La guerra abierta está aquí: qué más puede pasar en el conflicto entre Hizbulá e Israel

La guerra abierta está aquí: qué más puede pasar en el conflicto entre Hizbulá e Israel

Los muertos, los heridos y los desplazados se acumulan en suelo libanés como no ocurría hace 20 años. Netanyahu amenaza con ir a por todas hasta que su gente pueda regresar al norte y cuenta con apoyo popular. EEUU no logra calmar a nadie. 

Un grupo de rescatistas busca supervivientes y cuerpos bajo un edificio atacado por Israel el pasado 21 de septiembre en Beirut.Marwan Naamani / picture alliance via Getty Images

La guerra abierta entre Israel y Hizbulá no es un escenario futuro, sino una realidad, por más que nadie quiera usar aún ese término. Durará lo que dure, pero las cifras no son de "crisis", "violencia", o "fiebre". No hay precedente de 500 muertos en un día en los últimos 20 años. Están en el lado libanés, entre ellas hay niños, mujeres y ancianos. Superan los 100.000 los desplazados, más 60.000 en el lado israelí. Cada drama único, creciendo aceleradamente en estos días, pese al tedio de quien piensa que en Oriente Medio lo natural es matarse. 

La escalada de ataques de Tel Aviv contra supuestos objetivos del partido-milicia chií se ha intensificado tras 11 meses de conflicto sostenido con altibajos, tras el ataque de Hamás a Israel del 7 de octubre de 2023 y la respuesta israelí en forma de ofensiva inacabable en Gaza. Tenemos los funerales, las casas desalojadas, el traslado de tropas, pero pocas cosas claras sobre lo que puede venir. De una intensificación mayor de los bombardeos a la ofensiva terrestre, de la réplica dura de Hezbolá a la respuesta medida, de la entrada en liza de aliados como Estados Unidos o Irán al cese de hostilidades si se llega a un alto el fuego en la franja palestina. 

El Gobierno ultranacionalista de Benjamin Netanyahu ha ido dando pasos in crescendo. En este casi año desde que empezó a atacar Gaza y Hezbolá replicó en solidaridad con Palestina, se han llevado a cabo 8.500 operaciones transfronterizas a los dos lados de la frontera libanesa, de las que tres cuartas partes fueron lanzadas por Tel Aviv, según datos de los expertos del International Crisis Group recogidos entre octubre de 2023 y julio del presente año. Israel sostiene que el Partido de Dios, por su parte, ha lanzado 8.000 cohetes en este tiempo contra instalaciones militares y civiles. Pese a todo, las dos partes evitaban ir a más. 

En la última semana, todo se aceleró. Primero Israel modificó sus objetivos de guerra para añadir el frente norte, con el objetivo declarado de permitir que los israelíes que habían tenido que dejar sus casas por los cohetes y misiles de Hizbulá pudieran retornar.  Luego, lanzó su ataque doble a buscas y walkie-talkies del grupo (calificado de terrorista por la Unión Europea o EEUU), saboteando sus comunicaciones. De seguido, acometió ataques "selectivos" en Beirut, la capital libanesa, centrados en la Unidad Rawdan, que quedó descabezada pero a costa de civiles próximos. Pocas horas después, los bombardeos pasaron a ser masivos, "preventivos", según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), orientados a silos de proyectiles. Y desde el 21 de septiembre, las oleadas de ataques aéreos son diarias, de trazo grueso, abiertamente aplastantes. 

Dice el gabinete Netanyahu que atacan arsenales, depósitos y puestos de lanzamiento de cohetes y misiles y que aún le quedan "miles de objetivos" por alcanzar. Que hará "todo lo que haya que hacer" para calmar la frontera y que las viviendas de su lado vuelvan a habitarse. "Nos enfrentamos a días complejos. Prometí que cambiaríamos el equilibrio de poder en el norte y eso es exactamente lo que estamos haciendo", dijo ayer, en su primera gran intervención para evaluar lo que está pasando. 

Las opciones de Netanyahu...

¿Qué más puede ordenar? Alex Plitsas, analista de la Iniciativa de Seguridad de Oriente Medio Scowcroft del Atlantic Council (un tanque de pensamiento norteamericano), explica que, a su entender, depende de lo que haga Hizbulá, que "se ha negado a trasladar sus fuerzas desde cerca de la frontera israelí al río Litani, aproximadamente a 25 kilómetros al norte, como lo exige la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que estipula que todas las fuerzas que no sean las fuerzas de paz de la ONU o el ejército libanés deben evacuar el lugar".

