¿Está Europa al borde de una guerra a gran escala o es víctima de la retórica belicista?
En las últimas semanas los líderes europeos han incrementado sus advertencias sobre la posibilidad de una guerra con Rusia para justificar el incremento en los presupuestos de Defensa en todos los países miembros.
La novatada recibe la oficialidad de tradición. Poco después de jurar la bandera, la infanta Leonor tuvo que exponerse a una suerte de acometida en la Academia General de Zaragoza. Es lo que llaman en el Ejército “el asalto a la escalera del cañón”, un conjunto de peldaños vetados a los del primer curso. No para siempre.
“En fecha indeterminada”, relatan desde el Ejército de Tierra, “los nuevos deciden llevar a cabo su primera acción coordinada de combate, agrupándose al pie de la escalera con la intención de tomarla por asalto” mientras los de segundo curso la defienden “empleando para ello agua y harina como armas arrojadizas”. A esa escalera se accede atravesando un arco en el que reza una famosa máxima latina: Si vis paccem, para bellum. Si quieres la paz, prepárate para la guerra.
Si la escalera de cañón fuera la posibilidad de una guerra a gran escala, el arco sería Europa, cuyos líderes proclaman desde hace unas semanas la necesidad de rearmarse para hacer frente a los riesgos de una guerra en nuestras fronteras.
"La amenaza es total y absoluta"
“Hoy en día, un misil balístico puede llegar perfectamente desde Rusia a España”. La conjetura es de la ministra de Defensa, Margarita Robles, un augurio que culmina con un aviso claro: “La amenaza es total y absoluta”. Robles se refería así, en una entrevista en La Vanguardia, no solo a la posibilidad de que la guerra en Ucrania traspase sus fronteras sino también al riesgo de “agresiones nucleares”.
Europa, opinaba la principal responsable de Defensa, “tiene que ser consciente de que el peligro está muy cerca”: “Me gustaría hacer una llamada de atención a la sociedad española porque a veces tengo la percepción de que no somos conscientes del enorme peligro que hay en este momento”.
Las afirmaciones de Robles se suman a la retahíla de los juicios expresados en las últimas semanas por parte de los principales líderes europeos, que tienen su asiento en el rearme y el incremento de gasto militar en Europa. La actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, marcó el camino hace unos días. “La amenaza de una guerra puede no ser inminente, pero no es imposible”, vaticinó para señalar la “urgente necesidad de reconstruir, reponer y modernizar los estados miembros y sus fuerzas armadas”.
Según apuntó Von der Leyen, “Europa debe gastar más, gastar mejor y gastar europeo”, una inversión que servirá, en sus palabras, “para ganar batallas”. Sus palabras seguían la línea que la Comisión Europea se marcó en la Declaración de Versalles de marzo de 2022, apenas dos semanas después de la entrada de Rusia en Ucrania. Los dirigentes de la UE acordaron entonces “aumentar sustancialmente el gasto en defensa", invirtiendo “más y mejor y de manera decidida en capacidades de defensa y tecnologías innovadoras”.
"Modo de economía de guerra"
El pasado 4 de marzo, el comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton, detalló el plan europeo para “pasar al modo de economía de guerra para la industria de defensa”. Se creará “un fondo de reserva, por adelantado, para crear reservas de armas en tiempos de necesidad”. El programa comenzará con una financiación de 1.500 millones de euros que alcanzará los cien mil millones en cinco años, según los cálculos de Breton.
Se refería Breton a la primera Estrategia Industrial Europea de Defensa, que establece que los países de la UE deben, de aquí a 2030: “Comprar, como mínimo el 40% de los equipos de defensa de forma coordinada; gastar, como mínimo, la mitad de su presupuesto de contratos públicos de defensa en productos fabricados en Europa; comercializar, como mínimo, el 35% de los productos de defensa entre países de la UE en lugar de con otros países”.
La retórica belicista camina, eso sí, en ambas direcciones. Tras su reelección como presidente de Rusia, Vladimir Putin comentó respecto a un posible conflicto a gran escala entre su país y los Estados de la OTAN que “en el mundo actual todo es posible”. “Todos comprenden que eso nos colocará a un paso de una Tercera Guerra Mundial”, señaló.
Por otro lado, ante los comentarios del presidente francés, Emmanuel Macron, para quien el discurso sobre la guerra puede tener más que ver con el riesgo de que pierda su Gobierno que con amenazas acuciantes, el mandatario ruso alertó de que “también” cuentan “con armas que pueden alcanzar objetivos” en territorio francés. Y añadió: “Todo esto realmente amenaza con un conflicto con el uso de armas nucleares y la destrucción de la civilización. ¿No lo entienden?” Macron había dejado abierta la opción de enviar tropas francesas a Ucrania.
El relato distópico ha llegado tan lejos que hasta el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha pedido cautela en las declaraciones. “Tampoco tenemos que exagerar”, ha afirmado para dejar claro que “la guerra no es inminente”. Días antes, el propio Borrell manifestaba que “la guerra de agresión brutal de Rusia contra Ucrania ha devuelto una guerra de alta intensidad en Europa”. E insistía: “Tras décadas de gasto insuficiente, debemos invertir más en defensa y hacerlo conjuntamente y mejor”.
Uno de los móviles de este incremento es, además, el temor de Europa a que una victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales pueda terminar con Estados Unidos retirando su apoyo militar. De ahí el apuro en rearmarse como potencia militar.
