Carta a la matrona que estuvo conmigo para el nacimiento y la muerte de mi hijo
Me ayudaste en el día más duro de mi vida y te estaré eternamente agradecida.
Por Amanda Smith
Querida matrona:
Hace cuatro años nos conocimos en unas circunstancias horribles. Fuiste mi matrona el día que di a luz a mi hijo con solo 23 semanas de gestación.
Fue un día que no voy a olvidar jamás, y a ti tampoco te voy a olvidar. No debe de ser sencillo ser la matrona encargada del parto de alguien que está a punto de perder a su bebé.
Fuiste amable conmigo en el peor día de mi vida. Limpiaste a mi hijo, le envolviste en una mantita y nos lo entregaste para poder sostenerlo. Trataste a nuestro pequeño como si de verdad importara. Permaneciste a la espera, en silencio, durante sus dos horas de vida. De vez en cuando, te acercabas para comprobar que su corazón seguía latiendo. No puedo ni imaginarme lo duro que debió de ser eso para ti. Cuando su pequeño corazón dejó de latir, le llevaste cuidadosamente a la báscula para pesarle y medirle después. Esperaste a que su corazón se detuviera para hacer todo eso, con el objetivo de que pudiéramos sostenerle mientras aún vivía. Por ese tiempo que nos regalaste, te estaré eternamente agradecida.
Entonces, saliste para buscar un gorrito que pudiera valerle a nuestro pequeño. De hecho, volviste con dos. Seguían quedándole demasiado grandes, pero era lo único que había disponible. Nos diste tiempo para despedirnos de Robby, sin meternos prisa. Cuando nuestra familia ya se había despedido de Robby, le cogiste en brazos como si se tratara de un bebé con vida y te lo llevaste con mucho cuidado. Ese momento en el que te di a mi hijo para que te lo llevaras fue uno de los más difíciles de mi vida, pero tu amabilidad me resultó de gran ayuda. Me diste el primer gorrito que llevó mi hijo para que me lo quedara. Ese gorro es la única prueba física que tengo de él, y te estaré eternamente agradecida por ese gesto. Le colocaste el segundo gorro en la cabecita y te lo llevaste.
Después de darte a Robby, te aseguraste de que me trasladaran a otra planta. Estar en el área de partos y en el paritorio era demasiado duro. Ni siquiera tuve que pedirlo, simplemente me llevaste a una planta completamente diferente, lejos de los coros de voces alegres de todas las demás personas con bebés recién nacidos. Me llevaste a una planta muy lejos del paritorio donde había perdido a mi pequeño, y te estaré eternamente agradecida por eso.
Al día siguiente viniste a mi nueva habitación y me trajiste una galleta de chocolate de la cafetería, querías saber qué tal estaba. Me ayudaste en el día más duro de mi vida y te estaré eternamente agradecida por eso.
Querida matrona, te doy las gracias por ser tan considerada, comprensiva y amable en esos días tan terribles.
Este artículo fue publicado originalmente en 'The Mighty', luego en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.