Nombro una cosa como un búcaro o una trompeta, y la cosa aparece ante mí y, lo más asombroso, también ante todas las personas que me han oído pronunciar la palabra. O bien, eres tú la que pronuncias palabras como amado, enemigo o estúpido y soy yo el que tiembla de deseo, de miedo o de ira. Y es que las palabras no sirven solo para designar cosas, para referirnos a lo que pasa, son también lo que pasa o hace que pasen cosas.