"Los bombardeos de objetivos de Hezbolá en Beirut y en otras partes del país podrían seguir si Hezbolá se niega a ceder en la cuestión de moverse al norte del río Litani", expone. Si eso no funciona, "Israel probablemente se verá obligado a lanzar una invasión terrestre en el sur del Líbano para expulsar a Hezbolá", lo que no ha sucedido desde la guerra de 2006. "Si bien esto sería una expansión militar significativa para el gobierno de Netanyahu, parece haber un amplio apoyo político", constata. Las encuestas le dan ganador de nuevo si hubiera elecciones, pese al hundimiento que tuvo por el ataque de Hamás y las masivas protestas reclamando un alto el fuego en Gaza para llevar a casa a los rehenes, y hasta los principales partidos de la oposición apoyarían una andanada mayor en Líbano. 

Si no se hace el daño esperado a base de ataques aéreos, se estudiaría si es necesaria una invasión terrestre del sur del Líbano. "Para ello, sería necesario que unidades blindadas, artillería, infantería y fuerzas especiales recorriesen la zona, realizaran incursiones y atacaran las posiciones de Hezbolá", lo que supone una importante inversión en medios y manos, que no es sencilla cuando ya se está atacando Gaza y cuando el despliegue de uniformados se ha multiplicado en Cisjordania, territorio menos atendido pero donde el grado de violencia es, también, el peor en dos décadas. 

Soldados de Israel, inspeccionando el punto en el que cayó un cohete de Hizbulá en Haifa, el 22 de septiembre.Saeed Qaq / Anadolu via Getty Images

"Israel preferiría evitar hacerlo", sostiene Plitsas sobre la posibilidad de poner botas sobre el terreno, "dado el riesgo que ello implica para las fuerzas terrestres, pero si [Netanyahu]considera que una invasión terrestre es un paso necesario, puede tratar de suavizar el campo de batalla lo máximo posible mediante bombardeos aéreos, como ha hecho en Gaza, antes de desplegar fuerzas terrestres", ahonda. 

Netanyahu se ve arropado por su equipo y por las encuestas, evita que se centre la atención en el aniversario del asedio a Gaza, estira la cuerda sabiendo que EEUU no puede ponerse muy en su contra cuando estamos a dos meses de las elecciones presidenciales y el voto judío o proisraelí cuenta... Por eso no son pocos los analistas israelíes que dicen que la entrada en suelo libanés será "inevitable", incluso si los bombardeos actuales se sostienen durante días o semanas. 

"Casi un año después del inicio de la guerra en Gaza, con el ejército israelí desplegado entre Gaza, Cisjordania y el norte, y con la economía israelí empezando a sentir el impacto de todo ello, algunos funcionarios consideran que Israel tiene un creciente interés en convertir la guerra de desgaste [en Líbano] en una campaña corta y decisiva que cambie la realidad de seguridad sobre el terreno (...) y disuada a Hizbulá de nuevos ataques", explica, por ejemplo, el think tank británico International Crisis Group.

Además, conseguiría una cosa más: obligar a Hizbulá a abandonar su exigencia de un alto el fuego en Gaza como requisito previo para la tranquilidad en el norte de Israel y también para retirar sus fuerzas de la frontera. Dos por uno. 

... y las de Nasrallah

Tampoco es sencillo predecir qué hará Hizbulá, la otra pata del conflicto. Israel ha dejado al partido-milicia en una posición muy debilitada tras los ataques a sus sistemas de comunicación y con los bombardeos posteriores, que han afectado a todos los niveles de la organización, de la base a la cúspide. Por eso, es entendible que Israel, en su mentalidad, crea que es buen momento de seguir golpeando para noquear a los de Hasan Nasrallah y cambiar el panorama en la frontera de una vez por todas. 

La apuesta es arriesgada porque, aunque los radicales chiíes estén heridos, mantienen capacidades de sobra para contestar, con un arsenal que oscila entre los 120.000 y los 150.000 proyectiles, en su mayoría facilitados por Irán, su padrino y patrocinador. En los últimos años, se han hecho con misiles y cohetes de mayor alcance y precisión, con los que cualquier rincón de Israel está en su diana. Tel Aviv cuenta con la fiable Cúpula de Hierro para proteger sus cielos, pero uno de sus flancos débiles es que cuando se ve sometida a un ataque masivo colapsa. Le pasó en el atentado múltiple de Hamás del año pasado.  

