En la ceremonia de los Goya nadie, ni un solo hombre o mujer, dedicó el premio a su pareja del mismo sexo. Nadie se atrevió a estar fuera del armario o a salir de él delante de los millones de personas que desde sus casas veían la gala. Nadie pronunció las malditas palabras: mi marido, mi esposa, mi compañera, mi pareja, mi amor... para a continuación evidenciar que se trataba de una persona del mismo sexo que el premiado.