Potenciar la industria armamentística
En septiembre de 2023, la Red Europa Contra el Comercio de Armas (ENAAT) publicó el informe From war lobby to war economy (Del lobby de guerra a la economía de guerra) para analizar “cómo influye la industria armamentística en las políticas europeas”. Según su estudio, la militarización de la Unión Europea “se ha acelerado con la invasión de Ucrania” si bien “ha estado gestándose desde años antes”.
Según los últimos datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI en sus siglas en inglés), “el gasto militar en Europa aumento un 13% durante 2022”. Los investigadores destacan que el incremento entre 2021 y 2022 “fue el mayor aumento anual del gasto total europeo en la era posterior a la Guerra Fría”
¿Pero qué hay de cierto en la posibilidad de un conflicto a gran escala? ¿Cuánto hay de retórica y cuánto de intereses económicos en la industria de defensa? ¿Está Europa realmente al borde de una guerra?
"La guerra con Rusia es impensable"
Pere Ortega, pacifista e investigador del Centre Delàs d’Estudis per la Pau, cree que las “amenazas de los líderes europeos a su población sobre la posibilidad de una guerra con Rusia son una insensatez”. Una guerra europea, advierte Ortega, derivaría en una “guerra mundial” y además “podría ser nuclear”: “Es algo que no se debe ni se puede poner sobre la mesa. En lugar de amedrentar y provocar miedo en la ciudadanía, los líderes europeos deberían hacer justamente lo contrario, tratar de frenar la guerra”.
El investigador se pregunta de dónde sacan los mandatarios europeos esos argumentos para alertar de un conflicto de tal envergadura, hasta el punto de asegurar que “en cinco años Rusia podría atacar a otro país europeo”, tal y como advirtió el ministro de Defensa de Alemania, Boris Pistorius. Para Ortega, “una guerra entre Rusia y la OTAN es impensable”. De hecho, explica, “si Putin entró en Ucrania es porque sabía que no pertenecía a la OTAN”.
¿Qué se esconde entonces detrás del relato belicista? “Lo que hay detrás”, señala Ortega, “es que Europa se ha dado cuenta de su incapacidad industrial para apoyar a Ucrania, que ha dicho necesitar hasta 650.000 proyectiles al año para defenderse”. Aunque las empresas armamentísticas europeas sí tienen potencial, todavía dependen mucho de Estados Unidos, el principal suministrador de armas de la OTAN. Y volvemos al miedo a una victoria de Donald Trump, “una persona imprevisible con buenas relaciones con Putin y que ya ha dicho que no quiere seguir ayudando a Ucrania”. “Con todo lo que se puede criticar a Trump”, apunta Ortega, “lo cierto es que en esto no está tan desacertado si eso da lugar a un alto el fuego y al inicio de negociaciones”.
Es por todo esto por lo que “Europa ha decidido suplir este déficit fomentando su industria armamentística” con el fin de “unificarla y evitar las diferenciaciones entre los ejércitos de cada país europeo”. En definitiva, para no depender tanto de la OTAN y de Estados Unidos. Para lograr esa meta, explica este investigador, se han “abierto varios canales: el Banco Central Europeo podrá entregar bonos a la industria militar y se ha solicitado al Banco Europeo de Inversiones, que dirige Nadia Calviño, que dé créditos a la industria militar, algo que hasta ahora estaba prohibido porque las armas podían terminar en conflictos fuera de la Unión Europea”.
Este contexto, el de una Europa “armándose hasta los dientes”, recibe los vítores de la industria de defensa europea, en situación “de vacas gordas”. Tal y como muestra Ortega, “el gasto militar europeo era del 1,45% del PIB, unos 350.000 millones de euros, y ahora quieren llegar al 2% en 2029, lo que supondría añadir 200.000 millones más”. Llevando esta aritmética a España, “para llegar al 2%, habría que poner 10.000 millones más a los 14.500 millones que ya tiene el presupuesto de Defensa”. Y, “obviamente, ese dinero tiene que venir de algún sitio, por lo que no es difícil pensar que habrá menos gasto social”.
Con todo, Ortega, también profesor de Conflictología de la Universitat Oberta de Catalunya, no tiene dudas de que “los líderes europeos deberían pensar en frenar la guerra y no apostar por el belicismo”. “¿Qué queremos?”, se pregunta, “¿esta situación de Guerra Fría? ¿Volver a la Europa de bloques? Es justo lo contrario a lo que aspiraba Europa en París”.
El investigador hace referencia a la Carta de París que los países europeos rubricaron en 1990, donde aseguraban que “la era de la confrontación y de la división de Europa ha terminado” y se comprometían “a cooperar en el fortalecimiento de la confianza y la seguridad entre nosotros y a fomentar el control de las armas y el desarme”. Este es el camino que defiende también la ONU, que trabaja en favor del desarme y “en contra de las carreras armamentísticas para evitar conflictos”.
Ortega culmina su argumentación con un llamamiento al “sentido común”. La guerra en Ucrania “no se va a ganar, es imposible vencer a una potencia nuclear”. Como mucho, se estancará. “Todas las guerras terminan igual, por lo que los intentos deben encaminarse a frenarla”, dice para terminar lamentando que, por ahora, “Europa haya decidido armarse".