"Soy absolutamente nicaragüense, eso un decreto no me lo quita"
Wilfredo Miranda, periodista exiliado, narra cómo el régimen autoritario de Daniel Ortega le ha retirado la nacionalidad mientras somete a su país: Nicaragua.
Aunque un "sátrapa", como él mismo lo denomina, le haya retirado la nacionalidad, declarado prófugo de la Justicia y confiscado sus bienes, Wilfredo Miranda se proclama nicaragüense (nica) hasta la médula. Puede que legalmente el régimen autoritario de Daniel Ortega le haya convertido en apátrida, pero Miranda tiene su país, Nicaragua, a flor de piel, literalmente: lo lleva tatuado en su antebrazo.
"Eso un decreto no me lo quita", asegura Miranda en conversación telefónica con El HuffPost. Este periodista es uno de las 316 personas a los que Managua ha retirado su nacionalidad. Primero fue una tanda de 222 presos políticos, que fueron también desterrados fuera de su país. Unos días más tarde fueron otros 94, algunos de los cuales, como Miranda, la escritora Gioconda Belli o el escritor Sergio Ramírez, ya se encontraban en el exilio.
Miranda vive en Costa Rica desde 2021, país en el que pidió refugio tras una rocambolesca huida. La Fiscalía de su país le interrogó duramente y le acusó de violar la ley de ciberdelitos del país, sin embargo, durante el tercer grado al que fue sometido, se centraron en las informaciones y reportajes que había realizado en las que denunciaba los atropellos de la dictadura de Ortega. Le acusaban de mentir.
La noticia de que el régimen le retiraba la nacionalidad le llegó cuando estaba en Miami, paradójicamente, mientras entrevistaba a algunos de los primeros desterrados. En aquel momento, pasó a tener la misma condición que ellos.
La revolución sandinista, un monstruo que devora a sus hijos
En abril de 2018 la situación en Nicaragua estalló definitivamente. Una reforma de la Seguridad Social, que resultó ser muy lesiva para la gran mayoría de la población, provocó un estallido ciudadano de protesta, encabezado principalmente por estudiantes. Las protestas se extendieron por todo el país, y la respuesta del régimen fue de "balas, muerte y represión", como entona el cantante Jandir Rodríguez en su canción Héroes de abril, que versa sobre aquellos días.
Tanto las fuerzas de seguridad como los paramilitares armadas por el Gobierno provocaron la muerte a centenares de personas, al tiempo que se sucedían las detenciones, desapariciones y torturas. La situación, que en la operativa del régimen se bautizó como "Operación Limpieza", fue denunciada por numerosas organizaciones de defensa de los derechos humanos, entre ellas Amnistía Internacional.
Algunos de los muertos apenas tenían 15 años, como Álvaro Conrado, que recibió un balazo en la garganta por llevar unas botellas de agua a los manifestantes. Los hospitales le negaron la atención por orden del régimen, según denunciaron las organizaciones humanitarias. Mientras se ahogaba, Conrado dijo algo que después se convertiría en un lema de las protestas: "Me duele respirar".
La espiral de violencia desembocó en un proceso a través del cual Ortega y su vicepresidenta, Rosario Murillo, que también es su esposa, cancelaron a todos los movimientos opositores y terminaron por erigirse en una suerte de monarcas absolutos del siglo XXI. Reina en Nicaragua la antítesis del proyecto con el que nació el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el partido de la histórica guerrilla que derrocó al dictador Somoza en los ochenta y que hoy lidera Ortega con puño de hierro.
Ortega y su consorte han convertido la revolución en un monstruo que devora a sus hijos y escupe los restos a los pies de sus antiguos enemigos. Entre los desterrados y desnacionalizados no faltan antiguos miembros del FSLN, como Dora María Téllez, cuyo nombre de guerra era Comandante Dos.
Tras su liberación, Téllez relató a El País cómo las autoridades de la Revolución que ayudó a aupar décadas atrás la sometió a torturas y humillaciones durante 605 días. Fue en la prisión de El Chipote en Managua, antes de desterrarla a Estados Unidos, un país que en el pasado le negó la entrada a la Comandante Dos por su vinculación a la guerrilla y que hoy la recibe en calidad de apátrida.
Otros guerrilleros célebres, como el mítico Hugo Torres, alias Comandante Uno, no lograron aguantar las vejaciones de la dictadura. Murió el 12 de febrero de 2022, también en la cárcel de El Chipote, a los 73 años de edad.
El segundo exilio de Wilfredo
Esta es la segunda vez que Wilfredo está fuera de su país. "Me juré que nunca volvería a marcharme... y sucedió", narra resignado, la primera vez fue más suave, no en calidad de refugiado como ahora. Pero en 2021, tras el interrogatorio de la Fiscalía y con el clima de terror y represión que le rodeaba, no le quedó más remedio que salir con lo puesto de Managua camino al exilio. Solo se llevó consigo su ordenador portátil, herramienta indispensable para cualquier periodista.
Tras varios golpes de suerte que le ayudaron a burlar a las autoridades del régimen, al fin consiguió abordar una pequeña embarcación en el sur de Nicaragua que lo condujo hacia aguas costarricenses. Miranda define tajante cómo recuerda aquel momento: "Asco, quería vomitar. No por el movimiento del bote, sino de asco y repulsión de mirar atrás y ver cómo se iba difuminando la costa de mi país y todo lo que se quedaba ahí, que es todo lo que soy".
