España sigue en peligro alto de atentado un año después del 17-A
El mayor miedo ahora es la radicalización de las segundas generaciones de inmigrantes de países islámicos y el retorno de los 'soldados' del Estado Islámico.
Los atentados de hace un año en Barcelona y Cambrils, que acabaron con la vida de 16 personas inocentes y causaron heridas a 150 más, fueron un golpe de realidad: el yihadismo seguía ahí, aunque no cosechaba muertes en nuestro país desde el 11 de marzo de 2004. Entonces, como ahora, era una amenaza impredecible que puede segar vidas en cualquier momento, de la que saben bien los cuerpos policiales y la inteligencia pero que a los ciudadanos no amedrentaba demasiado, con un goteo de detenciones aquí y allá.
España, con el nuevo lastre de dolor a cuestas, ha mejorado en coordinación y en intercambio de información (de lo policial a lo judicial, pasando por lo civil y hasta lo político), pero sigue estando en la diana de los radicales y por eso trata de hacer frente lo mejor que puede a este terror mutante.
El Ministerio del Interior mantiene hoy la alerta antiterrorista en el nivel cuatro sobre cinco, es decir, hay un riesgo alto de atentado, al igual que en las principales naciones europeas. Este nivel, marcado en rojo por el departamento que comanda Fernando Grande-Marlaska, supone la movilización total de los agentes especializados, que extreman la vigilancia sobre los sospechosos, así como el refuerzo y protección de infraestructuras críticas (centrales nucleares y grandes nudos de comunicación, como aeropuertos y estaciones de tren, sobre todo). Implica igualmente una mayor presencia de las fuerzas de seguridad en las calles y un preaviso a las Fuerzas Armadas para que intensifiquen la seguridad en sus instalaciones y estén preparadas para reforzar a la Policía Nacional y Guardia Civil, en caso de ser requeridas.
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El nivel 4 se sustenta en pruebas: interceptación de comunicaciones que citan a España como objetivo, aparición de nuestro país en diversos medios de propaganda yihadista, detenciones en suelo español, arrestos en otros países de personas con lazos con la península...
"España puede sufrir un ataque por varias razones: porque el mensaje del Estado Islámico es el de atacar a cada país europeo; porque tiene un pasado de intervención en Oriente Medio, como guerra de Irak; porque tiene la propia historia nacional, con Al Andalus, muy importante en la narrativa yihadista; y porque tiene dentro un problema de todo Occidente, el de las segundas generaciones de inmigrantes procedentes de países islámicos que se radicalizan porque no se les dan buenas oportunidades de integración y el de los hipotéticos retornados que regresen tras estar enrolados en el ISIS en Siria o Irak", resume una fuente antiterrorista de la Guardia Civil.
Como ha enfatizado estos días la ministra de Justicia, Dolores Delgado, especialista además en lucha antiyihadista en su anterior puesto como fiscal de la Audiencia Nacional, "en España se han evitado y se evitan atentados terroristas". Las fuerzas de seguridad han ido dando cuenta de ellos arresto a arresto. El último, hace justo una semana, en Vitoria. Cataluña, junto a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, siguen siendo las principales zonas calientes, donde se han registrado mayores niveles de radicalización.
Se analizan redes, mezquitas, grupos de familias (los atentados del 17-A demuestran que son poderosos los lazos de parentesco y amistad), centros de estudio, locutorios... Viejos y nuevos terrenos de peligro, porque la capacidad de adaptación es otra de las marcas de este tipo de terrorismo, como igualmente quedó claro con la célula de Ripoll: como no pudo atacar en la Sagrada Familia o la Torre Eiffel, decidió arrollar viandantes en La Rambla y salir a acuchillar a los veraneantes de Cambrils. Pero el terror es tan difuso a veces que, sencillamente, se oculta con la práctica del disimulo o taqiyyah, que permite a los extremistas llevar una vida disoluta, lejos de los preceptos del Islam, para dar pistas falsas.
