No es sólo Hamás: los otros actores regionales que pueden chocar con Israel
La milicia palestina cuenta con apoyos principalmente en Irán y en Líbano, donde se les ha dado dinero y formación por décadas. Otros estados pueden ayudar con la mediación y lo humanitario. Hay que vigilar que los frentes no se multipliquen.
El mundo contiene la respiración ante las consecuencias del ataque de Hamás sobre Israel del pasado 7 de octubre. Gaza concentra toda la atención, a la espera de saber la magnitud real de la respuesta de Tel Aviv, pero también existe el riesgo de que el conflicto salte y afecte a toda la región, a ese Oriente Medio tan fascinante como castigado.
Hay muchos actores en la zona esperando acontecimientos y muchos movimientos de los que, estando lejos, se sitúan para garantizar el bienestar de sus aliados. Cuando se habla de tablero de ajedrez en la geoestrategia es precisamente por coyunturas como esta.
Irán es el primero de estos otros estados al que hay que prestar atención. La deportación por parte de Israel a finales de los 80 de más de 400 miembros del brazo armado de Hamás a Líbano, para quitarlos de Gaza en plena ola de atentados, cuajó con los días en una alianza con la milicia chií prosiria de Hezbolá y, a través de ella, con Irán. Sus relaciones tienen, pues, cerca de 40 años y han sido siempre fluidas, salvo por algunos desacuerdos en los últimos años en torno a Siria. Son más que lazos: Teherán da apoyo económico, militar y tecnológico a la milicia palestina.
Es por eso que, vista la envergadura del ataque del pasado sábado, por varias vías, muy pensado y muy contundente, se quiso ver la mano de los ayatolás tras él. Este es un extremo que aún no se ha confirmado. Un portavoz de Hamás dijo a la BBC que el grupo "ha tenido el apoyo de su aliado, Irán" para el ataque sorpresa, pero desde Teherán no se ha confirmado este extremo. Al contrario: el líder supremo de Irán, Ali Jameneí, afirmó el martes que estaba orgulloso de la juventud palestina por el ataque, pero negó que tuvieran algo que ver. "Besamos la frente y las manos de los inteligentes y habilidosos diseñadores de esta operación y de la juventud palestina, estamos orgullosos de ellos (...). Pero el enemigo dice que Irán está tras la operación y es un error", aseguró la máxima autoridad iraní.
Israel tiene claro que contó con su ayuda. Sostiene que estamos ante "terror apoyado y dirigido por sus comandantes en Irán", en palabras del presidente israelí, Isaac Herzog. Estados Unidos, su aliado incondicional, lo apoya, aunque va dando bandazos. En una entrevista con CNN 24 horas después de la agresión, el secretario de Estado Antony Blinken dijo: "Aún no hemos visto pruebas de que Irán haya dirigido o esté detrás de este ataque en particular, pero ciertamente existe una relación larga (...). No tenemos ninguna información en este momento para corroborar este relato". Sin embargo, al día siguiente, un alto funcionario de Defensa, en una comparecencia ante los medios, afirmó: "Mire, por supuesto que Irán está en la foto. Ha brindado apoyo durante años a Hamas y Hezbola". ¿Es una acusación genérica o específica?
El diario norteamericano The Wall Street Journal ha publicado que funcionarios de seguridad iraníes ayudaron a planificar el ataque y dieron luz verde al mismo en una reunión en Beirut el lunes previo, según altos miembros de Hamás y Hezbolá consultados por el medio. "Oficiales del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán habían trabajado con Hamás desde agosto para idear las incursiones aéreas, terrestres y marítimas", en lo que ha sido, a la postre, la más significativa violación de las fronteras de Israel desde la Guerra de Yom Kippur de 1973. En 50 años. Los detalles de la operación, añade este medio, fueron afinados "durante varias reuniones en Beirut".
