Construir convivencia en Euskadi
Aún queda en Euskadi mucho fanatismo, bastante odio, una importante cantidad de exclusión por sentimiento de pertenencia y demasiadas actitudes claramente antidemocráticas.
Tras el cese de la actividad terrorista de ETA el pasado 20 de octubre a la sociedad vasca se le plantean dos grandes retos: la desaparición definitiva e incondicional de ETA y la construcción de una convivencia en paz, libertad e igualdad. Dos retos que vienen a ser como dos caras de la misma moneda. Porque todo lo que ayude a la disolución de ETA mejorará la convivencia por razones obvias, y todo lo que hagamos para mejorar la convivencia acelerará el final de ETA.
Con relación al primer reto, el final definitivo de ETA, tenemos que ser conscientes de que una organización terrorista que ya no genera terror por decisión propia, y que tampoco tiene ingresos al cesar el chantaje al que sometía a los empresarios es, utilizando términos mercantiles, una "empresa" abocada a la quiebra, es decir, a la desaparición en el corto-medio plazo. Una empresa con un fuerte pasivo, sus presos, y sin más activos que lo que queda de la banda tras sucesivos golpes policiales. Siguiendo el símil mercantil, lo que suele plantearse en casos de quiebra de una empresa es el nombramiento de un "administrador" que gestione el final de la sociedad. Y a mi juicio, más que buscar en el ámbito internacional al administrador de la quiebra, sería más lógico que ETA nombrase para ese papel a quienes han sido su brazo político durante muchos años.
Decía que todo lo que acelere el final definitivo de ETA mejorará la convivencia, ya que la causa fundamental del déficit de convivencia que hemos padecido en los últimos 35 años en el País Vasco tiene su origen en ETA. Y es curioso constatar cómo desde hace siete meses hablamos de ETA en pretérito perfecto: "Lo que hemos vivido, lo que nos ha pasado, lo que hemos sufrido, la resistencia que hemos ejercido etc". Parece como si la convivencia se hubiera instalado de repente en la sociedad vasca y no es cierto. Lo que sí hemos vivido es un "tsunami de alivio" tras el cese del terrorismo. Es verdad que estamos mucho mejor, y hay que alegrarse por ello, pero esa alegría o ese alivio no puede llevarnos a la conclusión de que tenemos que superar el pasado olvidando lo sucedido como algunos quieren hacernos creer. Unos, porque no quieren hacer autocrítica de su pasado de connivencia con el terror, y otros porque miraron para otro lado cuando el horror ocurría a la puerta de su casa. Por eso tenemos que construir la convivencia sobre la memoria. Sobre la memoria del horror padecido, sobre la memoria de las víctimas inocentes y sobre la memoria de la responsabilidad ética, social y política de los victimarios.
Y tenemos que construirla sobre los valores contra los que ETA atentó. Valores de libertad, de igualdad, de justicia, de tolerancia, de respeto al pluralismo intrínseco de la sociedad vasca. Valores éticos y democráticos encarnados en la democracia y en el Estado de Derecho. Porque aún queda en Euskadi mucho fanatismo, bastante odio, una importante cantidad de exclusión por sentimiento de pertenencia y demasiadas actitudes claramente antidemocráticas. Decíamos en el inicio de la Transición que España no se acostó un día totalitaria y se levantó demócrata el día de la aprobación de la Constitución. Lo mismo podemos decir del mundo de Batasuna. En su particular transición hacia la democracia no podemos esperar que quien ha sido totalitario durante muchos años se convierta en demócrata por acatar la legalidad, ley de partidos incluida, como ha hecho Sortu. Y les queda un importante camino que recorrer.
Y tenemos que plantearnos como objetivo la recuperación para la convivencia, para la democracia de todos aquellos grupos y personas que lucharon contra ella. Siendo conscientes de que el camino lo tienen que hacer ellos, pero siendo también conscientes de que podemos y, a mi juicio, debemos ayudarles a recorrer ese camino. Compaginando exigencia democrática con apertura sincera a quienes, también sinceramente, opten por ella. Y compaginando el mandato constitucional del pago de la parte retributiva de la pena con el, también mandato constitucional, de la reinserción del penado de forma individual y conforme a las previsiones legalmente establecidas.
Y todo lo dicho será mucho más fácil cuando ETA se disuelva definitiva e incondicionalmente. Estoy firmemente convencido de que veremos ese final y de que seremos capaces de construir, en palabras del lehendakari López, una sociedad decente. Queda mucho trabajo por realizar, sí; muchas heridas por cerrar, también, muchas complicidades que tejer, por supuesto. Pero, a mi juicio, la sociedad vasca está dispuesta en su inmensa mayoría a afrontar un futuro diferente basado en valores éticos y democráticos, a tejer pactos de convivencia entre diferentes, a impedir que se repita lo que hemos sufrido. Y siendo todo ello complicado, que lo es, también tenemos que ser conscientes de que si hemos derrotado a ETA, cosa de la que dudábamos no hace mucho, podemos, entre todos, construir una sociedad vasca nueva, que sea capaz de pasar página del horror. Pero después de haberla leído completa y con atención, después de hacer autocrítica cada cual de su actitud y de su comportamiento en estos años, y de sacar de todo ello conclusiones en forma de valores por los que trabajar y de principios que defender en el futuro. Ese es nuestro reto como sociedad, ese es el reto del Gobierno Vasco y esa es la labor que el lehendakari López ha encomendado a su Comisionado para la Convivencia.