Un nuevo orden o el caos regional: lo que se viene en Oriente Medio tras el asesinato de Nasrallah

Un nuevo orden o el caos regional: lo que se viene en Oriente Medio tras el asesinato de Nasrallah

La muerte del líder de Hizbulá a manos de Israel genera incertidumbre sobre la respuesta que darán sus combatientes y aliados, Irán especialmente. Nadie sabe aún el grado y contundencia de la venganza de unos y las operaciones de otros.

Un grupo de seguidores de Hizbulá pasea por las calles de Beirut el retrato de su asesinado líder, Hassan Nasrallah, el pasado sábado.Houssam Shbaro / Anadolu via Getty Images

No es la primera vez que Israel mata a un líder de Hizbulá. Lo hizo en 1992, con Abbas al-Musawi, y lo ha hecho en este 2024, con Hassan Nasrallah. Pero los efectos son muy distintos: no ha aniquilado a un líder más, reemplazable, otra pieza en el engranaje, sino a quien ha dado forma y alma al partido-milicia durante más de tres décadas, el que decidía sin posibilidad de disenso interno, el venerado que presidía comedores desde su foto. La destrucción que deja es similar a la causada por las bombas israelíes sobre el búnker en el que mantuvo su ultima reunión. 

Todo son preguntas ahora, complicadas de responder. Qué hará el grupo chií, a qué sucesor elegirá, qué aliados irán a su auxilio, hasta dónde apretará Israel, qué consecuencias tendrá su muerte para todo Oriente Medio. Tel Aviv insiste en que esta es la oportunidad de arrinconar de golpe a todos sus adversarios e instaurar un "nuevo orden" en la región, pero en el futuro inmediato lo que se augura no es orden, sino caos multiplicado. Aquí no vale la máxima del Conde de Montecristo de "esperar y confiar", sino la de esperar y temer. De momento, ya hay más de mil muertos y un millón de desplazados entre los libaneses, que son los que lo están pagando

Qué hará Hizbulá

Vayamos de lo micro a lo macro. ¿Qué puede pasar ahora con Hizbulá? Aún cuenta con un poderoso arsenal, con combatientes curtidos y una motivación ideológica avivada por el golpe de Israel. Tiene que ponerse en pie y reestructurarse, no le queda más remedio. Eso es forzoso, decida replicar con fuerza a Tel Aviv o no. Y es complicado. Falta la brújula de los últimos 32 años. 

Nasrallah era quien orientaba el camino a seguir en todas las grandes decisiones, políticas y militares. "Por fuerza, la situación de su gente ahora es de debilidad, porque se les ha ido el que llamaban incluso "padre de la nación". Con él, el bloque era cohesionado y muy disciplinado, con una cadena de mando que funcionaba muy bien, y además mantenía el equilibrio multirreligioso de un país complejo", indica el coronel español retirado Manuel Gutiérrez. Expone que "la situación está tan abierta que puede llevar a una fragmentación del grupo, a que resurjan familias internas que estaban plegadas a la fuerza del líder y que las venganzas y corrientes enfrentadas debiliten más a Hizbulá". 

Tampoco descarta que, además de enfrentamientos internos, se acaben dando en el seno de la sociedad libanesa, con los cristianos o sunníes cada vez criticando más a Hizbulá "al que culpan de parte del caos institucional del país y del incremento de la violencia con Israel por sus ataques en respuesta a Gaza". "Ha habido cierta unidad ante el ataque a los buscas, tan masivo, pero si los chiíes acercan al país a una guerra tan feroz como la de 2006, que causó tanto daño, pueden convertirse en más impopulares, la gente no quiere ser de nuevo un objetivo", indica. 

