La élite mundial ve signos de crecimiento y resiliencia en los mercados turbulentos
Los mercados de la deuda están ahora mejor equipados para mantener la liquidez que durante la crisis de los 90, por lo que no deberían exprimirse los sectores de préstamo (vivienda e hipotecas, pequeñas y medianas empresas...). Esta vez, los mercados deben ser capaces de separar el grano de la paja.
Mientras la élite mundial aterriza en la fría ciudad de Davos (Suiza), el 2016 se anuncia como un año volátil en lo que a mercados financieros se refiere, independientemente del país.
La combinación de las principales megatendencias macroeconómicas de este año -la subida de los tipos de interés estadounidenses, la desaceleración del crecimiento económico en China y los precios estructuralmente bajos de productos de primera necesidad- ha provocado la siguiente disputa: mientras Estados Unidos está a punto de alcanzar la velocidad de escape necesaria para salir del bache posterior a la crisis financiera, estos tres factores harán caer a los mercados emergentes. ¿Quién liderará el crecimiento global y la inversión a partir de este año?
Mucho antes de que la Reserva Federal de Estados Unidos anunciara en diciembre una política económica más estricta, la salida neta de capitales de los mercados emergentes alcanzó casi los 540.000 millones de dólares (unos 495.000 millones de euros) en 2015, afectando especialmente a los países más expuestos a la elevada deuda del dólar, como es el caso de Brasil, Turquía, Sudáfrica e Indonesia. El grupo al que los medios se refieren como "los cinco frágiles" bien podría estar compuesto por diez países.
Al mismo tiempo, las previsiones de crecimiento de China han bajado del 8-10% que presentaba durante estas últimas décadas hasta un modesto 5-7% -justo después de haberse convertido en el principal socio comercial de más de 100 países-, por lo que ahora cada vez más exportadores dependen de China, ya que sus importaciones están experimentando un descenso. Esta situación ha supuesto un duro golpe para potencias como Brasil, Arabia Saudí y Rusia: algunas de ellas están sufriendo una recesión y bajando de categoría, y ahora tienen que repatriar las inversiones públicas para equilibrar sus presupuestos e impulsar el gasto social para que su población no se vea mermada.
La retirada de fondos, en especial por parte de los exportadores de petróleo de Oriente Medio (de aproximadamente 50.000 millones de dólares -casi 46.000 millones de euros- durante el segundo y tercer trimestres de 2015), indican un peligroso bache para muchos gestores occidentales de activos que no pueden depender del capital reciclado proveniente de los que una vez fueron mercados dinámicos. Esta situación es un claro indicador de lo integrada y compleja que se ha vuelto la economía global.
Estas rápidas oscilaciones en los flujos mundiales son una clara señal de volatilidad, pero también son fuente de resistencia e incluso proporcionan una nueva hoja de ruta para la próxima corriente de crecimiento.
Estados Unidos ha vuelto a caer en una tendencia de crecimiento impulsado por el consumo a un ritmo de un 2% en el tercer trimestre de 2015, pero ya no es el principal consumidor de última instancia.
Ciertamente, y a pesar de la combinación de factores mencionada anteriormente, las predicciones más recientes recogidas en el Atlas de complejidad económica de la Universidad de Harvard indican que la mayoría de los 25 países que más rápido han crecido entre 2014 y 2015 se encuentran en Asia o en África, con India a la cabeza, que presenta una previsión anual de crecimiento de un 7%. Después de décadas rezagada, India va a invertir aproximadamente 92.000 millones de euros en grandes proyectos de infraestructura. Para ello, se va a someter a varias reformas regulatorias importantes y va a triplicar el volumen de inversión extranjera directa (superando a China en 2015) y, además, se prevé que este tipo de inversión aumente en un 50% más sólo en 2016. Los grandes grupos industriales también han aumentado por fin la inversión nacional.
Reiko Abe, presidente de la empresa Oriental Consultants India Pvt., en las obras de una estación de metro en Bangalore (India). Mayo de 2015. (Sanjit Das/Bloomberg via Getty Images).
Por su parte, el reciente reajuste del tipo de cambio en China, aunque haya enfadado a algunos políticos estadounidenses, servirá para reforzar su competitividad en lo que a exportaciones se refiere. China sigue teniendo los instrumentos necesarios para mantener un crecimiento estable, aunque algo más bajo. Asimismo, el comercio internacional se ha visto mucho más repartido: las nuevas rutas de la seda (que cruzan el océano Índico desde China a África) representan prácticamente todo el crecimiento en comercio internacional de la década pasada. Según un estudio reciente llevado a cabo por UBS, los datos demográficos y de urbanización deberán conseguir que la región del Índico destaque a ojos de los inversores globales (ya sean inmobiliarios o minoristas).
