Tres fracturas y un funeral

Tres fracturas y un funeral

Podemos está fracturado como lo está el PSOE y como lo está el PP, aunque de éste se hable menos y Rajoy esté tan cuestionado como Iglesias o Sánchez. Tres fracturas y un funeral, el que antes o después se celebrará por la defunción del actual modelo de partidos, si no hay cambio de verdad.

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Todo tiene ya retazos de añejo. Nada distingue a lo viejo de lo nuevo. Tampoco a ellos, a los de Podemos. Vinieron a cambiar la política y la política les ha convertido en más de lo mismo. Parecidas pautas, similares sendas e idéntico canibalismo. Traiciones, cuitas, amistades rotas, nombres en lugar de ideas...

Ya saben. La revolución acaba siempre devorando a sus hijos. El axioma no falla. La francesa fue la primera, pero hubo otras, y todas terminaron igual. La del partido de los círculos, que ahora pretende fagocitar a Pablo Iglesias, no iba a ser menos. Y todo, como siempre, por el poder interno. Porque Podemos está fracturado como lo está el PSOE y como lo está el PP, aunque de éste se hable menos y Rajoy esté tan cuestionado como Iglesias o Sánchez. Tres fracturas y un funeral, el que antes o después se celebrará por la defunción del actual modelo de partidos, si no hay cambio de verdad.

"Es imposible que a nosotros nos salga una Rita, un Cotino, un Bárcenas o un Fabra, pero es muy probable que repitamos un Pedro Sánchez o una Susana Díaz". La reflexión es de alguien que conoce bien la vida interna de los herederos del 15-M y con la que trata de poner negro sobre blanco en lo que está a punto de convertirse una formación política que llegó para oxigenar la vida pública y que, en menos de dos años, se ha contaminado en exceso de los vicios de lo que él mismo llama "política maquiavélica". A saber. Guerras internas, luchas de poder, batallas por el control orgánico y oligarquías a mayor gloria de sí mismos.

Lo que asoma además de la batalla por el control de la federación madrileña, es una guerra soterrada por el liderazgo de Podemos entre Iglesias y Errejón

La batalla por el poder de la federación de Madrid ha destapado la caja de los truenos. Y es que "pablistas", "errejonistas" y "anticapitalistas" compiten por hacerse con el control del bastión donde nació Podemos. Los movimientos de todos ellos anticipan los derroteros por los que puede transitar la formación morada hasta el congreso extraordinario que celebrará a primeros del próximo año. De momento, las huestes del "pablismo" parecen disminuidas, y no sólo por la deserción de Tania Sánchez para pasarse con armas y bagaje al "errejonismo" de la mano de Rita Maestre. Curiosamente dicen que fue la portavoz del Ayuntamiento de la capital quien más se opuso, en contra del criterio de Iglesias, a la inclusión de la "ripense" en la candidatura por Madrid al Congreso de los Diputados cuando abandonó IU.

¿Les suena? Una alianza de enemigos íntimos para derrotar a un tercero. Nada nuevo bajo el sol. La política no tiene relación con la moral, pero tampoco con la amistad. Ocurrió en 2014 en el PSOE y ocurre ahora en Podemos. Con todo, lo que asoma además de la batalla por el control de la federación madrileña, es una guerra soterrada por el liderazgo de Podemos entre Iglesias y Errejón.

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Dicen que la ambición por desbancar al secretario general no está tanto en su secretario político, como en la troupe que le empuja a tomar decisiones sin la inteligencia política que caracteriza al 'número dos' de Podemos, pese a su falta de olfato y empatía. Pese a todo, él deja hacer. De ahí que se le atribuya una impostada moderación que, a ojos de sus críticos, ha mimetizado a Podemos con las formaciones políticas a las que pretendía combatir desde su nacimiento. En contra de esta especie de contagio por el boato y la moqueta, los "pablistas", más favorables a mantener las esencias y la confrontación con la izquierda clásica, aunque el cotejo les situara en una oposición con 40 diputados.

Susana Díaz sigue siendo un activo, pero no se si tiene planes concretos

Hasta aquí la primera de las fracturas que hoy afectan a tres de los cuatro principales partidos de nuestro universo político. La segunda ya la conocen. Y es si cabe de mayor trascendencia porque afecta al PSOE, a un partido centenario y a unas siglas imposibles de disociar de las grandes transformaciones en los últimos 40 años.

Sin el PSOE no hay solución al colapso institucional que hoy tiene a España bajo la lupa de la comunidad internacional. Pero sus dirigentes siguen erre que erre. Unos en el "no es no" a Rajoy y al PP y, otros, en que hay que irse a la oposición pero sin decir cómo ni cuándo.

Lo que subyace no es más que la incapacidad para resolver un problema de liderazgo fallido (el de Pedro Sánchez) y enfrentarse, para cumplirlas o modificarlas, las normas de las que ellos mismos se dotaron (las primarias). Un sistema de selección que, como ha dicho Juan Carlos Rodríguez Ibarra, resulta muy barato "porque se presenta cualquiera". Y luego pasa lo que pasa, que no hay manera de eliminarlo por muy históricas que sean las derrotas acumuladas de quien llegó a la secretaría general el día que se decidió que la democracia directa era más democracia que la representativa. Y todo con la inestimable ayuda de una conjunción de enemigos íntimos que, ironías de la política, son quienes hoy hacen más para tumbarlo.

La corrupción ha hecho mella en la habitual obediencia de sus dirigentes a Rajoy

Aún queda una tercera fractura. Porque si Podemos y el PSOE están desunidos, el PP no iba a ser menos. Un partido presidencialista, acostumbrado a la disciplina y el hermetismo, donde en los últimos meses han aflorado movimientos y rencores nunca antes vistos (Esperanza Aguirre, aparte). En este caso ha sido la corrupción la que ha hecho mella en la habitual obediencia de sus dirigentes. La brecha ya no es sólo generacional, sino política entre quienes -como los de la quinta de Rajoy- se esconden tras la presunción de inocencia de sus cuadros investigados y quienes -como los alineados con las tesis de los vicesecretarios generales- han decidido no poner paños calientes al hedor que desprende la fosa séptica sobre la que algunos construyeron su gestión al frente de ayuntamientos y comunidades autónomas.

Rajoy, como Sánchez e Iglesias, está también en el ojo del huracán de un sistema de partidos que agoniza, que se da por no enterado de las señales que emiten los ciudadanos, que se resiste a abandonar los viejos vicios y que más pronto que tarde tendrá que decidir entre renovar sólo las caras o transformar en serio el pensamiento y la actitud necesarios para afrontar los grandes retos del siglo XXI.