El viceministro de Asuntos Exteriores ruso subrayó que Moscú parte de la necesidad de preservar los lazos seculares entre los pueblos ruso y armenio, mientras que el Gobierno de Ereván se atiene a una "lógica claramente opuesta".
El pasado jueves el exministro karabají anunció su decisión de entregarse a las autoridades azerbaiyanas para "no causar un daño mayor al sufrido pueblo karabají".
La ONU expresa su "preocupación" por la situación de estas personas, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. El número se ha triplicado en apenas un día y, en la frontera, los vehículos se acumulan a la espera de llegar a territorio armenio.
Por ahora no se conocen las causas de la deflagración, que deja además 300 heridos. El miedo a una masacre étnica incrementa la emergencia humanitaria.
Aproximadamente la mitad se han reubicado en casas de familias y amigos y el resto ha sido llevado a un centro humanitario creado en la localidad de Kornidzor.
Justo ayer, Azerbaiyán y la autoproclamada república acordaron una tregua en el marco de la ofensiva militar lanzada por Bakú el martes, y a pesar de que Ereván se negase a implicarse en el conflicto.
La creciente dependencia de Moscú le renta y le complica las cosas a la vez, en su conflicto eterno con Azerbaiyán por el enclave de Nagorno Karabaj. Ahora, la mediación europea surte efecto.