El lado bueno del Internet de las Cosas
Imaginemos que tenemos acceso a todos los sensores y datos que podamos necesitar. Aun así, hay que analizar estos datos y decidir qué camino coger: un futuro gobernado por las "cosas", o un futuro basado en las personas que utilice las "cosas" para medir el funcionamiento de nuestra sociedad a diferentes escalas, adaptándonos a las necesidades locales y luchando contra la desigualdad.
Internet no solo es cosa de humanos hablando con humanos a través de las redes sociales. También va de humanos hablando con máquinas, o incluso de máquinas hablando con otras máquinas. Cada día avanzamos hacia un mundo donde todo está conectado a Internet, desde un coche hasta una maquina de café o incluso la ropa. Y todas las cosas son capaces de hablar entre ellas. El Internet de las Cosas (Internet of Things) está creciendo basado en la proliferación de objetos equipados con sensores que utilizan protocolos de comunicación compartidos. Se cree que en 2020 más de 100 mil millones de objetos en el mundo estarán conectados. Con el Internet de las Cosas, las fronteras entre el mundo digital y el físico se vuelven borrosas. Estos son algunos ejemplos de las oportunidades que esta nueva ola tecnológica nos ofrece a escala global:
- Sensores de temperatura en cajas de vacunas que se comunican por SMS y avisan cuando se rompe la cadena de frío durante su distribución.
- Contenedores de comida que integran GPS y medición automática de humedad para asegurar que la comida transportada llega en buen estado.
- Medidores de consumo de energía inteligentes que permiten entender y optimizar el consumo de energía en edificios públicos.
- Sistemas de sensores instalados en tierras de cultivo para monitorizar las condiciones ambientales y proporcionar a los pequeños agricultores consejos personalizados para optimizar su cosecha.
- Pastillas que contienen sensores que al ser ingeridas por las vacas pueden medir sus pulsaciones o el tiempo de rumia para que los ganaderos controlen el estado de salud y la productividad de las vacas.
- Sensores que pueden identificar cuándo las bombas de extracción de agua de pozos están rotas y avisan automáticamente al reparador.
- Dispositivos low cost para medir contaminantes en el agua desde el terrero usando análisis espectral.
- Nanosatélites del tamaño de cajas de zapatos que graban videos de la tierra en alta resolución y que se usan, entre otras cosas, para medir la deforestación en tiempo real.
- Redes de drones que transportan pequeños paquetes de tamaño estándar en lugares como la selva, donde no hay infraestructura ni carreteras- imitando el protocolo de enrrutado de los paquetes de datos de internet pero con paquetes físicos.
Tetera Htcpcp que puede controlar y monitorizar tazas de cafe remotamente mediante el protocolo Hyper Text Coffee Pot Control Protocol (HTCPCP). Foto de A. cilia - CC BY-SA 3.0. Fuente: WIKIPEDIA
Básicamente, cualquier cosa conectada puede ser parte de este sistema colectivo. Incluso existen dispositivos que sin tener batería pueden formar parte de la red, alimentándose de las señales de radio que nos rodean. Está claro que la ultraconectividad abre un mundo de oportunidades, pero también puede generar amenazas. Por ejemplo, hoy en día hay decenas de miles de personas que llevan un marcapasos que está conectado a internet para que si fuera necesario, el médico pueda utilizar el desfibrilador para darle una descarga vital de manera remota. Pero si el sistema fuera hackeado, el paciente podría recibir una descarga sin control en cualquier momento.
La caída del precio de los sensores y la electrónica embebida, la explosión de las impresoras 3D, y los diseños open source son parte de la causa del éxito de los fenómenos Maker y Do-It-Yourself (Hazlo Tú Mismo). Y ocurren cosas tan increíbles como que se puedan fabricar inhaladores para asmáticos muy baratos usando la tecnología de helicópteros de juguete sencillos. Las innovaciones low cost hechas con tecnología de consumo son una oportunidad sin parangón para que el Internet de las Cosas impacte positivamente en la vida de millones de personas y su uso se extienda también a lugares con pocos recursos. De hecho, a la velocidad que la conectividad móvil está penetrando en todos los países, muchos de los nuevos servicios ofrecidos por el Internet de las Cosas aparecerán primero en países en desarrollo, como ha sucedido por ejemplo con la banca por teléfono móvil, muy extendida en Africa.
Dicho esto, imaginemos que tenemos acceso a todos los sensores y datos que podamos necesitar. Aun así, hay que analizar estos datos y decidir qué camino coger: un futuro gobernado por las "cosas", o un futuro basado en las personas que utilice las "cosas" para medir el funcionamiento de nuestra sociedad a diferentes escalas, ayudando a adaptarse a las necesidades locales y luchando contra la desigualdad. Más cerca de Ciudadanos Inteligentes que de Ciudades Inteligentes.