Pese a esa nube espesa que cubre estas horas a Hizbulá, no hay que perder de vista que ni siquiera las pérdidas de al menos 20 altísimos cargos lo han llevado a la derrota. Tocado, no hundido. Tiene "un poderoso arsenal, de no menos de 100.000 cohetes y misiles incluso tras lo lanzado o destrozado estos días, cuenta con gente muy profesional y con ayuda exterior, sobre todo de Irán", indica el militar. "El renovado sentido del desafío no es baladí, se sabe que los dragones heridos son muy peligrosos -detalla-. El 60% de los actuales combatientes de Hizbuká son huérfanos de conflictos previos, porque unos alimentan a los otros". 

Añade que, aunque ha sufrido un severo daño en sus comunicaciones, en los últimos años había llevado a cabo una "seria" tarea de descentralización que ahora le va bien a la hora de poder mantener sus ataques a Israel y la ejecución de órdenes. "De inmediato, tiene que reconstruir su liderazgo y su fuerza, pero puede que no sea un proceso rápido por los agujeros de inteligencia causados por Israel. Es obvio que tendrán miedo a nuevas infiltraciones", apunta Gutiérrez. 

Y luego está la toma de decisiones: responder a Israel o atemperar la escalada. Ir a por todas o frenar. Vengar o replegarse. "El propio Nasrallah tenía duras del grado de los ataques que debía lanzar a Israel por Gaza. Quien en parte refrenaba para no ir a la guerra abierta ha acabado muerto incluso aún así. Nadie hay ahora del carisma, las credenciales y apoyos exteriores que él tenía y puede venir alguien continuista o no tanto. La decisión, en cualquier caso, la avalará Irán", concluye. 

Cráter en el lugar del ataque de Israel contra Hassan Nasrallah, líder de Hizbulá, fotografiado ayer domingo en Beirut.Marwan Naamani / picture alliance via Getty Images

Coincide con eso William F. Wechsler, del Atlantic Council, un tanque de pensamiento de EEUU, sostiene que el líder supremo Ali Jamenei en Teherán, "no cualquier persona en el Líbano", designará pronto a ese sucesor, que podría ser el primo del fallecido líder, Hashem Safi al Din, emparentado familiarmente por altos mandos de la Guardia Revolucionaria de Irán. Pero, sea quien sea, en su mano estará "detener los ataques contra Israel, retirar las unidades del grupo más allá del río Litani en el Líbano y aceptar un alto el fuego negociado por Estados Unidos y Francia". 

Una enumeración que parece sencilla pero no lo es, porque supondría para Hizbulá claudicar ante Israel, perder territorio, situarse más al norte (recortando la efectividad y disuasión de sus proyectiles) y mostrar un rostro conciliador, en vez del vengativo que ahora recama el ala dura del grupo, considerado terrorista por la Unión Europea o EEUU. Wechsler asume que eso puede no pasar y, de ser así, quedaría por delante una incursión terrestre de Israel y una sostenida campaña aérea, de consecuencias difícilmente evaluables. "Sospecho que Netanyahu no se detendrá en el Litani", avisa. 

Hizbulá, con el nuevo mando, puede también volverse "más peligroso", como le pasó tras el descabezamiento de 1992, cuando inició una serie de ataques n el exterior. Su mayor ejemplo, la matanza de Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) de Buenos Aires, con 85 muertos y más de 300 heridos. Ahí empezó un camino de recuperación, que llevó a la milicia a entrar en el Parlamento libanés y forzar la retirada de Israel, ya en el 2000. ¿Tiene ahora el mismo poder de pegada fuera? ¿Y de recomponerse dentro? 

Para Jonathan Panikoff, del mismo think tank, "es muy poco probable" que Hizbulá muestre moderación ahora, "ya que pondría en peligro la legitimidad del grupo a los ojos de sus propios combatientes y partidarios". "Vacilar o negarse a responder de manera significativa y contundente socavaría" el objetivo de consolidar el poder, de nuevo, lo antes posible. La disyuntiva es endemoniada: más madera y vamos a una guerra regional; menos madera y corre el riesgo de una respuesta mayor de Israel... y del ridículo ante su gente. El dilema ya lo tenía Nasrallah antes de morir. Ahora se agiganta. 

