Borrell, misión cumplida

Borrell, misión cumplida

El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad puso punto y final a su etapa al frente del cargo tras cinco años.

Josep Borrell, alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, en una imagen de archivo.Dursun Aydemir/Anadolu via Getty Images

Borrell ha concluido la etapa probablemente más apasionante de su potente carrera política: ha finalizado su estancia de cinco años al frente de la PESC (Política Exterior y de Seguridad Común) como alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea. Su desempeño ha sido brillante a pesar de que la PESC se mantiene como una política intergubernamental específica en la que rige la unanimidad, por lo que su operatividad es reducida (no es fácil armonizar las posturas de 27 socios que ni siquiera han establecido verdaderos lazos federales) y el verdadero papel del titular de la institución consiste en representar las posiciones genéricas de Bruselas, proyectar los vectores de avance de la Unión y sobre todo suscitar las síntesis que puedan servir para definir la proyección exterior del proyecto comunitario. Por su intermedio, Europa ha desempeñado un cierto papel en el conflicto del Próximo Oriente, históricamente monopolizado por los Estados Unidos; ha adquirido una entidad singular y operativa frente a la Rusia de Putin tras la agresión a Ucrania; ha trasmitido la idea de que cuaja una potencia en ciernes, que se codea de tú a tú con los actores principales de la comunidad internacional, USA y China sobre todo.

La carrera de Borrell ha sido densa y brillante. Catalán, hijo de panaderos, Ingeniero aeronáutico, doctor en Ciencias Económicas, catedrático excedente de matemáticas empresariales, máster en varias universidades extranjeras, se afilió al PSOE en 1975 y desarrolló una carrera política desde la base, pasando por la política madrileña, y ocupando sucesivamente en el ministerio de Economía y Hacienda con Felipe González en Moncloa las secretarías de Estado de Presupuesto y Gastos Público, primero, y de Hacienda, después, hasta ser designado ministro de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente en marzo de 1991, permaneciendo en el cargo hasta que em 1996 ganó las elecciones la oposición. En 2004 consiguió un escaño en el parlamento europeo, cámara que terminó presidiendo, y en el que se mantuvo hasta el fin de la legislatura, en 2009. Desde este momento, se hizo a un lado de la primera línea política, y solo regresó en 2017, en coincidencia con la irrupción de Pedro Sánchez en la política española.

La biografía de Borrell es tan copiosa y densa que de ningún modo cabe en los límites de un apunte como este. Pero su personalidad política queda descrita seguramente en tres hechos significativos que retratan al personaje.

La primera nota biográfica reseñable es la siguiente: apenas unos días después de recibir la cartera de Obras Públicas de la mano de Felipe González, convocó a los principales constructores del país para obsequiarles con un gesto sin precedentes: pedirles seriamente que dejaran de pagar comisiones a los titulares de las instituciones autonómicas y locales para conseguir encargos mediante cohecho (es obvio que no todos los contratistas se prestaron a esta práctica, por lo que los que cedieron a ella hacían además competencia desleal al sector). El 30 de noviembre de 1994 repitió la reconvención, ya que la práctica viciada no había cesado por completo.

El segundo gesto reseñable de Borrell fue su intervención en la renovación del PSOE tras la marcha de Felipe González. Por primera vez en España, en abril de 1998 se celebraron primarias en el Partido Socialista para designar al nuevo secretario general. Borrell se presentó a la competición aunque el candidato oficialista apoyado por el aparato de Ferraz era Joaquín Almunia. Ganó Borrell con el 55% de los votos… pero acabó renunciando finalmente en mayo de 1999 en beneficio de Almunia con el argumento de que uno de sus colaboradores durante su paso por Hacienda, José María Huguet, estuvo en el centro de un escándalo de fraude fiscal, en el que, obviamente, Borrell no tuvo arte ni parte.

El tercer gesto, y sin duda el más relevante de su carrera política, fue la respuesta afirmativa a la oferta formulada por Pedro Sánchez para que ocupara la cartera de ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación en su primer gobierno, en junio de 2018. Aquel ejecutivo en teoría frágil surgido de la moción de censura de Sánchez que descabalgó al abrasado Rajoy salió adelante, entre otras razones, por la apuesta valiente que hicieron figuras de gran peso como José Borrell y Nadia Calviño, quienes, además, contribuyeron a marcar los nuevos rumbos de un proyecto que todavía está en su apogeo. Borrell dimitió de la cartera de Exteriores para encabezar la lista socialista al parlamento Europeo de 2019, y el 2 de julio de aquel año fue nominado por el Consejo Europeo para el puesto de Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Ahora cesa automáticamente en el cargo, con la satisfacción del deber cumplido, tras haber prestado un impagable servicio a este país.