El cese de la violencia por parte de la banda terrorista acabó con 43 años de muerte y miedo. España afronta ahora el reto de gestionar bien la memoria de aquel horror.
Existe mucha bibliografía sobre cómo trabajar con las personas que van a consulta para disminuir los pensamientos relacionados con una posible enfermedad. Suelen acudir por recomendación del doctor; que ve cómo, por más que comparte con esa persona las explicaciones médicas apropiadas a cada caso, el malestar no disminuye.
Los yihadistas están educando para la violencia. Desde la Alianza de Civilizaciones, que también incluye países musulmanes, hay que educar para la paz y la convivencia. Lo que nos falta por conseguir no debe ser el argumento para no intentar lograrlo. Ninguna guerra ha vencido a la paz, no dejemos que ahora la venza el miedo.
En este año, las sensaciones de haber avanzado mucho y sentir que es poco, extrañamente conviven en nuestros pensamientos. Ojalá que de la propia sociedad surjan movimientos en pro de un diálogo que traspase los muros invisibles que dividen la sociedad vasca. En el descubrimiento y diálogo interpersonal también está el futuro de la convivencia en Euskadi.
La memoria de la víctima hace que el relato no pueda ser neutral, porque siempre habrá alguien que asesinó y alguien que fue asesinado. Y siempre habrá quienes apoyaron el asesinato y quienes resistieron, o resistimos.
Aún queda en Euskadi mucho fanatismo, bastante odio, una importante cantidad de exclusión por sentimiento de pertenencia y demasiadas actitudes claramente antidemocráticas.