prisiones
Nuestro combate para salvar a la infancia de la violencia empieza en las prisiones
Said, que tiene nombre y apellido, para las autoridades penitenciarias mexicanas no alcanza siquiera a ser un número. No existe, es invisible, porque ninguna ley lo toma en cuenta, porque no hay políticas públicas ni programas de desarrollo para él, porque no hay recursos públicos destinados a las niñas y niños que nacen y viven en la cárcel.
El experimento de la cárcel de Stanford
En 1971, el profesor de Psicología Philip Zimbardo reunió a un grupo de jóvenes universitarios que se presentaron voluntarios para interpretar durante dos semanas el papel de presos o de carceleros, con el objetivo de evaluar cómo puede influir en nuestro comportamiento adoptar un rol determinado. El horror que se vivió durante el experimento obligó a suspenderlo a los pocos días.