Las decisiones dependerán del nuevo mando, que a saber quién es cuando no se conoce aún ni cuántos eslabones se han perdido, cuántos posibles sucesores murieron bajo los escombros como Nasrallah. La lógica más racional, la lógica más radical. "Ahí anda el juego", dice el español Gutiérrez. 

La papeleta de Irán

Todo el mundo mira ahora a Irán, a su poder sobre Hizbulá, al que ha formado, armado y financiado durante décadas. Era su escudo y su pica desde el sur de Líbano a Israel, uno de sus principales elementos de disuasión en la región, y ha quedado tocado. Esa debilidad se transfiere al Régimen de los Ayatolás, por pura lógica. Teherán ha recibido un golpe doble, táctico y estratégico, que complica su guerra en la sombra contra Israel, sus dolores de cabeza a EEUU en la región. 

Su líder, Jamenei, ha prometido que "no quedará sin venganza" la muerte de Nasrallah, pero habrá que ver cómo la ejecutan. En estos meses de crisis, en los que por primera vez Teherán ha atacado suelo de Israel y a la inversa, "el instinto de Irán ha sido el de mantener las cosas tensas pero sin superar líneas rojas, evitando el choque total", dice Gutiérrez, por lo que a su entender ahora intentará "reagruparse, en lugar de atacar, seguir aplicando políticas disuasorias a través de sus proxys, y golpear a través de esos intermediarios, que es por lo que Israel está atacando ya en Yemen o en Siria, para evitarlo". 

Esa prudencia busca, sobre todo, "lograr que sobreviva el régimen de la República Islámica tal cual está", porque una desestabilización mayor le podría llevar a un hundimiento de la administración como la conocemos, en un marco que ya es "de crisis económica por las sanciones internacionales y de descontento y hasta de contestación en una parte cada vez más importante de la sociedad iraní". La guerra no es popular, pero la inacción tampoco lo es. "El equilibrio es muy complicado", reconoce. 

Recuerda que Irán "no ha ido a ayudar directamente a Hamás" pese a la guerra en Gaza, larga de un año, ni tampoco ha alentado a Hizbulá a que atacase "más largo, más fuerte" a Israel. Si tampoco acude ahora, con Nasrallah destrozado por las bombas, puede ser tachado de "traidor o blando", de ahí el miedo a que dé "pasos desesperados y menos medidos". "Si vamos a más, Israel puede envalentonarse y atacar incluso sus infraestructuras nucleares. Si Irán entra en liza, EEUU hará lo propio para proteger a su aliado israelí, y ese choque Teherán sabe que no lo gana", ahonda. 

Washington ha jurado que los iraníes no se harán con una bomba nuclear, que lo impedirán, si acelera sus investigaciones, hasta ahora se supone que civiles. Por otro lado, tiene "recuerdos muy dolorosos y recientes" de las guerras en las que ha entrado en Oriente Medio, de las que no ha salido con bien. Por eso EEUU reclama "máxima moderación" a las partes, con escaso éxito. Si alguien se refrena, es por miedo, no por sus llamamientos. 

Wechsler, del Atlantic Council, recuerda sobre el poder nuclear de Irán que, en julio, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, dijo que estaban "a una o dos semanas" de tener la capacidad de producir material fisible suficiente para lograr una bomba atómica. Una de las respuestas de Irán a la crisis de Hizbulá podría ser acelerar sus progresos en este campo, roto el esperanzador acuerdo de 2015, como medio de dar más miedo, ya que sus aliados libaneses han perdido fuerza. Eso, sin embargo, puede llevarle a más sanciones, más crisis y más impopularidad interna. Y eso lleva a la desestabilización. 

Es por eso que no se ha vengado siquiera aún el asesinato en suelo iraní de Ismail Haniyeh, el líder de Hamás, recuerda Panikoff, por su parte. Asume que Nasrallah era amigo de Jamenei desde hace 40 años, asume que están muriendo y resultando heridos diplomáticos iraníes y miembros de su Guardia Revolucionaria en los ataques de Líbano, pero insiste, también, en que si los ayatolás golpean fuerte la estabilidad interna la pierden y, para ellos, hoy es lo esencial. 

