El mundo contiene la respiración: las claves del choque Irán-Israel a la espera de un posible ataque
Tel Aviv supuestamente mató a 13 personas en el consulado de Teherán en Damasco el día 1. Desde entonces se espera la réplica de los ayatolás. Ahora parece inminente, pero nadie sabe calcular sus proporciones y sus consecuencias.
Oriente Medio vive un nuevo momento crucial, otro más en su historia reciente, siempre llena de tensiones. Los ataques de Hamás a Israel y la respuesta de Tel Aviv contra Gaza en el último medio año han revivido otros conflictos viejos, de los llamados de baja intensidad. No vienen de la nada, estaban enquistados y con violencia más o menos soterrada, pero se han encendido de nuevo.
La furia que más preocupa ahora mismo es la que enfrenta a Israel con Irán, archienemigos que consideran que el contrario es un riesgo real no para su seguridad, sino para su supervivencia. Y es que nadie sabe en qué puede acabar la nueva crisis abierta entre los dos después de que unos misiles supuestamente disparados por Tel Aviv destrozasen el 1 de abril el consulado de Teherán en Damasco (Siria), matando a 13 personas. Entre los muertos se encontraba un alto comandante de la Fuerza Quds de élite (una división de la Guardia Revolucionaria de Irán) en Siria y el Líbano, así como otras figuras militares.
Prensa internacional como el Wall Street Journal ha publicado este viernes que la réplica de la República Islámica es inminente, como mucho para el sábado, aunque la orden final aún no se ha dado. Se especuló con algo parecido la semana pasada, coincidiendo con el último viernes de Ramadán, una fecha muy simbólica, pero no pasó nada. Ahora todo parece más apremiante.
Aunque Israel no ha reivindicado el ataque, desde Teherán las promesas de devolver el golpe se han repetido y calentado: se responsabilizó a Estados Unidos, como aliado de Tel Aviv, y se dijo que ambos debían "rendir cuentas"; se habló de "respuesta contundente", de que Israel será "abofeteado" por las muertes cosechadas, hasta "enterrarlo en Gaza". También, que el golpe podría ser en el propio estado israelí, no en algunos de sus intereses repartidos por el mundo o en instalaciones judías. "Benjamin Netanyahu [el primer ministro israelí] perdió completamente el equilibrio mental", acusaron por el ataque, y por eso entienden que sólo actuarían "en legítima defensa".
Desde el primer momento, Bibi ha prometido que "si Irán ataca desde su territorio, Israel responderá y atacará" igualmente, donde sea. "Estamos preparados para satisfacer todas las necesidades de seguridad del Estado de Israel, tanto defensiva como ofensivamente", dijo, pese a tener una guerra abierta en Gaza y cuando tocan tambores de otra en el norte, con los libaneses de Hezbolá.
Estados Unidos, su fiel aliado, ha prometido su "férreo" apoyo a Israel si se ve atacado y ha avisado a Irán de las consecuencias de un acto de esta naturaleza. Pese a ese apoyo explícito, los israelíes están temerosos y en los últimos días han tratado de hacer acopio de alimentos, agua o generadores eléctricos, por lo que pueda pasar. Y es que en el mismo mensaje en el que el presidente Joe Biden quiso mostrar su infinito apoyo a Tel Aviv también asumió que lo que se aguarda es un "ataque significativo". Y eso pesa.
Más allá del cruce de declaraciones, lo que ha disparado las alarmas del mundo han sido las informaciones más recientes de la Inteligencia de EEUU dando por sentado que la respuesta de Teherán será "inminente". La agencia Reuters, que es uno de los medios que lo ha publicado, sostiene que Washington entiende que no será de una magnitud tan grande como para que la propia Casa Blanca tenga que embarrarse en un conflicto más, de consecuencias impredecibles para toda la región.
De momento, este viernes ha dado la orden de restringir los viajes de sus empleados en Israel por temor a un ataque real. Les ha pedido que se queden en las tres grandes localizaciones de Jerusalén, Tel Aviv o Beersheba "por extrema precaución".
Mientras tanto, se multiplican los intentos diplomáticos para convencer a Irán de que no se la cobre, porque lo que hasta ahora ha sido un conflicto relativamente embridado puede desbocarse. El ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, David Cameron, es el que más alto ha llegado, porque ha llamado directamente a su homólogo de Irán, Hosein Amirabdolahian, para instarle a que no se produzca una mayor escalada. "Irán no debe arrastrar a Oriente Medio a un conflicto más amplio (...). Estoy profundamente preocupado por la posibilidad de que un error de cálculo conduzca a más violencia", afirmó, sin citar que el primer golpe fue el de Israel, superando los escenarios previos con un asalto a una legación diplomática, intocables según el derecho internacional.
