Los derechos LGTBI son también derechos humanos

Los derechos LGTBI son también derechos humanos

Hará falta mucha pedagogía y mucha movilización social. Una pedagogía que debería empezar por explicarles a los diputados del PP europeo que votaron en contra de un informe de la Eurocámara que el reconocimiento y garantía de los derechos LGTBI no es una cuestión ideológica, como tampoco ajena a los intereses de la UE. Se trata nada más y nada menos que de una cuestión de derechos humanos, o sea, de democracia.

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Durante más de dos siglos las mujeres lucharon para que al menos formalmente se reconociera que sus derechos eran también derechos humanos. Ese reconocimiento no se produjo en el Derecho Internacional hasta la década de los 90 del pasado siglo. Un largo y arduo camino en el que las mujeres, y junto a ellas muchos hombres cómplices, tuvieron que batallar contra unas estructuras patriarcales que las situaban en los márgenes. Obviamente este proceso dista mucho de haberse concluido, máxime cuando la crisis actual está afectando de manera singular a las mujeres al tiempo que asistimos a un renacimiento de posiciones y actitudes "neomachistas". El movimiento reivindicativo de las mujeres y los logros que han ido alcanzando a nivel jurídico y social son la mejor prueba de que los derechos humanos son, como los definió Joaquín Herrera, "procesos de lucha por la dignidad". Por lo tanto, no se trata de estados definitivos y permanentes sino más bien de dinámicas que están en permanente ebullición y también, no lo olvidemos, en permanente peligro de lesión. De ahí que en materia de derechos no sea posible bajar la guardia y mucho menos pensar que lo conseguido es irreversible.

En ese proceso de lucha y progresiva conquista llevamos también décadas inmersos las mujeres y los hombres del colectivo LGTBI, hasta el punto que, como bien lo explica Frédéric Martel en su imprescindible Global Gay, la diversidad afectiva y sexual constituye la "nueva frontera" de nuestra época. Una frontera que se sitúa en el mismo foco de lucha que durante siglos han tenido y siguen teniendo las mujeres, es decir, el orden patriarcal construido sobre la heteronormatividad y sobre la exclusión de quienes no se ajustaban a ella. En los últimos años hemos asistido gozosamente al progresivo reconocimiento en diferentes países de un estatuto de ciudadanía que los ordenamientos negaban a quienes no se ajustaban al patrón heterouniversal. A pesar de las resistencias, de las diferentes velocidades, de la necesaria contextualización de la lucha del colectivo, los derechos LGTBI se han instalado en primera línea de la agenda internacional y creo que, afortunadamente, este proceso es ya irreversible. Por mucho que sigamos encontrando piedras en el camino y, por supuesto, sin que olvidemos que ese proceso exige un trabajo diario de defensa y promoción.

El pasado 4 de febrero el Parlamento europeo aprobó un completo informe en el que plantea una hoja de ruta de la Unión Europea contra la homofobia y la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género. Ante la ausencia de una política global de protección de los derechos fundamentales de las personas LGTBI, se recomienda la actuación en una serie de ámbitos -el empleo, la educación, la atención sanitaria, el acceso a bienes y servicios, la especificidad de las personas trans e intersexuales; la ciudadanía, las familias y la libertad de circulación, la libertad de reunión y de expresión, la incitación al odio y los delitos motivados por el odio, el asilo- en los que se sigue constatando la discriminación.

A pesar de que instrumentos como éste no tienen un efecto directamente vinculante, como sería lo deseable que finalmente se lograra en el ámbito comunitario, tiene una gran importancia que las instituciones europeas se sitúen en primera línea de defensa de estos derechos y, entre otras cosas, le saquen los colores a aquellos Estados que siguen sin entender que sin efectiva igualdad de todos y de todas no puede haber democracia. Una vez marcada la hoja de ruta, es el momento en el que los poderes públicos estatales y también la sociedad civil, los movimientos sociales, la ciudadanía en definitiva, la asuma como parte del proyecto transformador de un modelo de convivencia que sigue marcando jerarquías en función de la afectividad y la sexualidad de los individuos.

Para ello hará falta, como condición indispensable, mucha pedagogía y mucha movilización social. Más de la que podríamos pensar si tenemos en cuenta el contexto reaccionario y neoconservador que en materia de igualdad estamos viviendo en países como el nuestro. Una pedagogía que debería empezar por explicarles a los diputados del PP europeo que votaron en contra de este informe que el reconocimiento y la garantía de los derechos LGTBI no es una cuestión ideológica, como tampoco ajena a los intereses de la Unión Europea. Se trata nada más y nada menos que de una cuestión de derechos humanos, o sea, de democracia. Por lo tanto se inserta en el corazón mismo del proyecto europeo y en el de cualquier programa político que crea de verdad en la igualdad de todos los seres humanos. Lo contrario es una esquizofrenia que revela que las ideologías no han muerto y que algunas de ellas rozan el límite de lo que el pluralismo democrático debería amparar.

Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor, Las Horas.

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Octavio Salazar Benítez, feminista, cordobés, egabrense, Sagitario, padre QUEER y constitucionalista heterodoxo. Profesor Titular de Derecho Constitucional, acreditado como catedrático, en la Universidad de Córdoba. Mis líneas de investigación son: igualdad de género, nuevas masculinidades, diversidad cultural, participación política, gobierno local, derechos LGTBI. Responsable del Grupo de Investigación Democracia, Pluralismo y Ciudadanía. En diciembre de 2012 recibí el Premio de Investigación de la Cátedra Córdoba Ciudad Intercultural por un trabajo sobre igualdad de género y diversidad cultural. Entre mis publicaciones: La ciudadanía perpleja. Claves y dilemas del sistema electoral español (Laberinto, 2006), Las horas. El tiempo de las mujeres (Tirant lo Blanch, 2006), El sistema de gobierno municipal (CEPC 20007; Cartografías de la igualdad (T. lo Blanch, 2011); Masculinidades y ciudadanía (Dykinson, 2013); La igualdad en rodaje: Masculinidades, género y cine (Tirant lo Blanch, 2015). Desde el año 1996 colaboro en el Diario Córdoba. Mis pasiones, además de los temas que investigo, son la literatura, el cine y la política.

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