Curry y sus Warriors entran en la historia de la NBA
Tras el batacazo sufrido en Oklahoma y con la moral hecha añicos luego de la tormenta que les arrasó en el Chesapeake Energy Arena (derrotas por 28 y 24 puntos), los Warriors volvían a la Bahía de San Francisco, a su fortín, al cobijo de un público que les lleva en volandas cada vez que ejercen de local. Una guarida casi inabordable.
Foto: EFE
La epopeya de los Warriors bien merecía unas líneas. Su gesta, con tan solo nueve antecedentes en la historia de la NBA, debe ser contada.
La remontada se gestó en el quinto partido de la serie. Tras el batacazo sufrido en Oklahoma y con la moral hecha añicos luego de la tormenta que les arrasó en el Chesapeake Energy Arena (derrotas por 28 y 24 puntos), los Warriors volvían a la Bahía de San Francisco, a su fortín, al cobijo de un público que les lleva en volandas cada vez que ejercen de local. Una guarida casi inabordable (solo dos derrotas en la temporada regular después de 41 encuentros jugados). Las genialidades de Curry y los chispazos de Klay Thompson daban un escaso margen a la franquicia local, pero OKC hacía la goma, apretaba a los Warriors y no les dejó despistarse un segundo. El corazón del Oracle Arena se encogía cada vez que Durant y Westbrook tensaban la cuerda. Finalmente, Curry, con 12 tantos en último cuarto, solventaría un choque de colmillo retorcido (120-111).
OKC tenía aún dos balas más para finiquitar la serie, pero Curry y los suyos no se querían ir de vacaciones tan pronto. La memorable temporada del 73-9 no merecía este final tan apresurado. El unánime MVP (primero en la historia) así lo remarcaba, gritando a la grada con rabia: "No nos vamos a casa, no nos vamos a casa". Era un grito de guerra y un aviso a navegantes. Un toque de atención a los chicos del coach Donovan. Las pancartas en la grada también reclamaban un séptimo partido. "Nos vemos el lunes", vaticinaban algunos. La profecía se acabaría cumpliendo.
Los Warriors llegaron al Chesapeake Arena con la moral alta. La victoria en el quinto fue un bálsamo, un punto de inflexión. No importaba cómo de atronador fuera el ruido que manaba de la temible cancha de OKC. El más ensordecedor jamás visto en ese pabellón, contaban algunos periodistas por Twitter. No importó. Con la autoestima subida, los Warriors se pusieron por delante bien pronto (12-9), si bien los locales tomaron las riendas del duelo y no las soltaron hasta el inicio de la segunda parte. Un par de triples de Klay Thompson, nada más reanudarse la segunda mitad, situaron el encuentro en un puño. El guionista de la contienda planificó un pulso de leyenda y todos los espectadores se lo agradecimos.
La serie adquiría tintes épicos -y dramáticos para los intereses del equipo perdedor-. Una canasta de Curry daba el mando del encuentro a los Warriors (62-61), hasta que Ibaka y Durant devolvieron el liderato al equipo de casa. Kerr tuvo que campear el temporal pidiendo un tiempo muerto y confiando el futuro de su equipo a los Splash Brothers... Y a Draymond Green. Un nuevo triple de Thompson -con el que igualaba el récord en un partido de playoffs (9)- enjuagó la ventaja local (89-84). Los Thunder se enredaban en ataque ante la defensa coral -con especial mención a Iguodala- de Golden State, y en el otro lado de la cancha Curry se hacía el dueño y señor del encuentro anotando canastas memorables delante de cualquiera que osara defenderle o tenderle una trampa. Sus triples y su manejo de balón desquiciaron a OKC. Primero, un lanzamiento sideral que igualó el choque (99-99). Y, después, tras un nuevo triple de Klay Thompson (el undécimo, con el que rompía el récord), puso el sello definitivo al enfrentamiento. Los nervios atenazaron a los Thunder, que se vieron superados por la situación.