Mientras las Inteligencias occidentales se aclaran -o lo aclaran en público-, cabe recordar que Teherán ha ayudado en el pasado a Hamás a crear armamento y a introducirlo en la franja de Gaza mediante túneles subterráneos desde Egipto, aunque se supone que ahora trabajaban a muy poco gas, tras años de persecución por parte de Israel. La milicia palestina afirma que sólo en su primer día de esta Tormenta de Al Aqsa lanzó 7.000 cohetes contra Israel, y aunque la cifra posiblemente esté engordada, supone una andanada muy grande, para la que se necesitan muchos medios.
El jueves, desde Jerusalén, Blinken hizo alusión a los 6.000 millones de dólares de fondos iraníes descongelados por Washington como parte de un intercambio de prisioneros con Teherán y negó que hayan servido para financiar el ataque de Hamás a Israel. El titular de Exteriores norteamericano aseguró que hasta ahora no se ha gastado ni un solo dólar de esos fondos, que además sólo pueden ser utilizados por Irán para compras de alimentos y medicinas. Ahora están en Qatar. Washington, avisó, tiene potestad para volver a congelar esos fondos cuando lo desee, pero no confirmó haberlo hecho, como habían informado algunos medios locales.
La pelea con Irán es vieja. Para Israel, es su archienemigo, la mayor amenaza existencial que afronta, por lo que ha peleado en los últimos años para que no avance en sus investigaciones nucleares, por más que siempre haya indicado que las quiere sólo para uso civil. En 2005, Occidente y Teherán firmaron un esperanzador acuerdo para poner límites a esos desarrollos, pero Donald Trump, en su tiempo como presidente de EEUU, decidió salirse. Eso ha llevado a los ayatolás a entender que el marco de referencia es papel mojado y a aumenta el enriquecimiento de uranio.
El pasado año, se esprintó para revivir el acuerdo, ahora que en la Casa Blanca manda Joe Biden, y las partes estaban realmente cerca cuando los contactos se enfriaron por dos motivos: la negativa de Tel Aviv a aceptar el pacto y la cercanía de las elecciones de mitad de mandado en EEUU, en las que podía interferir una negociación así.
Este es el contexto en el que, este pasado viernes, el ministro iraní de Exteriores, Hosein Amir Abdolahian, viajó a Beirut. Allí lanzó un doble mensaje, de calma y de amenaza. Afirmó que es "importante" para su país el mantenimiento de la "calma" en el Líbano, donde su aliado Hizbolá se ha enzarzado estos días en varios ataques cruzados con Israel, que han acabado sin daños en Israel pero con al menos tres milicianos árabes muertos.
"Lo que es importante para nosotros es la seguridad del Líbano y mantener la calma allí, y ese es el objetivo de mi visita", dijo el enviado de los ayatolás. Pero, a la vez, según la nota difundida por la presidencia del Consejo de Ministros del Líbano, también pidió celebrar una reunión con los diferentes líderes regionales para abordar la actual situación y, más, advirtió de que si Israel "no detiene su guerra destructiva" se producirá una "expansión de los actuales acontecimientos en Gaza a otras zonas de la región". Ahí estaba el dardo.
Abdolahian se vio en suelo libanés con Hasán Nasrala, líder de Hezbolá, y además, al aterrizar, fue recibido en el aeropuerto por representantes del movimiento islamista Hamás, la Yihad Islámica Palestina (YIP), Hezbolá y su aliado también chií Amal, informa EFE. En declaraciones tras su llegada, ya alertó de que "el resto de ejes" responderán a Israel si sus "crímenes" continúan, defendiendo que el Estado judío y sus socios serán responsables de las "consecuencias". Se refría a los denominados Ejes de la Resistencia, una especie de alianza informal capitaneada por Irán, están compuestos por Siria, Hizbulá, facciones palestinas, milicias iraquíes y los rebeldes hutíes del Yemen, entre otros.
El amigo del norte
Ese es el papel de Irán. El de Líbano ya se ha esbozado ligeramente: más bien, hay que centrarse en Hezbolá, un partido islamista chií libanés, partidario de Siria, surgido tras la invasión israelí de Líbano en 1982. Nació inspirándose ya en la Revolución Islámica del ayatolá Jomeini, entonces líder supremo iraní, y, desde su inicio, es considerado el principal agente subrogado de Irán en el país de los cedros.
