El olvido que fueron
Un relato desgarrador, una denuncia contra el olvido, un grito limpio por el dolor del abandono... Y tan sólo para pedir una tregua que ni siquiera les fue concedida: que no manipularan su dolor después de haberles abandonado durante un año. Al final, todos los intentos por despolitizar la conmemoración de los atentados del 17-A fueron baldíos. Los gritos de apoyo a Felipe VI, las pancartas contra el Rey, los lazos amarillos, las consignas en defensa de los presos... No era eso lo que pedían. Al final, se visualizó la fractura y se impuso la tentación de instrumentalizar el duelo.
Tantos años de atentados terroristas, tantos muertos, tantas víctimas y ni las instituciones ni los partidos han aprendido nada de cómo tratar a quienes un día padecieron el infierno de la violencia asesina y sus consecuencias.
Imposible no recordar tras el lamento escuchado estos días a las víctimas del 17-A lo que otras antes vivieron durante los años de plomo de ETA. Ellas fueron el olvido como lo han sido las que se cruzaron en el camino del terrorismo yihadista. Y lo peor es que sólo algunas mentes lúcidas de la política, como la del socialista vasco Ramón Jáuregui en Memoria de Euskadi. El relato de la paz (Editorial Catarata), han pedido perdón por ello:
"Mi memoria de la tragedia es que fuimos unos miserables con las víctimas (...) Nos faltó claridad, compasión, solidaridad (...) Mi memoria es un reproche severo a mis conciudadanos vascos. Me avergoncé muchas veces de aquella frialdad, de aquella actitud cobarde tantas veces, de aquel juego político siniestro (...)".
Hay que tener mucho volumen y haber asistido a muchos homenajes y entierros para que un relato tan sincero se imponga a tantos lustros de indignidad e ignominia. El resto vuelve por sus fueros. Ya no es ETA sino el yihadismo terrorista. Pero unos agitan banderas e invocan símbolos mientras otros lucen lazos amarillos y reivindican a sus presos. Da igual que hablen catalán o castellano. Da igual que sean soberanistas o españolistas. No han aprendido del pasado ni de lo que necesitan las víctimas.
Ninguna institución o partido que ha ocupado de ellas, de esas víctimas a las que tanto han invocado todos durante los preparativos de un homenaje, en el que las instituciones se han volcado más en proteger a Felipe VI o en tamizar la contestación del independentismo a la Monarquía que en un recuerdo sincero a quienes fallecieron aquél trágico agosto de hace un año.
La mayor enmienda a la actuación de la política la han hecho las propias víctimas tras confesarse "engañadas, abandonadas, incomprendidas y tristes". En este primer aniversario del 17-A importaba más aparentar una falsa normalidad institucional o evitar una exhibición impúdica de la división política que el respeto y la consideración por quienes esquivaron la furgoneta asesina de Las Ramblas o por quienes sobrevivieron a un hijo, a un padre o a un hermano.
Ahora, eso sí, todos se llenaron la boca con hacerlas visibles y protagonistas. Era una forma de tapar sus propias vergüenzas. Ni una llamada, ni una visita, ni una reunión para saber qué necesitaban en todo este tiempo. Esa ha sido la infame realidad y la bajeza política de quienes hoy, ante las cámaras, sólo hablan de la importancia de atender y no olvidar a las víctimas. Pues es obvio que se sintieron y fueron olvido... Y mañana volverán a serlo.
Lo que cuenta en este delirio de la política es que el Ayuntamiento de Barcelona se pueda felicitar porque no hubiera incidentes destacados, la Generalitat por haber aprovechado el momento para recordar a los presos y el Gobierno por haber conseguido que el independentismo transigiera con la presencia de Felipe VI.
Nunca se vio mayor ejercicio de embeleco, incluido el "error humano" al que desde La Moncloa atribuyeron a la versión catalana de un tuit sobre la conmemoración escrito desde la cuenta del presidente del Gobierno. La misma panorámica de Barcelona, el mismo mensaje que en la versión catalana ("siempre con las víctimas"), pero con la excepción del escudo y los colores de la bandera españolas, que habían desaparecido.
Un incidente no menor y de múltiples lecturas, que fue subsanado hora y media después de que las redes sociales echaran humo y de que desde el Gobierno se trasladara que no hubo intencionalidad política alguna sino un "error" al que cada cual podía dar la "dimensión que necesite".
La necesidad era la que demandaban las víctimas, la de un día sólo para el duelo y el respeto, sin manipulación y sin utilizaciones políticas. Pues ni eso.