"La realidad es que, por mucho que los dirigentes iraníes lamenten sinceramente la pérdida de Nasrallah (...), la prioridad absoluta de Teherán sigue siendo la estabilidad y la seguridad del régimen. Irán es tan reacio como cualquier otro actor en Oriente Medio a involucrarse en una guerra a gran escala, y con buenas razones", escribe. Lo que afirma es que si sus aliados "ya no están disponibles para servir como elemento disuasorio contra un ataque israelí, la seguridad interna de Irán, incluido su programa nuclear, por no hablar de la estabilidad del régimen, será más precaria". 

El precio contrario a pagar es una guerra regional. "Es poco probable que una respuesta militar iraní a la muerte de Nasrallah dé como resultado el restablecimiento de una capacidad de disuasión total contra Israel. Y Teherán tendría que enfrentarse al desafío de librar hoy una guerra regional más amplia que probablemente no pueda ganar ni militar ni diplomáticamente, lo que pondría en peligro el objetivo primordial de la República Islámica: la seguridad del régimen", añade. Posiblemente, Jamenei no ha tenido una decisión más gramática que tomar en su mandato. 

Hay una verdad clara de estos días, y es que, haga lo que haga, su famoso Eje de Resistencia está en crisis. Irán se envolvió en él, se protegió con sus aliados de Hizbulá, Hamás, las milicias de Irak, Siria o Yemen, tejiendo una telaraña efectiva que, en 10 días, ha quedado deshilachada. Ahmed Fouad Alkhatib, otro de los especialistas de los que Atlantic Council ha difundido a la prensa su análisis, habla de "derrota masiva" de ese eje y su propaganda de fortaleza. No han valido ni combatientes ni contrainteligencia ni fuerzas especiales ni armamento. "La República Islámica apostó fuerte por estos representantes, pero su colapso en Gaza y Líbano demuestra que la región podría estar presenciando el comienzo del fin del Eje de Resistencia de Irán", afirma.

Las aspiraciones de Israel

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha afirmado que quiere "cambiar el equilibrio de poder en la región", asentado durante años. Insiste en hablar de nuevo orden, de que ha tomado "la iniciativa" contra sus adversarios en Oriente Medio, sin medias tintas, y se dice capaz de mantener abiertos siete frentes a la vez: "Gaza, Líbano, Siria, Cisjordania, Irak, Yemen e Irak".

Lo cierto es que en Líbano está dando pasos sin contar siquiera con el visto bueno de Washington, enardecido por el momento, por la efusividad generada por los ataques a los buscas y los walkie-talkies, por las toneladas de información recibidas entonces, hasta dar con Nasrallah. Demasiado buena esa ola para no aprovecharla, dicen, pero ¿y las consecuencias? 

El coronel Gutiérrez cree que Netanyahu "da a entender que va a por todos los miembros del Eje de Resistencia", pero "hay que tener en cuenta las limitaciones con las que cuenta, empezando por sus propios medios y personal, muy limitados tras un año de guerra en Gaza y por las acciones sostenidas en este tiempo en el norte y en Cisjordania". Entiende que Israel estos éxitos recientes le permiten "revertir la narrativa de derrota" de los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023, cuando supuestamente la cadena de informaciones no funcionó y no se vio venir el peor ataque en suelo nacional desde la fundación del Estado, en 1948. 

"Fue una humillación de la que tratan de resarcirse", resume. Las encuestas han mejorado notablemente para Bibi, pese a que las familias de los rehenes sigan peleando por el retorno a casa del centenar que queda en manos de Hamás o que sus órdenes le puedan causar una orden de busca y captura por parte de la Corte Penal Internacional. La moral, pese a todo, sube. 

