La motosierra y el Estado

La motosierra y el Estado

"No hay verdadera democracia sin equidad, sin justicia social, sin la anteposición del individuo a las especulaciones que en algunos casos deifican a la comunidad y en otros casos divinizan al mercado".

Javier Milei e Isabel Díaz Ayuso, en Madrid.Getty Images

La democracia política, desarrollada por sucesivas generaciones de economistas y políticos desde las revoluciones burguesas del XVIII y el XIX, tiene un fundamento ético que no se puede obviar la hora de efectuar propuestas económicas: el protagonista de la política y de la economía es el ser humano, que es sujeto de derechos inalienables, y entre otros el de realizarse como persona, aun cuando en determinadas ocasiones haya de ser ayudado o sostenido por la comunidad. No hay verdadera democracia sin equidad, sin justicia social, sin la anteposición del individuo a las especulaciones que en algunos casos deifican a la comunidad y en otros casos divinizan al mercado. Incluso las tesis supuestamente ultraliberales de Adam Smith han sido revisadas; por ejemplo, en el fundamental artículo “Adam Smith and Conservative Economics” de Emma Rotschild, publicado en 1992, en que la autora destaca la influencia que tuvo Smith en ciertos revolucionarios franceses y cómo Dugald Stewart, discípulo de Smith, el primero de sus biógrafos y el encargado de la recopilación post mortem de sus textos, tuvo que ocultar ciertas tendencias de este filósofo, entre las que se encontraba, por ejemplo, su empatía por las clases desposeídas. Stewart hizo esto con el propósito de proteger a Smith y a sus seguidores de cualquier asociación con el jacobinismo, que era duramente perseguido por las autoridades británicas en el contexto del triunfo revolucionario y, posteriormente, jacobino. El capitalismo es inmoral si no acepta las correcciones éticas del humanitarismo.

Viene esto a cuento, es obvio, de la epidemia de ultraliberalismo que han dejado tras de sí las ultimas crisis, del que el argentino Milei es esperpéntico modelo. Los fracasos manifiestos del eficiente consenso socialdemócrata creado tras la segunda guerra mundial en la solución del crash de 2008 y de la crisis sanitaria de 2020 han alentado el resurgimiento de las viejas utopías que causaron el gran estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Milei, un personaje simple y primario, es —hay que reconocerlo— el fruto indeseado de muchos años de decepcionante peronismo, un movimiento que si bien fue capaz de generar un somero estado de bienestar durante los dos primeros gobiernos del general Perón a mediados del siglo pasado, cayó pronto en el confuso burocratismo populista e intervencionista que desembocó en el cruento golpe de estado de 1976 y, retornada la democracia, en el nefasto kirchnerismo.

El prolongado naufragio del centro izquierda peronista y el colapso del radicalismo han lanzado a los electores argentinos al abismo. A una opción extrema de ultraderecha liberal representada por Hayek, máximo exponente de la escuela de Chicago, que inspiró la reformas económicas del general Pinochet. Una opción encabezada por el demente Milei, quien disculpa el inicuo golpe de Estado de los generales.

Como es sabido, Friedrich A. Hayek, en su libro "La arrogancia fatal. Los errores del socialismo" de 1988, muy criticado por las escuelas filosóficas del siglo XX, arremete contra "lo social" y cuenta cómo los estudiosos alemanes "no dejan de ser conscientes de la existencia de un indudable conflicto entre el Rechstaat (Estado de Derecho) y el Sozialstaat (Estado Social), pero zanjan la cuestión con el Soziale Rechstaat (Estado Social de Derecho) de su Constitución, que fue redactada por un conjunto de confusos fabianos inspirados en quien, en el siglo XIX, fuera el inventor de la expresión Nacional Socialismo: Friedrich Naumann". La vinculación de la justicia social con el nacionalsocialismo es maliciosa, puesto que en Occidente han prosperado las construcciones democristianas y socialdemócratas, en tanto Hayek invoca a Nietzsche para recuperar una oscura descripción compasiva del socialismo de raigambre cristiana que inclina a auxiliar a los desheredados.

En la era actual, las sociedades modernas no están dispuestas a someterse al imperio inflexible del mercado, que es el agente que mejor asigna los recursos en términos económicos pero que debe someterse a criterios políticos y sociales, que han de prevalecer sobre los demás. El lema de los socialistas del SPD alemán en el célebre congreso de Bad Godesberg de 1959 es suficientemente expresivo: “libertad hasta donde sea posible; Estado hasta donde sea necesario”. Quiere decirse que el principio de equidad ha de garantizar a todos el disfrute de los derechos sociales —sanidad, educación, seguridad, asistencia social—, que el Estado deberá atender en tanto no los provea espontáneamente la sociedad civil.

Milei ganó las elecciones enarbolando la motosierra con la que pensaba desmantelar el Estado. Ya ha empezado a hacerlo con aprovechamiento, y en seis meses ha reducido obviamente la inflación galopante… pero también la actividad y el empleo, mientras subía prodigiosamente el número de pobres. Son las viejas recetas del “ajuste duro”, que, partiendo de la situación en que ya estaba Argentina, condena al hambre física a la mitad (al menos) de la población.

El camino del kirchnerismo fue disparatado, pero la solución no pasa por someter a la población a un sacrificio inhumano, impuesto por un loco de atar que grita más que habla y que seguramente ni siquiera entiende los efectos reales de sus propias decisiones disparatadas .