Es necesario recordar que muchos países densamente poblados -desde Kenia a Pakistán pasando por Indonesia- se benefician de la caída de los precios de los productos básicos, ya que les permite reducir los costes de importación, recortar en subvenciones e invertir en infraestructuras y servicios. Y, a medida que avanzan las alianzas comerciales como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica o el Partenariado Económico Comprehensivo Regional (un acuerdo comercial propuesto para la región asiática), las nuevas economías de rápido crecimiento como Vietnam o Filipinas atraen grandes cantidades de inversión extranjera directa e interés por las exportaciones procedentes de un mercado multidireccional más ágil.
La principal herramienta de palanca económica en Estados Unidos, el dólar, reforzará este fenómeno. A corto plazo, la subida de los tipos en Estados Unidos ha contribuido a la seguridad. Pero al mismo tiempo, un dólar más fuerte y unas divisas de mercados emergentes más débiles hacen más atractiva la inversión extranjera, lo que se traduce en una expansión de las externalizaciones de fábricas y producción en regiones como el Sudeste Asiático, que está sacando el máximo rendimiento a su joven demografía y a los bajos salarios para captar las cadenas de distribución de China. De hecho, desde 2014, la Asociación de naciones del Sudeste Asiático en su conjunto recibe más inversión extranjera directa que China. Abaratar la producción en estos mercados también es la mejor forma para que las multinacionales las valoren de un modo lo suficientemente competitivo como para poder captar la cuota de mercado en regiones tan importantes para la economía de las empresas occidentales.
Trabajadores de la construcción caminan por las vías en Manila (Filipinas). (NOEL CELIS/AFP/Getty Images)
Los flujos financieros mundiales también persiguen estos principios. La volatilidad actual nos fuerza a centrarnos en objetivos a corto plazo, pero los principales inversores institucionales, como los fondos de pensión occidentales, siguen incrementando su presencia en mercados emergentes e incluso fronterizos. Este es un juego inteligente a largo plazo: no se puede negar la robustez de sectores clave como la tecnología, la sanidad y los bienes de consumo en los mercados emergentes.
Los gestores de activos internacionales que buscan rédito pueden compensar los actuales ajustes presupuestarios y proporcionar el crédito que necesitan sectores como la construcción, los servicios públicos y la producción. Los mercados de la deuda están ahora mejor equipados para mantener la liquidez que durante las crisis de los 90, lo que significa que no deberían exprimirse los ámbitos cruciales de préstamo -vivienda e hipotecas, pequeñas y medianas empresas, inversión en relación con la productividad-. Esta vez, los mercados deben ser capaces de separar el grano de la paja.
En este año se presentarán nuevas oportunidades de inversión. A diferencia de los anteriores episodios de presión fiscal, los mercados emergentes hoy están mucho menos opuestos por ideología a la privatización. Desde Saudí Aramco, la joya de la corona petrolera, hasta las aerolíneas de Vietnam, en los últimos meses se han anunciado programas de privatización a gran escala, mientras que los gobiernos venden acciones para aumentar los ingresos y equilibrar los presupuestos.
Lo que anteriormente eran devaluaciones competitivas para avivar las exportaciones se ha convertido en devaluaciones automáticas para reforzar el poder adquisitivo. Se espera que los gobiernos abandonen el tipo de cambio fijo respecto al dólar para ganar un poco más de espacio, ofreciendo a los inversores tipos más atractivos. No sólo supone una gran oportunidad de compra para los inversores, desde pensiones a capital privado, sino que además libera el capital que los gobiernos necesitan para mantener a flote el crecimiento.
Para que el crecimiento entre exportaciones y servicios sea equilibrado habrá que invertir en la creación de empleo urbano. Desde China a Singapur, pasando por Dubái, es evidente que la actualización de la infraestructura y la mejora de la capacidad -siguiendo la ley de la oferta y la demanda- constituye una estrategia crucial para urbanizar rápidamente una sociedad. Si todo el mundo juega bien sus cartas, podemos conseguir por fin el crecimiento global sincronizado que tanto se espera desde la crisis financiera.
Con todo, gestionar la economía mundial ya no es una partida de póker; es más un deporte de equipo, como la vela, donde hasta 12 navegantes -en este caso, bancos centrales y ministerios de economía- se dividen el trabajo de un mismo barco. La normalización de la política monetaria de los Estados Unidos casi una década después de la crisis trae consigo unas aguas más agitadas que las de los últimos años, pero los mercados financieros deberían soplar a favor de los políticos, y no presionar para volcar el barco.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés y Marina Velasco