Sócrates en la CNN

Sócrates en la CNN

Afortunadamente para la Humanidad, ni Sócrates ni Protágoras representaban intereses económicos con más ceros que la suma de los años de los candidatos a la presidencia USA.

Debate presidencial entre Trump y BidenAndrew Harnik

No es exagerado afirmar que los orígenes de nuestro pensamiento y nuestra cultura están intrínsecamente ligados al debate. La filosofía —es decir, la filosofía occidental— nace con Platón, cuyas obras, aunque conocidas como "diálogos", no dejan de ser debates. Y, a partir de entonces, cada autor que escribe debate con —es decir, contra— todos los autores anteriores. Pensar es pensar contra alguien, dijo un maestro. Eso sí, según el relato de Platón, cuando Sócrates debatió con Protágoras no hubo asesores que acordaron la altura de los atriles, ni dividieron la conversación en cuatro charlas temáticas de un cuarto de hora, ni pactaron un minuto final en el que los debatientes se dirigirían al público intentando convencerles.

Podríamos citar más diferencias entre lo que encontramos en el "Gorgias" o el "Menón", y lo que nos ofreció el diálogo nada socrático entre Biden y Trump. Pero lo importante es que entendamos que no basta con poner cara a cara a Donald y Joe para encontrarnos con la dialéctica platónica señalando inequívocamente a quien nos conducirá racionalmente hacia la Verdad y el Progreso. La democracia es imposible sin el debate de ideas. Pero la democracia también es imposible si el debate de ideas se convierte en un envase caricaturesco cuyo formato sólo permite la proliferación de zascas, ironías, patinazos y descalificaciones. Una gresca entre una hiena y una figura sacada del Museo de Cera no es un debate. A más show, menos debate.

Afortunadamente para la Humanidad, ni Sócrates ni Protágoras representaban intereses económicos con más ceros que la suma de los años de los candidatos a la presidencia USA. Desafortunadamente para la Humanidad, Biden y Trump, sí. Ante tal panorama nadie va a permitir que la Grecia clásica, la Ilustración ni Alexis de Tocqueville vengan a tocar los huevos más de lo estrictamente necesario. Y, en este caso, lo estrictamente necesario es cero. Podemos llamar "debate" a lo que vimos en Atlanta, como podríamos llamarlo también a un combate de wrestling mexicano entre Octagon y Blue Demon. Racionalmente hablando, el resultado del combate de sofistas entre unos Octagon Trump y Blue Biden enmascarados no hubiera sido muy diferente.

Desde hace cincuenta años, la comunicación publicitaria se ha impuesto como canon en todos los ámbitos de la comunicación. Lo usan los profesores con sus alumnos, los curas con sus feligreses. Y los políticos con los votantes, por supuesto, lo que reduce el debate a una pantomima formal. Hay que tender al menor show, al menor personalismo, al menor asomo de lo que es la comunicación social dentro del star system. Debates por escrito. Como mucho, por la radio. Como muchísimo, con los candidatos de espaldas, con la voz distorsionada y sin que los espectadores sepan hasta el final a qué partido representan. Necesitamos a Sócrates en la CNN. Necesitamos a Platón escribiendo nuevos diálogos: el "Trump" y el "Biden".

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.