Ay Paco. Mi querido Paco. Cuántas noches cenando pescado envasado al vacío. Cuántas horas buscando en el súper algo que no fuera salmón o bacalao. No tengo ni idea de qué haces tú, un Paco castellonense, vendiendo pescado en Dublín, pero tampoco me importa. Paco, por favor, no me abandones.