta cloaca. Cuando esto pase, espero que Oltra vuelva a la política activa y a la representación de lo colectivo: no vamos sobradas de buena gente en esto de la res pública. Mientras que eso llega, todo mi cariño para ti, querida Mónica Oltra. Ni nos callaron ni nos callarán: la infamia cuenta con muchos cómplices y los peores son los que guardan silencio.