Qué hacer cuando vives con alguien siempre preocupado por su salud
Existe mucha bibliografía sobre cómo trabajar con las personas que van a consulta para disminuir los pensamientos relacionados con una posible enfermedad. Suelen acudir por recomendación del doctor; que ve cómo, por más que comparte con esa persona las explicaciones médicas apropiadas a cada caso, el malestar no disminuye.
Existe mucha bibliografía sobre cómo trabajar con las personas que van a consulta para disminuir los pensamientos relacionados con una posible enfermedad. Suelen acudir por recomendación del doctor; que ve cómo, por más que comparte con esa persona las explicaciones médicas apropiadas a cada caso, el malestar no disminuye.
Sin embrago, no solemos preocuparnos y ni acordarnos (ni los médicos, ni los psicólogos) de las personas que comparten su tiempo y vida con estas personas.
Hoy mi post es para vosotros, que estáis ahí, que os esforzáis por hacer entender que no pasa nada, que todo está bien, que no es para tanto. Para vosotros que cambiáis una y mil veces de estrategia con la esperanza de dar por fin con la manera de hacerle ver que su preocupación es mayor que su dolencia.
En este texto pretendo compartir con vosotros, lo que podemos hacer, del mismo modo que en consulta lo hago con los que padecen estas "obsesiones". No hay culpables. Si cada uno hace lo que está en su mano, podemos darle la vuelta a esos pensamientos. Seguiremos preocupándonos por la posibilidad de enfermar, pero sin que me afecte de manera negativa a mí, ni a mi entorno.
En primer lugar quiero comentar que el miedo a padecer una enfermedad es uno de los temores más generalizados y que se trata de una muy frecuente fuente de conflictos en el seno de las familias. Esta situación puede ser más o menos "grave" en función de la intensidad de los pensamientos y de las emociones asociadas.
Con mucha frecuencia, solemos utilizar a la ligera el término hipocondría, que es la preocupación excesiva ante la posibilidad de sufrir una enfermedad por la interpretación exagerada de algún síntoma. Esta preocupación no desaparece una que vez la persona recibe las explicaciones médicas y suele afectar de manera significativa a su vida social y laboral.
Existen además muchos otros criterios necesarios para el diagnóstico de la hipocondría que en la mayoría de los casos (que vienen a consulta) no suelen cumplirse. Hay algunos aspectos que es bueno que tengáis en cuenta los que acompañáis a esta persona que sufre una preocupación excesiva por su salud:
1-. La hipocondría es un trastorno mental y sólo puede ser diagnosticado por un profesional de la salud experto en el comportamiento humano. Conviene evitar poner una 'etiqueta' equivocada ya que esto hace que la persona se identifique con ella.
Llama patoso a un niño durante años y se comportará como tal. Si lo que observo es que se preocupa mucho por su salud, será justamente eso lo que diré, sin etiquetas.
2-. Debemos tomar conciencia de que no finge. Es decir, que la molestia o el síntoma es real aunque lo pueda sentir de manera exagerada. Si cree estar enfermo, lo pasa igual de mal que si lo está. Nadie quiere sentirse mal. Recuerda que la interpretación que hace puede ser equivocada pero el miedo que siente es muy real.
Existe el trastorno ficticio que ocurre cuando la persona finge de manera intencionada para "disfrutar" de las ventajas propias del papel de enfermo, pero este trastorno suele ser identificado por el médico sin dificultad.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
1-. Se empático, ponte en su lugar antes de "censurar" sus quejas. Imagina que creyeras estar gravemente enfermo y que las personas que te rodean se mostraran molestos. Recuerda que su preocupación, aunque exagerada, es sincera. Debes poner límites a sus demandas, pero sin negar su malestar.
2-. No te enfades ni discutas sus pensamientos. Cuando su preocupación disminuya, facilítale información objetiva. La persona que se siente así está compartiendo con nosotros un dolor real y, al negarlo, le estamos negando también el reconocimiento de su sufrimiento. Recuerda: la enfermedad puede no ser real pero el sufrimiento sí lo es.
3-. No le digas cómo se tiene que sentir. Cuesta mucho aprender a escoger y definir las emociones.
4-. No le digas lo que tiene que pensar. Recuerda: para ayudarle a cambiar de opinión debes facilitarle información objetiva cuando esté tranquilo. En los momentos de preocupación no es capaz de interiorizar los mensajes y los recibe como un ataque.
5-. Sé una oreja. Ni premies ni castigues. Sólo escucha. Esa persona quiere compartir su malestar, no discutir sobre él. Si le llevas la contraria sentirá la necesidad de explicarte de nuevo cómo se siente y esto implica volver a prestar atención a sus molestias.
6-. No habléis de enfermedades, el diagnóstico es cosa del médico. Hablad de síntomas. Los síntomas dependen de las sensaciones, el diagnóstico depende del criterio del médico.
7-. Prohibido buscar información sobre las enfermedades en internet. En internet hay muchísima información útil, pero cuando hablamos de temas de salud, no es una fuente fiable. Confía en un profesional.
8-. No se trata de negar la posibilidad de enfermar o de que la enfermedad que esa persona tiene se agrave. Se trata de ayudar a aceptar.
9-. Negociar (cuando el miedo no esté presente) qué síntomas implicarán visitas al médico, cuáles no, y con qué frecuencia. La prevención no implica obsesión.
10-. Asegurarse de que no se premian las quejas sin dejar de empalizar.