Por parte de EEUU, su secretario de Estado, Antony Blinken, ha hecho ronda con sus iguales en Arabia Saudí, Turquía y China para que hablen con la República Islámica y logren una promesa de que no harán nada a gran escala o especialmente sensible. El mensaje: "hay que dejar claro que una escalada del conflicto no beneficiaría a nadie" y no se debe "agravar la situación". "No le interesa a Irán, no le interesa a la región ni al mundo", dijo anoche el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller.
El comandante responsable de las operaciones estadounidenses en Medio Oriente, Erik Kurilla, ha viajado a Israel para conversar con funcionarios sobre las amenazas a la seguridad, lo que ha sonado a peligro, a urgencia. El Pentágono ha tenido que salir al paso diciendo que la visita había sido programada previamente, pero confesando que se había adelantado "debido a los acontecimientos recientes".
¿Cómo puede ser el ataque?
No hay inteligencia posible que esté en la cabeza del líder supremo iraní, Alí Jamenei, o del presidente del país, Ebrahim Raisí. Así que a estas horas todo son especulaciones sobre la capacidad real que tiene el país para dañar a Israel y qué forma podría adoptar la represalia, si llega finalmente. Fuentes iraníes citadas por Reuters adelantan que responderá al ataque sin provocar una escalada mayor y lo hará sin prisas ni precipitaciones.
El domingo pasado, en caliente tras el ataque al consulado damasquino, un funcionario iraní advirtió de que las embajadas de Israel "ya no eran seguras", sugiriendo que el edificio de un consulado u otra legación diplomática podría ser un posible objetivo. Ya no se sienten comprometidos con su inviolabilidad porque la suya ha sido tocada, dijo. Israel, a través de Yoav Gallant, su ministro de Defensa, ha dejado claro que teme cualquier cosa, un ataque directo o indirecto, y que a todo responderán "de manera adecuada".
Cuando se le preguntó sobre las restricciones de viaje a su personal, el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Miller, dijo que no revelaría las "evaluaciones específicas" que justificaban dar de ese paso, la pistas que tienen para actuar de esa manera. Pero agregó: "Claramente estamos monitoreando el entorno de amenazas en Medio Oriente y específicamente en Israel". No hay más pistas. El Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido y el de Francia también han actualizado sus recomendaciones de viaje a Israel ante la "posibilidad de un ataque al territorio israelí desde Irán", que "podría desencadenar una escalada más amplia".
Antes de especular sobre respuestas, vayamos al origen. ¿Por qué lanza Israel un ataque así justo ahora? Las respuestas son múltiples. La primera es que dañar a Irán es un objetivo perpetuo, así que si iba a por esos mandos de la Guardia Revolucionaria en concreto le pudo dar igual que estuvieran en una base, un coche o una oficina. Era una caza de peso. La segunda, que Israel quería mostrar la debilidad de Irán causándole una pérdida significativa, justo entre quienes se encargan de la coordinación y la transferencia de armas y tecnología a Hezbolá en el Líbano y Siria.
La tercera, dice parte de la prensa israelí, es que estos militares estuvieran reunidos en el momento del ataque con mandos de otra milicia palestina, la Yihad Islámica. Golpe doble. Y la cuarta, constante en estos meses, que se quería golpear a Teherán por haber ayudado -y ayudar aún- a Hamás, contra quien están en guerra abierta en Gaza. Ha suministrado dinero, armas y formación a sus milicianos y ha activado a los palestinos en el llamado Eje de Resistencia, sus aliados regionales que atacan intereses comunes.
El ala militar de Hamás, las Brigadas Al Qassam, ha reconocido que el general de brigada Mohammad Reza Zahedi -muerto junto a su adjunto Mohammad Hadi Hajriahimi- tuvo un "papel destacado" en los ataques terroristas del 7 de octubre contra el sur de Israel, que dejaron 1.200 muertos y 240 rehenes. Pese a ello, Irán ha negado haber participado en este golpe, aunque respalda a Hamás y aplaudió sus hechos el mismo día que se cometieron.
Sin embargo, las opciones de Irán para tomar represalias ahora pueden ser limitadas en alcance y número. Según los informes de Inteligencia de EEUU y Reino Unido, el régimen de los ayatolás no es capaz de una gran confrontación con Israel, dadas sus capacidades militares y su situación económica y política, tocado como está el país por las sucesivas y consistentes sanciones internacionales impuestas a su economía.
Con ellas se busca que no progrese en sus programa nuclear, que siempre defienden que tiene un fin civil pero que Occidente sospecha que puede acabar también en armamento. En 2015 se firmó un acuerdo internacional para contener en esos límites el programa atómico, pero Donald Trump, siendo presidente de EEUU, lo abandonó, llevando a Teherán a desligarse de los compromisos adquiridos.
Irán, dinero aparte, no tiene un buen contexto doméstico para abordar una crisis grave, porque se ha levantado una oposición popular importante, al calor del asesinato de la joven Mahsa Amini, que podría dispararse en caso de guerra o agresión. El cansancio es mucho y en las protestas por la muerte de esta chica por no llevar bien puesto el verlo también se lanzaron críticas contra el régimen, reclamando su fin. Puede prender la llama. Tampoco hay que olvidar que hay tensiones internas entre las distintas generaciones de ayatolás y sensibilidades más de halcón y más de paloma, que pueden chocar aún más ante un conflicto armado abierto.