Los datos
La estadística de 2017 evidencia la importancia de la amenaza. Según un informe de Europol publicado en junio bajo el título Situación del terrorismo en la Unión Europea y reporte de tendencias 2018, en todo el año pasado se contabilizaron en la Unión 205 atentados terroristas, fallidos o ejecutados, que dejaron 68 muertos y 844 heridos. Aunque la mayoría son ataques de corte radical (ultraderecha y ultraizquierda) y separatista, es el yihadismo el que más víctimas causa, abrumadoramente.
16 de estos ataques tuvieron lugar en España (tercer país comunitario, tras Reino Unido, con 107, y Francia, con 54). De ellos, dos fueron de origen yihadista; los demás, siete y siete, fueron maquinados por grupos de ultraizquierda o separatistas, sostiene el documento.
En ese tiempo, se produjeron 705 detenciones relacionadas con el yihadismo en la UE, de las que 78 tuvieron lugar en España, el segundo país con más arrestos tras Francia (373), y por encima de Alemania (52), Bélgica (50) y Austria (46). También se dictaron 352 veredictos por casos relacionados con conexiones yihadistas, 31 en España (cuarto, tras los 114 de Francia, los 81 de Bélgica y los 37 de Holanda).
2017 se cerró, además, con 105 presos preventivos por causas de terrorismo yihadista en cárceles españolas y 20 sentencias por ese motivo, con 27 condenados de un total de 34 acusados. Son datos de la delegación de España de Eurojust, la agencia europea para la cooperación judicial, difundidos por el Ministerio de Justicia ante el aniversario de los atentados en Cataluña. Su informe constata que se ha dado la vuelta al mapa terrorista patrio: hay un progresivo aumento de las causas por terrorismo yihadista mientras caen en picado las que tienen a ETA como protagonista.
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Las grandes preocupaciones
El trabajo policial está impidiendo que se formen células grandes y estables en España, aunque no todas escapan a su radar, como tristemente dejó claro el caso de Barcelona y Cambrils, donde aún queda por saber la relación que el imán, el cabecilla, tuvo con los servicios secretos españoles, por qué nadie notó la radicalización de los jóvenes captados, por qué ninguno de sus actos dio la voz de alerta. Siempre puede haber lo que se denomina "lobos solitarios", personas radicalizadas a través de Internet, que asumen un ideario yihadista y actúan por su cuenta, pero ahora lo que más preocupa es qué puede pasar con los inmigrantes de segunda generación y con los españoles que retornen de los campos de batalla y de formación del Estado Islámico.
Europa llegó a aportar más de 5.000 de los 30.000 combatientes extranjeros que tuvo el ISIS en sus mejores años, entre 2014 y 2015, según las Inteligencias de EEUU y Reino Unido. Unos han muerto, otros han sido capturados en zona de combate, otros arrestados a la vuelta. La capacidad operativa de los que queden, tanto en el terreno como a su vuelta a Occidente, es una incógnita, como coinciden en señalar los expertos. Unos pueden volver desactivados, cansados y poco dispuestos a emprender la lucha por su cuenta, pero otros pueden hacerlo con ganas de venganza, con conocimiento militar y contactos como para emprender su propia guerra, con influencia en jóvenes que no saben bien qué hacer con sus días. Han visto el autoproclamado califato del Daesh, saben que es posible controlar un territorio y pueden querer volver a hacerlo. O pueden incluso radicalizarse aún más, entender que el ISIS no funcionó y hay que emprender la lucha bajo otras siglas, con nuevos aires.
El subdirector general de Cooperación Internacional contra el terrorismo, las drogas y la delincuencia, Javier García-Larrache, ha informado de que se calcula que unos 240 residentes en España se marcharon a Siria o Irak a enrolarse en las filas del ISIS en los últimos años. Todavía no se ha producido un regreso masivo: han vuelto aproximadamente 40, de los que 18 ya han sido juzgados y están en prisión. Hay al menos siete arrestados en otros países. Los que están libres se encuentran "controlados", garantizan desde la Guardia Civil.
Actualmente, por más que el Estado Islámico haya perdido el citado califato, que ya no mande en sus feudos de Mosul (Irak) o Raqqa (Siria), por más que sus fuerzas estén mermadas, no ha desaparecido. Quedan bolsas de resistencia en ambos países, donde se han organizado sus miembros en forma de guerrilla, y está en proceso de cambio, no de muerte. El ISIS no es sólo un ejército ni una administración, sino también una ideología, y esa sigue bien enraizada en zonas de Oriente Medio y fuera de allá.
