El paro estimula la creatividad de los jóvenes emprendedores
Como muchos jóvenes que se enfrentan a la llamada era de la generación perdida, Oliver Barton acabó sus estudios hace cinco años y comenzó a luchar por forjarse una carrera.
Durante dos años, se dedicó a buscar cualquier tipo de trabajo, desde vendedor por teléfono hasta dependiente en un pequeño comercio. Sin embargo, lo único que hizo fue frustrarse. Y mientras tanto, estuvo viviendo de las ayudas públicas.
“Fue muy duro”, declara Barton a la edición británica de El Huffington Post. “Echaba unos cien currículums a la semana, pero ninguna empresa me contestaba”. Al final, consiguió un puesto en una ferretería, pero le echaron después de un año y medio trabajando allí, y volvió a las listas del paro.
Pero, en vez de rendirse a la aparente imposibilidad de encontrar trabajo en un país donde casi uno de cada cinco jóvenes está desempleado, y donde se espera que la recuperación llegue dentro de dos años, como mínimo, Barton decidió crear su propio puesto de trabajo: aplicó sus conocimientos de cocina y a principios de este año fundó Oliver’s Kitchen. Así, ha llegado a saborear su independencia, y sus crecientes ingresos.
“El hecho de que no pueda acceder a un puesto permanente me ha impulsado, sin duda, a crear mi propio negocio”, dice el joven de 23 años. “Tenía tantas facturas y pagos pendientes que pensé, ‘tengo que hacer cualquier cosa por conseguir dinero’. He estado toda mi vida entre hornos, y esa era mi gran inspiración. Pensé que se me daba bien, y que podía intentarlo y ver si funcionaba. Desde entonces, es a eso a lo que me he dedicado”.
La generación perdida está contribuyendo a propagar la figura del llamado “emprendedor oportunista”. Los jóvenes desempleados, desde Norteamérica hasta Oriente Medio pasando por Europa, se están adaptando a la debilidad crónica del mercado laboral lanzando sus propios negocios.
Según un estudio llevado a cabo por Pollara, en Canadá, donde la tasa de desempleo juvenil duplica la media nacional, aproximadamente el 46% de los jóvenes que acaban sus estudios se ven en la situación de tener que abrir su propio negocio.
“Estas tendencias indican que los jóvenes de todo el mundo se están abriendo paso como emprendedores para salir del paro”, apunta Nicole Goldin, directora de la Iniciativa para la Juventud, la Prosperidad y la Seguridad en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales en Washington, D.C. ”En lugares donde el desempleo es tan acusado, cada vez más jóvenes se hacen emprendedores por necesidad; tienden a arriesgar más”.
El periódico The Huffington Post ha examinado este fenómeno reuniendo la información que le comunican sus ediciones internacionales. El informe resultante señala que, dentro del contexto de crisis mundial, el creciente desempleo juvenil se está traduciendo en este impulso de la innovación emprendedora.
Aunque, si bien es cierto que la dificultad de encontrar un empleo fijo lleva a los jóvenes a desarrollar una nueva mentalidad más audaz, Goldin advierte que la sostenibilidad no está garantizada. Los jóvenes emprendedores encuentran muchos obstáculos en su camino para obtener ganancias y colocar sus productos en el mercado, pues el medio laboral no es demasiado estable, sobre todo en países en desarrollo, donde los recursos y las infraestructuras son limitados.
“Obviamente, hay mucho movimiento en torno a las nuevas empresas, y los emprendedores realizan importantes contribuciones a su economía”, admite Goldin, “pero, ¿cómo se puede reforzar la situación laboral para que estos negocios crezcan y tengan éxito?”.
De momento, añade Goldin, “existe una estrategia, pero teniendo en cuenta la escala y el alcance del paro juvenil en Estados Unidos (y en todo el mundo), no podemos contar con una sola estrategia. Especialmente, porque muchas de las nuevas empresas dirigidas por jóvenes acaban cerrando”.
Barton defiende que su éxito es una muestra de lo que uno mismo puede hacer. “La verdad es que la apertura de negocios es una actividad en auge, pero también hay muchos retos que afrontar”, afirma. “Aunque siempre he querido crear mi propia empresa y ser mi propio jefe, nunca imaginé que lo haría a los 23”. Él prepara dulces tradicionales ingleses como pudding de toffee o tartas Bakewell (hechas de masa quebrada, mermelada y almendra) y los vende en mercadillos y tiendas privadas.