El país tendrá que encontrar una respuesta para el consumo interno, que calme a los que han salido a la calle contra la afrenta de Israel en Damasco, y a la vez proteger su reputación entre sus aliados regionales. No quedar mal, no parecer débil, pero no quedarse de brazos cruzados. Complicado equilibrio.
Por la gravedad que tendría ese gesto, no es probable que tome represalias directamente contra Israel, pese a la humillación. Fuentes militares indican que ya en enero golpearon al Mossad en territorio sirio y que es posible que, si tienen nuevos datos, hagan algo parecido. Corto, rápido, una señal de aviso. "Esta sede ha sido el centro para desarrollar operaciones de espionaje y planificación de acciones terroristas en la región y especialmente en nuestro querido país", informó la Guardia Revolucionaria iraní entonces. Está por ver si lo considerarían suficiente.
La Resistencia Islámica en Irak también ha dicho, sin que se haya verificado, que ha atacado la ciudad turística de Eilat, en el sur de Israel, en el mar Rojo, al igual que los hutíes de Yemen sostienen que han hecho llegar tres de sus drones a suelo israelí, sin informar de consecuencias. Todos, a las órdenes de los ayatolás o, como poco, con su visto bueno, dice EEUU.
Hasta ahora, Irán está mostrando lo que se llama en términos defensivos "paciencia estratégica", esto es, va sumando golpes sin replicar a lo grande. Hay infinitos ejemplos en la hemeroteca con avisos a Israel de que responderá "en el momento y en el lugar oportuno" a ataques contra sus intereses perpetrados por Tel Aviv sobre todo en Siria. El miedo mundial es que un día, cuando quiera dar ese golpe maestro, lo haga con un arma atómica, si logra el material para sacarla adelante. Hoy no es factible, según los datos de las inspecciones, complicadas tras la ruptura del acuerdo con las potencias occidentales. Tener esa bomba sí aportaría un poder de disuasión definitivo.
Si quitamos del horizonte esa posibilidad, ahora mismo remota, queda otro motivo más urgente por el que Irán no parece que quiera golpear con fuerza excesiva: que siguen las presiones para favorecer el desbloqueo de una tregua o un alto al fuego en la Franja de Gaza, con Hamás negociando, y su mayor o menor fuerza de golpeo puede ayudar o deshacer cosas en la mesa de negociación, reabierta la semana pasada en El Cairo y, por ahora, sin avances.
A nadie le va bien
Israel tampoco sueña con una escalada regional porque ya tiene que gestionar una compleja operación militar en la franja de Gaza, que está lejos de dar los resultados que prometió Netanyahu. No ha derrotado a Hamás, que es su meta, ni ha liberado a los rehenes, tampoco tiene claro cómo se gobernará Gaza cuando termine el conflicto y por quién y encima cada día recibe más críticas de su mayor aliado, 33.000 muertos después.
Además, la guerra sólo ha dejado en un segundo plano, pero no resuelto, la profunda crisis política del Gobierno de extrema derecha encabezado por Netanyahu y decisiones como la reforma judicial que tuvo meses a los ciudadanos en la calle, sólo devueltos a casa por la guerra en Gaza. Y el premier, en particular, arrastra también sus propios procesos judiciales por supuesta corrupción.
Lo que queda en este instante es una situación en la que todos los protagonistas están enredados en sus propios motivos, domésticos, regionales e internacionales, sacando las espadas cuando a ninguno le conviene una escalada y una internacionalización del conflicto de daños inimaginables para muchos inocentes.
Desde que empezó la guerra en Gaza, se han acumulado las agresiones cruzadas, las palabras graves, las amenazas. Irán activó a sus socios proxy y comenzó una campaña de acoso sostenido que llega hasta hoy. El patrón de escaramuzas estaba cuidadosamente gestionado, ojo por ojo, unos atacaban y otros respondían, pero sin cruzar líneas rojas, por más que se fueran sumando víctimas en el goteo -sobre todo iraquíes-. Casi todo lo que lanzaban los enemigos de EEUU era interceptado o destruido y no iba a más, pero el hostigamiento seguía. Un misil en un consulado con 13 muertos es otra cosa.
Es la volatilidad de la zona lo que preocupa, porque el cántaro va a la fuente todos los días y nadie sabe cuándo se va a romper. Y el día que se rompa, el agua derramada será sangre, mucha. Anhelos belicosos no ha habido en estos meses, porque no convienen a nadie, pero el tira y afloja se ha ido calentando y en estas estamos, esperando que alguien apriete a un botón, nadie sabe con qué diana. Atrapados en un dinámica tóxica en las que no caben palabras como "diplomacia" o "diálogo". El avispero de Oriente Medio zumbando, de nuevo.