El exilio es una tunda de palos. Cuando Wilfredo se bajó del bote y pisó suelo costarricense, todavía con la misma ropa que llevaba un día antes durante el interrogatorio en la Fiscalía, sintió como si un "boxeador" le hubiera "sacado todo el aire" del cuerpo y comenzó a llorar de rabia. Este febrero, dos años después de aquello, Wilfredo "mastica" la rabia de que un "sátrapa" le diga que no es quien es.
"Creo que eso ningún decreto ni ninguna dictadura me lo va a quitar, el haber nacido en Nicaragua, ser nicaragüense, llevo a mi país con mucho orgullo vaya donde vaya, en el exilio, en el extranjero... Yo soy absolutamente nicaragüense, eso un decreto no me lo quita", afirma tenaz.
El Régimen sufre una "derrota moral"
La "liberación" de los presos, que en realidad es "un destierro", apunta Miranda, se ha convertido en una "derrota moral" para el régimen: "Ellos creían que sacando a los presos políticos de la cárcel iban a forzar a que la Comunidad Internacional se sentara a negociar, porque era una de las cosas que se denunciaban con más fuerza, pero hubo varias cosas que salieron mal en los planes de Ortega".
Para empezar, uno de los principales líderes opositores en Nicaragua, el obispo Rolando Álvarez, el principal representante de la Iglesia Católica, se negó a aceptar la oferta de destierro de la dictadura. Por lo tanto, en Nicaragua sigue habiendo presos políticos, alrededor de "30 bastante desconocidos" y el obispo Álvarez, señala Wilfredo.
El mundo comenzó a poner el foco en Nicaragua, y los relatos de las torturas y atropellos volvieron a dar la vuelta al mundo. De hecho, Wilfredo entiende la retirada de la nacionalidad a los otros 94 exiliados como una "venganza" ante la "derrota moral" que ha sufrido y para atacar a quienes no ha podido acallar, como sí ha hecho dentro de sus fronteras. Miranda se fue para "preservar la libertad", ya que, un periodista "no sirve preso".
Divergentes: periodismo desde el exilio
Un año antes de exiliarse, Wilfredo fundó un medio digital, Divergentes, que cuenta la actualidad centroamericana a través de reportajes de investigación. También es colaborador regular del diario El País, donde también cubre la actualidad de su país. El exilio fue una motivación para seguir adelante con el proyecto.
Pero, ¿cómo se puede narrar lo que ocurre en Nicaragua desde el exilio? "Con creatividad y sin desistir, porque hay días que uno se pregunta para qué hace todo esto, te persiguen, te hostigan, joden a tu familia... y después es difícil hacerlo porque no hay fuentes", explica Miranda.
El clima de temor que ha desatado el régimen hace muy difícil que la gente se preste a hablar, y cuando lo hace, suele ser bajo condición de anonimato absoluto. Esto, sin embargo, permite a Divergentes mantener una red de contactos incluso dentro del aparato de la dictadura, aunque también les obliga a una labor exhaustiva de verificación.
"Las fuentes anónimas muchas veces se toman como un medio para maquillar un poco el relato, algo que nosotros no hacemos. Si una fuente es anónima no publicamos lo que nos cuenta a no ser que lo verifiquemos por cuatro vías diferentes", afirma Miranda, y añade: "La mejor arma contra un régimen como el de Ortega y Murillo es un periodismo riguroso que se sostenga".
Son independientes, algo que no es fácil económicamente, ya que el "mercado centroamericano es muy pequeño" y para sostener la redacción hay que solucionar muchas cuestiones "como darle a los periodistas un sueldo que les permita seguir trabajando", cuenta Miranda.
A pesar de las dificultades, Divergentes cuenta cómo es, por ejemplo, salir de fiesta bajo el régimen de Ortega, o el entramado del comercio ilegal de animales exóticos. El empeño de estos periodistas les valió el Premio Ortega y Gasset en 2022 por su trabajo para denunciar la represión en Nicaragua.
La cuna de Rubén Darío, cada vez más vacía
Nicaragua es el país más grande de Centroamérica, y es el punto en el que bascula el centro de todo el continente americano. Sin embargo, las condiciones económicas que sufre, después de años de crisis, conjugadas con el aumento de la represión política, ha empujado al extranjero al 7,6% de su población. En cifras son alrededor de medio millón de personas, asegura Miranda, unos datos que también han publicado medios como la BBC o France24h.
La situación es dramática, y estas semanas se ha dado una movilización desde todos los ámbitos políticos y sociales para exigir la restitución de la democracia. El mundo de la cultura también se ha movilizado. Nicaragua es el país de Rubén Darío, el emblema poético de Centroamérica, y desde España otro poeta, Luis García Montero, lanzó un alegato contra la dictadura: "Nadie nos puede quitar la patria".
"Te amo patria de mis sueños y te llevo conmigo", es la frase de Gioconda Belli que menciona García Montero. Nicaragua la lleva encima también Wilfredo. De la conversación con este periodista se desprende que el exilio es soledad, incertidumbre y una lucha constante para seguir contando para no olvidar y que al mismo tiempo nada se olvide. En definitiva, para mantener viva la memoria.
¿Qué te gustaría hacer cuando vuelvas? ¿Qué echas de menos? Miranda responde sin vacilar: "Extraño de Nicaragua una mañana en mi casa con olor a café. O tomar el carro un sábado o un domingo y sentarme con mis tíos en las playas de Tola a tomar una cerveza y oler y sentir mi país". Lo dice sin solemnidad, como quien tiene claro lo que quiere y lo que piensa. A los sátrapas se les queda pequeña la Ley, y a un pasaporte muy grande una patria entera.