“Quiero animar a los jóvenes a que se planteen en serio la posibilidad de abrir su propio negocio”, declara. “Cuando eres joven y acabas de terminar tus estudios, es muy difícil obtener financiación, pero no debes rendirte nunca. Yo no lo hice y no me arrepiento”.
INCERTIDUMBRE Y LIBERTAD
John Nolan se sentó frente a su pantalla de ordenador a la espera de algún correo electrónico de cualquier empresario que le respondiera de forma positiva. O que simplemente le respondiera. Era abril de 2011 y sólo le quedaba un mes para encontrar trabajo antes de graduarse en la Truman State University de Missouri. Tenía que devolver una deuda de 25000 dólares por su beca de estudios, por lo que se pasaba las noches en vela buscando trabajos por Internet y enviando solicitudes. Sin embargo, tras meses y meses de búsqueda, nadie le llamaba.
“Me daba mucho miedo acabar la universidad sin haber encontrado trabajo, con la preocupación de tener que pagar toda esa deuda”, nos cuenta Nolan. “Pensaba que iba a tener más ofertas de trabajo de lo que podría permitirme, porque me había pasado toda la carrera sin salir de fiesta”.
Parecía que todo el tiempo que Nolan se había pasado “apilando sus currículums” con una media altísima y como organizador de asociaciones estudiantiles no servía de nada. Cuando se graduó en la primavera de 2011, la tasa de desempleo en Estados Unidos de los jóvenes de entre 20 y 24 años se situaba en torno al 15%.
Mientras Nolan seguía preocupado por la falta de ofertas laborales, otro tipo de mensajes inundaba su bandeja de entrada: peticiones como cortacésped. Cuando se dio cuenta de que sus perspectivas de trabajo eran casi nulas, Nolan decidió que convertiría su curro de fin de semana en un trabajo a tiempo completo.
“Pensé, voy a dejar de buscar otros puestos; voy a dedicarme a la jardinería”, cuenta Nolan. Sus padres al principio se mostraron muy escépticos, pero ante la situación crítica en que se encontraba el mercado laboral, especialmente para los jóvenes, no le quedaba otra.
Actualmente, espera que las ventas generadas por sus dos negocios en Kirksville (Missouri) alcancen los dos millones de dólares. Él supervisa a 34 empleados y obtiene contratos de trabajo de instituciones como la Universidad de Iowa para acondicionar su nuevo campo de fútbol.
“Nunca pensé que me dedicaría a esto”, admite Nolan. “Ha sido la mejor decisión de mi vida”.
"SÓLO TIENES QUE BUSCARLO"
Si decimos que una alta tasa de paso conlleva un aumento del impulso emprendedor, entonces España sería la mayor generadora de nuevas empresas, puesto que más de la mitad de españoles de edades comprendidas entre los 15 y los 24 años están oficialmente en paro.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que en España existe un obstáculo añadido, pues para crear una nueva empresa es preciso enfrentarse antes a un número extraordinario de trabas burocráticas. Con todo, unos pocos Don Quijotes consiguen derribar cualquier molino que se cruce en su camino.
“Los más intuitivos, a quienes no nos gusta el trabajo de oficina, lo llevamos peor, pero aprovechamos nuestra creatividad para no tener que estar a las órdenes de nadie”, relata María Mallo, escultora y artista reciclada en ebanista, a El Huffington Post. A finales de 2007 dejó su oficina para empezar a trabajar por su cuenta. Junto a dos amigos, fundó Mecedorama, que crea y vende sillas artesanales muy originales pintadas de brillantes colores. “Dejamos nuestra antigua vida para lanzarnos a nuestra propia aventura”, aclara Mallo. “¿Fines de semana? ¿Vacaciones? ¿Qué es eso?”.
El boca a boca ha aumentado sus ventas, y la compañía se las ha arreglado para asegurarse un lugar en la importante feria de muebles en Salone Satelitte, de Milán. “Tuvimos que pagar 2500 euros por el stand, pero ha sido nuestra mejor inversión”, cuenta. En dos años, Mecedorama ha vendido unas cien sillas, con precios que oscilan entre los 300 y los 700 euros. A pesar del éxito de la compañía, los ingresos aún no cubren los gastos, pero el sueño de Mallo se mantiene vivo.