Hezbolá no es una milicia clandestina, sino una formación en toda regla, con su rama armada, es parte integral de la política libanesa y está representado en el Parlamento. Si un día preconizó la implantación de una República Islámica en el Líbano, más tarde cambió su planteamiento y ahora se pone como meta el establecimiento de una democracia mayoritaria y secular. Está considerado como grupo terrorista por la Unión Europa y EEUU, entre otros, lo mismo que ocurre con Hamás.
Su conflicto con Israel se da por una doble vía: por su apoyo a la causa palestina y por el interés de desestabilizar a Israel por parte de Irán, padrino del grupo chií. El conflicto entre Líbano (todo el país) e Israel hunde sus raíces en la decisión de Gran Bretaña de abandonar Palestina en 1947 y el aval de la ONU a partir el territorio en un estado judío y uno árabe. El de Beirut es uno de los gobiernos árabes que declararon la guerra a Tel Aviv en 1948. Hubo choques en las guerras del 67 y el 73. En 1978, Israel ocupó parte del territorio libanés, asentándose en un franja situada al sur del río Litani. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó sendas resoluciones en las que instaba a Israel a abandonar los territorios ocupados y creaba una fuerza provisional internacional con el fin de confirmar esa retirada y garantizar el restablecimiento de la paz. Aún sigue por allí, con notable presencia española.
En junio de 1978, las fuerzas israelíes se retiraron del Líbano, exceptuando lo que Tel Aviv denominó "zona de seguridad". Pero los choques se sucedían con regularidad: 1982, 1986... Desde los primeros 90 Hezbolá tuvo un papel preponderante, atacando interese de Israel, con especial virulencia en 1993 y 1996 y la retirada final de Israel en el 2000. La tensión no abandonó, con altibajos, la zona, y rompió en 2006 en la última gran guerra, de 34 días y casi 400 muertos. Los chiíes mostraron un poderío inusitado, manteniendo el pulso a Israel más de lo previsto.
Desde entonces, la situación es de calma tensa. Hay intercambio de cohetes ocasionales a un lado y el otro de la frontera coincidiendo con reivindicaciones palestinas o crisis abiertas. Por su parte, Israel no deja de atacar quirúrgicamente intereses de Hezbolá en Siria, desde el inicio de la guerra, en 2011. Tel Aviv teme que Irán, también aliado de Siria, esté ayudando a Hezbolá a reforzar su arsenal en medio del caos de la guerra civil en ese país y por eso dispara a silos de armas o lugares de entrenamiento, según las explicaciones de sus agencias de Inteligencia. En realidad, Israel siempre hace igual, ni confirma ni desmiente estos ataques y se limita a garantizar que Hezbolá no "tendrá acceso a las armas de Irán" si lo pueden impedir.
Por el momento, el lanzamiento de cohetes y morteros desde Líbano a Israel no ha sido intenso en estos días, pero sí un aviso de lo que puede llegar si se calientan los ánimos. El arsenal de Hezbolá es mucho más poderoso que el de Hamás, eso es clave. Si se abre un segundo frente para Israel puede llevar a un conflicto mucho más amplio, duro y extendido. Un frente abierto más que obliga a Tel Aviv a no perderlo de vista y que le complica la concentración de efectivos en el sur para la guerra en Gaza.
Para evitar sustos, tanto Estados Unidos como Reino Unido han desplegado en Oriente Medio sus fuerzas, para intimidar y lanzar un aviso a navegantes: están con Israel y lo apoyarán en su "derecho de defensa". Washington ha enviado el portaviones más grande del mundo, el USS Gerald R. Ford, mientras Londres ha anunciado que enviará buques y aviones militares de reconocimiento al Mediterráneo oriental.
La mediación y la diplomacia
Hay otros dos países con gran protagonismo en la zona, en este conflicto. Son Egipto y Arabia Saudí, con los que no se espera choque sino trabajo diplomático, en campos muy distintos. En el primero de los casos, hablamos del único país, Israel aparte, que tiene frontera con Gaza y un paso fronterizo con la franja. El Cairo aplica desde 2007 un cerco que presiona a Hamás, al igual que Israel, pero en su caso es algo más flexible. Tras años de cierre total, ahora mismo se calculaba en unas mil el número de personas que podían salir por el paso de Rafah antes del ataque de Hamás y la réplica de Israel.
