La llave Podemos
Lo que nos jugamos este fin de semana es ni más ni menos revalidar esta hipótesis que nos ha llevado a donde casi nadie en los últimos tiempos supo llegar, armar una estructura fluida que impida la congelación burocrática; que sepa jugar la decisiva partida de los tiempos de la sociedad mediática... que entienda la necesidad de canalizar la frustración y la impotencia social desde abajo combatiendo las fáciles tentaciones de la antipolítica.
Desde que el proyecto Podemos inició su aventura no habíamos tenido un desafío tan importante como el de la Asamblea Ciudadana de este fin de semana en el Palacio Vistalegre de Madrid. Lo conseguido la noche electoral del 25M fue histórico: como si décadas de bloqueos e impotencias de todo tipo a la hora de acceder políticamente a una mayoría social en este país quedaran superados mostrándonos el horizonte a seguir.
La llave política que comenzó a abrir este cerrojo, y que significativamente fue criticada por algunas personas que ahora legítimamente participan en los borradores organizativos, demostraba que había espacio para una iniciativa ambiciosa más orientada por fin a mirar hacia fuera que hacia dentro, más hacia los espacios comunes del malestar social que a ensimismarse en las eternas discusiones teóricas o asamblearias de las luchas militantes.
El tiempo es ahora o nunca, no podemos dejar pasar esta oportunidad. Lo que nos jugamos este fin de semana es ni más ni menos revalidar esta hipótesis que nos ha llevado a donde casi nadie en los últimos tiempos supo llegar, armar una estructura fluida que impida la congelación burocrática; que sepa jugar la decisiva partida de los tiempos de la sociedad mediática; que, con la ayuda de los movimientos sociales, transforme las rutinas ideológicas que han tratado de desertizar el tejido social de este país y convertirlo en una sociedad atomizada, huérfana de lo público; que sepa que la batalla en el terreno cultural-simbólico es determinante; que entienda, por último, la necesidad de canalizar la frustración y la impotencia social desde abajo combatiendo las fáciles tentaciones de la antipolítica.
Podemos nos obligó a ser flexibles, eclécticos, a ser escépticos respecto de los sostenes que buscan establecer lo claro y distinto para interpretar lo político. Nos hemos ensuciado y la exposición a la luz pública de nuestras discusiones políticas solo iluminan la complejidad de nuestro desafío. Por eso, el punto candente que se juega en la Asamblea no es el de la pugna entre el mal llamado "grupo promotor" y los Círculos, como algunas noticias periodísticas más o menos malintencionadas, apuntan. La elocuente e ingenua asociación entre el inédito y fructífero debate que está teniendo lugar para la Asamblea Ciudadana y el término "confrontación", ¿no es la prueba de lo desgraciadamente habituados que estamos a que las formaciones políticas tradicionales jueguen sus partidas solo para dentro? Hasta tal punto es así que parece que muchos no entienden el debate necesario y productivo sino como confrontación crispada.
No, lo que nos jugamos es simplemente una estructura organizativa lo suficientemente permeable como para llegar a la mayoría social o no. Nadie quiere una nueva casta, una organización ajena a su movimiento social, la conversión de los cuadros en un aparato alejado de la gente, una maquinaria electoral cuya única fuerza motriz sea rutinaria y conservadora, sin vida, meramente dominadora. Este riesgo de degeneración es totalmente opuesto al espíritu hegemónico que guió a Podemos desde el principio. Si hemos crecido, ¿no es justo por habernos infiltrado como un viento democrático por todos los estratos sociales, sensibles a la pluralidad, respetuosos con los diferentes ritmos y participaciones?
Porque hay que ser más ambiciosos que nunca, debemos seguir utilizando la llave que nos ha traído hasta aquí; porque hay que cambiar este país, debemos seguir confiando y apostando por la fórmula que se ha revelado eficaz. Si histórico fue el paso dado por Podemos, no menos histórica ha sido la discusión de borradores que tantos compañeros y compañeras han entablado estos días. Nadie había llegado tan lejos en esta discusión, nunca tanta gente se había puesto a pensar sobre el futuro de una organización que pudiera transformar su realidad inmediata. Sin embargo, solo veo la opción "Claro Que Podemos" como la opción realista y eficaz que, acumulando la suficiente experiencia y conocimiento, puede seguir descerrajando el Régimen del 78 con la vista puesta en las próximas Elecciones Generales. Por todo ello esta Asamblea Ciudadana debe servir para reforzar nuestra confianza, no para avivar recelos, muchas veces síntoma de nuestras peores inercias.