Hay quien ya compara esta andanada en Líbano con la Guerra de los Seis Días, que cambió radicalmente el panorama en la zona, también con Israel ganando. Sin embargo, no hay que olvidar los riesgos a los que se puede enfrentar si estira la cuerda, o sea, si bombardea más, si entra por tierra, si multiplica los frentes: tiene las fuerzas justas, cuando Huzbulá mantiene buena parte de su arsenal, cuando puede lanzar ataques precisos en todo el país, cuando los aliados de otros países también mandan proyectiles -los hutíes, los más activos-, cuando la economía ya está muy tocada tras un año de Gaza. 

Israel puede verse atrapado en varios frentes, en una contienda larga y desgastante, convirtiendo el nuevo orden soñado en un caos regional mucho más inmediato. A saber qué piensan sus mandatarios, cuando los altos el fuego no se ven realistas y los socios de ultraderecha claman por hacer en Gaza lo mismo que en Líbano, reventar al nuevo líder de Hamás, Yahya Sinwar.

Benjamin Netanyahu, el pasado viernes, en la Asamblea de la ONU, en Nueva York.Michael Kappeler / picture alliance via Getty Images

El norteamericano Wechsler reconoce que Netanyahu nunca se ha visto tan fuerte en meses, con sus enemigos tan débiles, e incluso con la potencial asistencia -silenciosa, eso sí- de países árabes como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos a los que no va mal que desaparezcan las muletas de Irán en Oriente Medio. Es como si entendiera, en este frenesí, que es asumible pelear en Gaza, Cisjordania y Líbano a la vez, pero le recuerda que la vía necesaria es la de la negociación. 

"El error central ha sido la negativa de Netanyahu a ofrecer una visión de paz para los palestinos de Gaza y Cisjordania que aproveche esta increíble oportunidad diplomática israelí. Israel tiene una ventana en la que nunca ha sido más fuerte, sus enemigos nunca han sido más débiles y el potencial de asistencia nunca ha sido mayor por parte de líderes árabes con ideas afines, que igualmente desprecian a Hamás y Hezbolá. Irán y su Eje de Resistencia se oponen violentamente a una solución exitosa de dos Estados: buscar una ayudaría a derrotarlos tanto ideológica como militarmente", expone.

La alternativa, recuerda, "es una reocupación de Gaza y probablemente del sur del Líbano (y la experiencia demuestra claramente cómo terminarán esas dos cosas), junto con una anexión progresiva de Cisjordania". Este "desastroso camino" sólo "alentaría a los extremistas israelíes, serviría para validar a los antagonistas de Israel y fomentaría su propio aislamiento". "Y en la base de todos estos errores está la negativa de Netanyahu a crear un gobierno de unidad nacional, como lo hizo el entonces primer ministro Levi Eshkol durante un momento existencial similar antes de la guerra de 1967. En cambio, ha optado por confiar en una coalición de extrema derecha que limita su capacidad de servir a los intereses de seguridad nacional", concluye. 

En concreto, en el frente inmediato de Líbano, Panikoff ve dos salidas: apretar a Hizbulá hasta que retroceda a la otra orilla del río Litani, haciendo cumplir las resoluciones de la ONU, limitando su capacidad de amenazar al norte, permitiendo el retorno a sus casas de los 60.000 desplazados israelíes y recuperando la situación posterior a la guerra de 2006, o ir a por una guerra más amplia, en la que se acabe "del todo" con Hizbulá, y que puede convertirse en regional. La duda es si Tel Aviv tiene planes para el día después, elija la vía que elija, porque con Gaza ya ha tenido ese problema, como le ha reprochado EEUU. 

El "listón del éxito", en caso de guerra total, es bastante más bajo para sus oponentes, a los que basta con amedrentar y atosigar, causar bajas y asustar. Israel quiere que estos adversarios dejen de ser una amenaza para siempre. Un objetivo "maximalista" que podría acabar generando víctimas y afectados en Palestina, Líbano, Irán, Irak, Siria, Yemen y el propio Israel. Esperanzador todo.