Luego están las alertas de casa. "Aunque una amplia mayoría de los yihadistas en España son actualmente marroquíes o descendientes de marroquíes, es más probable que alguien originario de Marruecos se implique en actividades terroristas si reside en España que si lo hace en Marruecos", sostiene el análisis elaborado por Fernando Reinares, director del programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, y por Carola García-Calvo, investigadora principal del mismo programa, publicado recientemente por el think tank español.
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Según su estudio, las segundas generaciones también corren el peligro de radicalizarse. A menos oportunidades, más debilidad. De ahí que los casos de personas ya españolas, incluso nacidas aquí y atraídas por el yihadismo se concentren en zonas donde no hay muchas posibilidades de prosperar, donde la segregación es mayor, donde no ha habido una verdadera integración y el sentimiento de pertenencia a la comunidad no es fuerte. Prevención contra el desarraigo, educación, formación en valores, asistencia social, igualdad de oportunidades... Es parte de la receta contra el radicalismo.
En mayo de 2016, Abu Mohamed Al Adnani, el entonces jefe de propaganda del ISIS -ya fallecido-, llamó a sus "soldados" a atentar allá donde estuvieran, en sus países de estancia. En el vídeo con el que el Daesh felicitó a los asesinos de Cataluña, en castellano, Muhammad Yassin Ahram Pérez, alias El Cordobés, recordaba: "El yihad no tiene fronteras. Haced el yihad donde estéis".
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Las lecciones aprendidas
El 17-A dejó algunas lecciones importantes en materia antiyihadista. La primera y esencial es que existen aún lagunas en la comunicación entre los distintos cuerpos policiales nacionales y con los homólogos europeos que hay que solventar. Había información de Bélgica que se hizo llegar a los Mossos sobre el imán de Ripoll que no se revisó, hubo informes contradictorios sobre si este hombre tenía o no antecedentes (sí, cuatro años de cárcel por tráfico de drogas), no se sabe si fue confidente, ni de sus conexiones en Francia o Italia...
El jefe de la unidad de lucha contra el terrorismo yihadista del Servicio de Información de la Guardia Civil, el teniente coronel Francisco José Vázquez, ha dado una entrevista a EFE en la que precisamente destaca que la respuesta debe canalizarse desde la "concentración de capacidades en el Estado" y que eso es de lo principal que se ha aprendido en este año. "No podemos permitirnos el lujo de pelearnos por esto es tuyo y esto es mío", explica.
Junto a ellos, trabajan el Centro de Inteligencia sobre Terrorismo y Crimen Organizado (CITCO), la unidad nacional de Europol y hasta el Pacto Antiyihadista, donde se sientan los grupos políticos.
No sólo han tomado nota los uniformados y los gestores. La vigilancia ciudadana ha mejorado, indican desde los Centros Operativos de Servicios (COS) de la Benemérita, donde se atienden las llamadas al número 062. Se han incrementado "notablemente" los avisos de sospechas, las pistas sobre posibles terroristas, "una labor preventiva importante" que, matizan, no ha cuajado ni en alarma ni en psicosis.
También se ha logrado avanzar en la ley sobre precursores explosivos, en vigor desde 2014 por transposición de una norma comunitaria pero mal aplicada, revisada en 2017 y que ahora sí aumenta el celo sobre la venta de bombonas de butano, por ejemplo, de las que los yihadistas catalanes acumularon cientos en el chalé de Alcanar. Las empresas de alquiler de vehículos y las dedicadas al hospedaje en viviendas vacacionales tienen ahora igualmente la obligación de contar con un registro documental de sus contratos, con el objetivo de que las fuerzas de seguridad cuenten con información de posibles sospechosos. De aquel drama también salió el Registro de Ministros de Culto de Gobierno, que incluye a los imanes, y en el que ya había mil inscritos el pasado abril, informa Europa Press.
Toda protección es poca cuando la evidencia muestra lo sencillo que es matar.
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Así vivieron el atentado en las Ramblas de Barcelona hace un año.