Hasta ahora, eso no ha pasado. Hizbulá replica a Israel de forma poco significativa, para no mostrar debilidad, pero es posible que esté desorganizado, tras el golpe de la inteligencia enemiga, que le sea complicado dar y ejecutar órdenes con las lagunas de comunicaciones actuales y la falta de miembros, muertos o heridos por las explosiones y bombardeos. El agujero es grande y el Mossad, los servicios secretos israelíes, deben estar logrando datos oportunos y precisos sobre su rival. 

Aún así, Hizbulá ha avisado a Israel de que si inicia una incursión terrestre debe prepararse para la "trampa mortal" que se va a encontrar. Si en Gaza el peligro era la guerrilla en las calles estrechas de a Franja, ahora hablamos de terrenos minados, llenos de trampas y escondites, que los milicianos conocen como la palma de su mano, ideal para emboscadas, como se vio en las guerras previas de 1982 y 2006. 

Coches saliendo de Sidón de forma masiva, en un intento de evitar los bombardeos de Israel.EFE / EPA

Será decisivo en los días por venir ver qué hará Teherán, quien ha insistido en estos meses de crisis sostenida en que no quiere un gran conflicto global de consecuencias incalculables, que no tiene poder militar suficiente ni dinero (las sanciones pesan) para emprender una aventura de semejante calado. Irán puede pedir prudencia a su proxy libanés, para no quedarse sin su fuerza de disparo si la necesita en otro momento para controlar a Israel. 

Su actual presidente, el recién llegado Masoud Pezeshkian, ya ha dicho a Tel Aviv que no van a caer en su "trampa". Puede referirse a la presión para que Hizbulá gaste y gaste y se quede sin arsenal. Para replicar con muchos lanzamientos, Nasrallah debería tener el ok de los ayatolás, por el gasto que implica. Pero quedarse corto en la respuesta, aparte de no ser bueno para su defensa, supone mostrar una imagen frágil. Hasta ahora, el líder de Hizbulá ha sido disciplinado ante quien lo ayuda, pero estamos en un escenario nuevo, donde hay más caos y todo es más volátil y amenaza una derrota histórica. 

Por supuesto, la entrada en el tablero de Irán -más sus satélites en Yemen o en Irak- forzaría también a que EEUU haga lo propio para defender a Israel. Y entonces sí que tendríamos no una guerra regional, sino mundial, la guerra total. Líbano sería su campo de batalla, con efectos estratosféricos para un país que nunca acaba de ponerse en pie. 

Por eso es esencial que quien aún puede mediar lo haga. Hablamos, sobre todo, de Washington, que es quien tiene la capacidad de presionar a Netanyahu para que no ahonde en la ofensiva y quien puede mover por cauces diplomáticos algunas propuestas a Hizbulá. Sobre todo, es quien puede arrancar un alto el fuego en Gaza, de cuya mano lleguen otras paces.

Si Hizbulá responde con fiereza, Israel podría presentarlo como causa para intensificar las operaciones en una "guerra de necesidad" defensiva, términos ya usados en el pasado. A pocas semanas de las elecciones presidenciales estadounidenses, el Gobierno de Joe Biden parece decidido a evitar ese escenario y por eso ha dicho que Israel debería abstenerse de intensificar las hostilidades hasta el punto de hacer imposible una solución diplomática. Palabras, por ahora. Al menos en público, no se ven otros gestos. Misma situación que con la UE. No se habla, por supuesto, de sanción alguna a Israel por los civiles que están muriendo a la par que los milicianos chiíes o de retener material defensivo. 

Israel, según los medios locales, cree que puede manejar una ofensiva mayor y confía en que no haya grandes lanzamientos del otro lado. Que el coste es asumible. Noviembre no está lejos y el republicano Donald Trump puede volver a la Casa Blanca, con eso también presiona Netanyahu al Despacho Oval. El problema es que la ventana de oportunidad para negociar que estos meses, pese a todo, se veía abierta, ahora se va entornando. Y rápido. 

Lo hemos visto antes y, pese a que las dos partes lo pueden evitar, "parece que la lógica dura de la guerra resulta más fuerte que la lógica suave de la paz", como escribe, aterrado por esta crisis, el veterano David Ignatius, histórico corresponsal en Oriente Medio en The Washington Post. Dice que todo es "inquietantemente similar" a 1982. Israel, dice, tiene el "dominio militar" y la "inteligencia deslumbrante" de entonces, pero también el mismo problema: que nunca sabe responder a la pregunta de "¿cómo termina esto?". "Lo único que me parece claro es que la victoria total es una ilusión en este conflicto", concluye.