Tras el batacazo sufrido en Oklahoma y con la moral hecha añicos luego de la tormenta que les arrasó en el Chesapeake Energy Arena (derrotas por 28 y 24 puntos), los Warriors volvían a la Bahía de San Francisco, a su fortín, al cobijo de un público que les lleva en volandas cada vez que ejercen de local. Una guarida casi inabordable.
Que no estemos dispuestos a pagar por el software, incluso cuando lo consideramos importante para nuestro trabajo o para nuestro ocio y disponemos de recursos de sobra para hacerlo, es intolerable. Pero también es, a largo plazo, un mal negocio, porque se pierden puestos de trabajo y se fomenta la economía sumergida, esa que no paga ni escuelas ni hospitales.
Es verdad que consumimos la información en una tableta, mientras vemos la televisión en el sofá, o en un teléfono mientras viajamos, pero cuando toca producirla o retocarla, volvemos al portátil o al desktop con teclado y potencia suficiente.