Algunas de las personas que proponen otras propuestas diferentes a la de "Claro que Podemos" entienden que "lo importante son las ideas, y las ideas, con el tiempo se acaban imponiendo a las personas por muy poderosas que estas sean". Con todo respeto, este argumento peca de ingenuidad idealista: no hay idea que pueda imponerse si no hay una realidad material y social que pueda avalarla. Muchas veces lo que se plantea como "nueva política" son reflejos expresivos del pasado, la incapacidad de construir colectivamente nuevo poder político. Podemos no ha tenido éxito por ser una idea magnífica, sino por ser un proyecto cuyo discurso se desmarcó precisamente de todas las magníficas ideas y tomar el pulso destituyente en ascenso articulando otro relato sobre la necesidad de inyectar democracia, pero también sobre la urgencia de acceder al poder.
Si en la iniciativa "Claro que Podemos" damos la mayor prioridad al hecho de llegar a la mayoría social en detrimento de otras opciones también legítimas, es porque cualquier proyecto al margen de esta mayoría, aun cuando cuente internamente con una estructura intachable a efectos de deliberación democrática, no puede impulsar ningún cambio social en profundidad. Y hay que tener en cuenta de dónde venimos: por mucho que nuestras mareas y las movilizaciones surgidas al calor del 15M hayan allanado y abonado nuestro camino a seguir, no podemos ignorar en qué medida la ideología privatizadora neoliberal también ha modelado e influido en parte en las conductas y el sentido común de época. No ocupar institucionalmente el espacio que ahora se debate agónicamente en su crisis de legitimación sería perder una oportunidad histórica.
En algunas propuestas organizativas para la Asamblea se detecta cierta obsesión por la delegación, que parece volver a fórmulas antiguas; en otras, una cierta falta de consciencia respecto al hecho de que hay adversarios políticos y económicos que van a hacer todo lo que esté en sus manos para hundir el proyecto. No hay que subordinar la democracia al realismo, pero no hay democracia real al margen del realismo político. Por mucho que huyamos del antagonismo, el antagonismo no huirá de nosotros. Mirar hacia fuera es también constatar que esta apuesta por hacer saltar el cerrojo encontrará profundas resistencias y enemigos.
Por otro lado, la insistencia de algunos defensores de otros borradores en aparecer como "griegos discutiendo en la polis ateniense" denota que su crítica a lo que repetidamente denominan "miedo a la democracia" carece de conexión con la realidad social concreta, aquí y ahora. Lo que estos llaman "miedo a la democracia" y su paranoia en ver leninistas organizadores en todos lados esconde en realidad su miedo a mancharse con las contradicciones que implica revertir una situación terrible como la que padecemos. Ojalá hacer política fuera solo discutir aristocráticamente en el ágora o en las redes sociales.
Cambiar la realidad de este país nos ha obligado ya a cambiarnos a nosotros mismos. Quizá, algún día, cuando tengamos la suficiente perspectiva histórica, veamos cómo Podemos salió al rescate de una tradición popular envilecida y en el fondo muchas veces traicionada por sus dirigentes. Con voluntad y audacia, absteniéndose de formalismos autocomplacientes y denunciando instituciones vaciadas y corrompidas, entró en escena, bajo los focos de un inédito retorno de la política, para agitar el tablero político diseñado por el Régimen del 78 y los cimientos de su poder, forzando las compuertas de un proyecto social más democrático e inclusivo.
Desde "Claro que Podemos" queremos seguir escribiendo la historia de esta formación como una página importante dentro de la historia futura de este país, no como la nota a pie de un proyecto simpático, pero poco efectivo y poco realista.
Podemos es una herramienta, pero, por ahora, también la mejor de las llaves para ese objetivo.
Claro que Podemos.