Al igual que Mallo, María Carmona, de 33 años, también se lanzó a la aventura. Hasta la época de recesión económica, María trabajó como arquitecta, pero llegó un momento en que se vio en la obligación de darle un nuevo giro a su carrera. Actualmente, se gana la vida fabricando muebles a gusto del consumidor. Visita las casas de sus clientes y examina cómo organizan sus cosas, por ejemplo, los calcetines y las medias. Luego, elabora un vestidor o un tocador a la medida de sus necesidades.
“Ha sido duro”, admite, “pero nos dedicamos a lo que queremos. Si no fuera por la crisis, seguiría construyendo edificios; fue el momento perfecto para escapar y plantearme la posibilidad de hacer algo que de verdad me llenara”. Su estudio, un espacio de trabajo compartido en Madrid, todavía está en proceso de construcción, pero tiene una misión clara.
"ME DI CUENTA DE LAS LIMITACIONES"
Mauricio Meza, de Toronto, terminó su Máster en Administración de Empresas en 2010 y solicitó casi 200 empleos hasta que un encuentro fortuito con un antiguo compañero de universidad desencadenó la idea que dispararía sus carreras.
“Cuando terminé, me di cuenta de que muchas de las salidas del máster buscaban un perfil bajo”, afirma Meza, graduado en la Universidad Ryerson de Toronto.
Mientras escrutaba las opciones de investigación en centros canadienses, Meza se encontró con Jorge Silva, un antiguo compañero que estudió ingeniería biomédica y había vuelto a su México natal. Silva estaba trabajando en algo muy interesante: una interfaz que hiciera smartphones más accesibles para discapacitados.
“Sabía que era un tema muy presente en la actualidad, pero vi las limitaciones que un centro de investigación presentaba respecto a la comercialización de la tecnología”, nos cuenta Meza. “Nadie hacía nada por introducir estos productos en el mercado. Pensé que sería un buen experimento para mí abrir una empresa y ver hasta dónde podía llegar”. Este fue el pensamiento con el que Komodo OpenLab se originó.
La empresa ayuda a gente con alguna discapacidad a llevar a cabo actividades del día a día gracias a las nuevas tecnologías, como la aplicación inalámbrica de Tecla Shield, que ayuda a la gente en silla de ruedas a controlarla mediante su móvil, su ordenador o su tableta.
En 2011, después de unos meses dentro del proyecto, Meza descubrió que estaba demasiado ocupado como para buscar trabajo. Aun así, él y sus compañeros de empresa seguían enfrentándose a muchas barreras, sobre todo a la falta de inversión. “A veces me preguntaba si era mejor seguir ese camino o dejarlo y buscar un trabajo”, cuenta.
Seis meses después, Komodo obtuvo una subvención para llevar a cabo una investigación sobre la comercialización. Tres años más tarde, la empresa ha exportado más de 700 unidades a 20 países.
Meza está orgulloso de su éxito hasta el momento, pero su mayor miedo es la competencia; miedo a que otra compañía con más inversión y más renombre se lance a trabajar en el mismo proyecto. “No es un camino fácil”, añade. “Hay mucha incertidumbre, pero si no te importa el hecho de desconocer lo que va a ocurrir dentro de una semana, puede llegar a ser divertido”.
Este camino no siempre es tan arduo para jóvenes de otros países. Por ejemplo, en Alemania, donde la recesión económica no ha tenido tanto impacto en el mercado laboral como en el resto de Europa, tres veinteañeros han unido sus fuerzas para crear Famany, un sitio web que invita a trabajadores a evaluar si sus jefes fomentan la conciliación entre la vida familiar y laboral.
Los tres fundadores, Linda Schuster, de 23, Bernd Kopin, de 24 y Maximilien Roth, de 20, estudiaron Marketing, Administración de Empresas y Telecomunicaciones. A diferencia de muchos de sus compañeros europeos, los tres se lanzaron a la aventura por gusto, por la ilusión de idear un plan original, y no por miedo a no encontrar “trabajos de verdad”.