Egipto es esencial en este punto porque es la única vía por la que puede entrar ayuda humanitaria a la franja, completamente bloqueada ahora por Tel Aviv (ni luz ni alimento ni combustible), y por la que se puede abrir un pasillo humanitario para sacar a los gazatíes desplazados, esos que no pueden escapar a ningún lugar porque viven en una ratonera. Por el momento, no hay avances en este punto, por más que lo estén reclamando Naciones Unidas o la Unión Europea. El paso fue bombardeado por Israel esta semana y tampoco está en condiciones óptimas, pero se podría trabajar en abrir una vía de escape.
Egipto firmó la paz con Israel en 1979 y desde entonces colaboran en materia de seguridad o inmigración. El tramo del mar Rojo egipcio es uno de los lugares favoritos de vacaciones de los israelíes. En cambio, la relación con Hamás no es buena, islamistas que se inspiraron en los Hermanos Musulmanes egipcios, precisamente. No obstante, El Cairo siempre ha tenido un papel protagonista a la hora de negociar altos el fuego y treguas en el pasado. En este momento, la crisis es tan enconada que es una posibilidad de la que ni se habla, porque ninguna de las dos partes están por la labor de hablar pero, cuando llegue ese momento, Egipto será importante. Posiblemente también Qatar, uno de los pricipales donantes en ayuda a Gaza.
Y, al fin, está Arabia Saudi, el país que estaba ahora mismo negociando un acuerdo de reconocimiento mutuo con Israel. Un acercamiento que, aparte de las conveniencias de Hamás para dar el golpe, ha podido caldear los ánimos de la milicia. EEUU ha impulsado ese acercamiento Tel Aviv-Riad que cambiaría la historia reciente de Oriente Medio, rompiendo un tabú de décadas por parte de uno de los mayores defensores (de palabra) de la causa palestina y país que alberga los dos principales lugares santos del Islam.
En septiembre, en la Asamblea Genera de la ONU, tanto el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, como el heredero saudí, el príncipe Mohamed Bin Salman, se mostraron muy satisfechos con el avance de las negociaciones y se daban ya detalles filtrados del acuerdo de seguridad que Riad iba a lograr o los beneficios económicos para Israel. ¿Y los palestinos? Deberían ir dentro, Arabia no puede firmar sin contrapartida para ellos, pero se temía que todo quedara en más dinero pero no más derechos políticos, como pasó ya con otros acuerdos de Israel con países árabes, los de Abraham.
La posibilidad de relaciones diplomáticas entre estos dos países hace daño en Palestina, que se ha visto al margen por más que haya estado en algunos contactos, pero las prioridades son otras, no ellos. Eso ha caldeado también los ánimos en las milicias. Así se entiende también que justo este jueves, el presidente de Irán, Ebrahim Raisí, y Bin Salmán hayan tenido su primera llamada telefónica desde que en primavera recuperaron sus relaciones, tras siete años de ruptura, y con la mediación de China.
Los dos líderes subrayaron la "unidad islámica" ante la guerra en Gaza y advirtieron que los crímenes del Gobierno israelí provocarán destrucción e inseguridad para el propio Estado judío y sus aliados, como Estados Unidos, que dio "luz verde" a la respuesta de Tel Aviv, según informó el jefe adjunto de gabinete para Asuntos Políticos de la Presidencia iraní, Mohamed Yamshidi.
Bin Salmán "hizo hincapié en que el reino está haciendo todo lo posible para colaborar con todas las partes internacionales y regionales para detener la escalada en curso", en referencia a los bombardeos indiscriminados de Israel. No tiene ahora mismo mucha fuerza, debilitado el pacto, que nadie sabe cuándo se podrá volver a retomar. Y estaba a punto de caramelo.
Ahora, todo pasa por Gaza.