Lo mejor de Garci, además de su propia personalidad, su obra o su esplendidez, es el orbe que conforma a su alrededor, el cual genera y atrae innumerable talento humano.
Viscarret ha conseguido esa especie de milagro, cada vez menos frecuente en cine, consistente en trascender lo cotidiano para convertirlo en universal.
El verdadero misterio humano es inefable. Solo puede ser revelado y, como le ocurrió a San Pablo, hacer que el público se caiga del caballo, perdón, de la butaca.