¡Toma el Ebro! Hoy: políticos y compresas usadas

¡Toma el Ebro! Hoy: políticos y compresas usadas

Lo más interesante es lo que pasa cuando alguien se decide a limpiarlo. Algunos pueblos lo hacen voluntariamente porque no pueden soportar más el creciente estado de degradación, y reciben a cambio una sanción de la Diputación de Zaragoza por meter las manos donde no deben.

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En el último post conté mi aventura ecopirata por el río Ebro. En ella hubo saqueos y botines, ríos de ron, abordajes y orgías. Pero también hubo momentos tranquilos, tiempos de reflexión y observación.

El viaje fue como una inmersión en una burbuja cultural con una idiosincrasia muy concreta, geográfica, fértil, compuesta de pueblos con personalidad propia y distintiva, pero con un aspecto en común: su hermosa, y a la vez tortuosa relación con el río, fuente de una riqueza modesta pero suficiente como para mantener unos niveles de bienestar e igualdad notables.

Piratas de muchos países han coincidido en resaltar la gran belleza del Ebro, bien conservado, lleno de meandros y galachos y con una fauna rica y variada. También coinciden en lamentar el patético estado en el que se encuentra actualmente.

El río transcurre a través de las áridas tierras de Zaragoza, formando una estrecha franja de intenso verdor encajonada entre las montañas peladas y el desierto. Su dinámica fluvial irregular, superviviente de los intentos de canalización, lo convierte en uno de los cauces más libres de Europa. Sus constantes crecidas son un incordio para los habitantes ribereños, por varios motivos: a corto plazo, las inundaciones provocan grandes pérdidas agrícolas; además, con cada crecida el río se mueve lateralmente, robándole terreno a los municipios de una orilla para dárselo a los de la otra, y antes o después se acabará tragando algún pueblo; para colmo, el agua no viene sola: las crecidas son como indigestiones del río, que vomita para desintoxicar sus pequeños y múltiples hígados, que se ven desbordados. Y lo que vomita es... basura.

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Debe ser desolador. Un día coges el tractor y te vas a tu finca donde tienes tomates, pimientos y maíz. Al día siguiente vas y solo hay agua. Y al siguiente, lo que ves son toneladas de bolsas, botellas, latas, envases... y miles y miles de compresas usadas. La basura, el plástico, se engancha a la vegetación, incluso a cinco metros de altura, y ahí se queda hasta que alguien se decide a limpiarlo.

Lo más interesante es lo que pasa cuando alguien se decide a limpiarlo. Algunos pueblos lo hacen voluntariamente porque no pueden soportar más el creciente estado de degradación, y reciben a cambio una sanción de la Diputación de Zaragoza por meter las manos donde no deben. La disputa entre ayuntamientos y diputaciones es constante, y además están en el tablero de juego la Comarca, Aragón, España, la UE y los acuerdos internacionales sobre ríos. Capas y capas de administración, rematadas por el CHE, la confederación gestora de la cuenca hidrográfica, auténtica soberana del río, que ejerce su mandato con herrumbre y burocracia.

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Si, poco a poco, respetando a las especies y tal, se fuera dragando el fondo, se evitarían las crecidas, dicen los agricultores. El río no se puede tocar, es un ser vivo y lo alteramos, dicen los científicos y ecologistas. Pero si ya está tocadísimo, con presas, y especies introducidas a tutiplén, dice alguien por ahí. El CHE, herrumbre y burocracia. Ya has oído lo que dicen los científicos y ecologistas, dice el político de la primera capa. Pero algo habrá que hacer, ¿no? Bueno, pues voy a preguntar al político de la siguiente capa: oiga, que pasa esto. Vale, voy a preguntar al político de la siguiente capa, dicen todas las capas, hasta que una de ellas, en un lejano despacho, tal vez pronuncia algún tipo de sentencia irreal que nadie ejecuta, y el río de compresas sigue su curso lento y sinuoso.

Del uso que hacemos del plástico y los residuos, nadie dice nada.

Desde luego, no se trata de que todos los políticos son incompetentes y/o corruptos. De hecho, aquellos con los que tuvimos contacto en el Ebro son honrados, sensatos y preocupados por su gente. Gente, por cierto, genuinamente noble y extremedamente hospitalaria. Guardamos muy grato recuerdo de Zaragoza, Fuentes, Pina, Quinto, Gelsa, Cinco Olivas, Sástago... y uno muy especial del Burgo, que nos adoptó y cautivó para siempre. Allí la conocimos a ella, la más grande, y todos los piratas nos enamoramos perdidamente, hasta el punto de nombrar a uno de los barcos Susana.

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Burgo de Ebro y la Junk Armada, amigos para siempre.

La vida pirata es la vida mejor

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