Los Warriors dejaron para el final su mejor versión: la del equipo intratable, con transiciones rápidas y movimientos de balón antológicos; todo ello acompañado de triples imposibles y una inspiración insólita de cara al aro rival. Su acierto en ataque no tiene parangón con ningún otro equipo en la NBA cuando entran en racha. Y esto se puede producir en cualquier momento del choque y sin previo aviso.
Curry anima a los aficionados del Oracle Arena en el quinto partido de la serie contra OKC. Fuente: Youtube.
Llegaba el encuentro definitivo. El Oracle Arena no veía un Game 7 desde hacía 40 años. Partido a cara o cruz. No había vuelta atrás. Para los anfitriones era ganar o poner una mancha en un expediente ya histórico; para los Thunder, la oportunidad de redimir sus pecados y volver a unas Finales desde el año 2012. Quizás la última oportunidad de Durant de lograrlo con el equipo que le eligió en el draft (este verano se convertirá en agente libre y podrá elegir con qué camiseta jugar).
OKC tomó el mando bien pronto. La máxima diferencia llegó a ser de +13 mediado el segundo cuarto, pero entonces, en otro ejercicio de supervivencia, Klay Thompson levantó a la tropa con tres triples consecutivos. Se pasó del 24-37 al 33-37. Si no respondía Steph, lo hacía Klay. Armas para dar y tomar. Recursos ilimitados. No se puede enterrar nunca a estos guerreros.
Ahora bien, Adams continuaba fajándose en la zona y dificultaba la tarea de las torres de los Warriors, muy señalados a lo largo de la serie por sus pésimas actuaciones. Como bien dijo Kevin Durant en la rueda de prensa posterior al partido, "nos ganaron desde la línea de tres, nosotros les derrotamos en todas las demás facetas". Ibaka, Kanter y Adams fueron el soporte que necesitaban los Thunder; el pilar sobre el que construir su victoria. Los secundarios, esos jugadores que no copan portadas ni tienen el eco de las grandes estrellas pero que en determinados partidos valen un monumento. Westbrook, con un 2+1, ponía el +8 y Curry daba la réplica y rebajaba a 6 el déficit al descanso. Mucha tela por cortar. Mejores sensaciones para OKC pero escasa renta para lo bien que se habían desenvuelto en un ambiente infernal. Debe ser duro jugar a tu máximo nivel y no ser capaz de abrir hueco en el marcador.
Y a esta circunstancia se añaden las rachas de juego vertiginoso de Golde State, de acciones frenéticas, donde cogen en babia a la defensa rival, que aún está asentándose. Tres triples seguidos y el mando del duelo cambiaba de dueño (57-54). La defensa de Iguodala -un día más en la oficina- y el acierto en ataque de todo el equipo abrían una brecha casi insalvable. El parcial del cuarto era demoledor: 29-12. Los Warrios, con más profundidad de banquillo, se despegaban en el electrónico.
Siete puntos consecutivos de Curry y la remontada (78-67) ya solo podría ser cosa de dioses: Hércules, Zeus...; pero no de mortales como Kevin Durant y Westbrook. El pulso solo tenía una dirección. KD ponía emoción al choque con 7 puntos consecutivos (90-86) pero era demasiado tarde. Y, además, enfrente está ese extraterrestre salido de la Universidad de Davidson. Un fenómeno que debe tener su límite en la estratosfera, por lo menos. Esa estrella con sonrisa jovial que a todos agrada. 6 puntos más para clausurar otro duelo legendario y una hoja estadística inmaculada: 36 tantos y 8 asistencias (7 triples incluidos).
Los Warriors son el décimo equipo en la historia que remonta un 3-1. Un broche excepcional para una serie trepidante, "un viaje en una montaña rusa", como así la describió el propio Curry. Una nueva proeza de un conjunto de dibujos animados que será recordado eternamente. Ahora, en Las Finales, espera el otrora rey, Lebron James, aunque el MVP y sus Warriors quieren seguir haciendo historia.