“Rechazamos de forma consciente algunas ofertas buenas porque estábamos convencidos con la idea de Famani y queríamos que se hiciera realidad lo antes posible”, relata Schuster. “Lo que hemos ganado en cuestión de capacidad y contactos en el último año, y el desarrollo personal que hemos conseguido ha hecho que realmente valga la pena”.
"DÉJATE LLEVAR POR LA PASIÓN"
En Ferrara, una ciudad del centro de Italia, Mattia Toso se vio en la situación de tener que enfrentarse a la demoledora epidemia del paro juvenil. Su pequeña empresa, Kunerango, se las arregló para mantenerse, e incluso prosperar, durante el terremoto que se produjo en la región italiana de Emilia-Romaña el pasado mes de mayo.
Cuando todavía eran sólo estudiantes, Toso y su socio, Luca Ferrari, ya habían elaborado un modelo de desarrollo y distribución de programas para facilitar el manejo de las nuevas tecnologías en el trabajo. Y luego vino el terremoto, que les obligó a acelerar sus planes. “Se impidió el acceso a muchas de las aulas de la Universidad de Ferrara, que tuvieron que cerrarse”, cuenta Toso a L’Huffington Post. “En ese momento, Kunerango sólo era un proyecto, pero decidimos hacerlo público para que el resto de estudiantes y profesores lo usaran para comunicarse entre sí”.
Armados con las herramientas digitales de Kunerango, los profesores pudieron seguir con sus clases de forma online. Y los estudiantes pudieron estudiar para sus exámenes. La universidad se mantuvo abierta a pesar del terremoto y de sus réplicas. “Esta experiencia nos inspiró a salir adelante y a contarle nuestra idea a la gente”, afirma Toso. “Aprendimos mucho de ello”.
También consiguieron el respaldo de H-Farm, un vivero de empresas que ofrece inversión para los negocios por Internet que están comenzando y les asesora durante sus primeras etapas. La inyección de capital y los conocimientos técnicos les ayudaron a modelar su propia visión.
“Hemos creado una plataforma digital que suministra las herramientas necesarias para simplificar el entrenamiento online, tanto para empresas como para universidades”, señala Toso. “Cualquiera que necesite aprender a distancia (en escuelas, universidades, empresas o instituciones gubernamentales) puede acceder a una serie de herramientas digitales desde nuestra plataforma: pizarras electrónicas, videoconferencias o espacios de colaboración virtual”.
Toso y Ferrari actualmente cuentan con cinco empleados, la mayoría de ellos, menores de 30. Ahora tratan de expandir sus fronteras más allá de escuelas y universidades, para llegar a empresas que necesiten implantar un programa de entrenamiento a bajo coste. “En una época de crisis como la que estamos viviendo, este tipo de entrenamiento es fundamental”, dice Toso. “Pero, a menudo, resulta demasiado caro para las empresas, de modo que se ven obligadas a reducir el entrenamiento a unos conocimientos mínimos elementales, o incluso directamente a suprimirlos. Es ahí cuando nuestra plataforma entra en juego”.
Toso y Ferrari son conscientes de las dificultades a las que muchos de sus compañeros se enfrentan, tanto en Italia como en el resto del mundo. De hecho, ellos mismos han tenido que hacer frente a muchas complicaciones, entre otras, ese sentimiento de pesimismo paralizador.
“Al principio, no podíamos creernos que nuestra idea fuera a transformarse en un proyecto empresarial”, señala Toso. “Lo que nos animó a continuar fue la pasión que pusimos en nuestro trabajo. Y ese es el consejo que me gustaría dar a todos los que están en nuestra situación: dejaos llevar por vuestra pasión”. Mi lema personal es: si tienes una pasión, confía en ella hasta el final, y trabaja para hacerla realidad. Si eres fiel a este credo, todo lo demás es más sencillo. Las largas horas, las noches sin dormir… luego te das cuenta de que más que tratar de llegar a fin de mes, es mejor intentarlo desarrollando una idea”.
Lucy Sheriff informó desde Londres, y Jillian Berman desde Nueva York. También colaboraron Giulia Belardelli desde Roma, Sunny Freeman desde Toronto, Ana Torres y Guillermo Rodríguez desde Madrid, Slanislas Kraland y Marine Le Breton desde París, y Jan David Stutthoff desde Berlín.
Traducción de Marina Velasco Serrano