Una COP más, una oportunidad menos
La falta de ambición de la COP se ampara en que es necesario el tiempo... la gran incongruencia es que no nos queda tiempo.
Recuerdo el suspiro de alivio que todos exhalamos cuando España decidió acoger la COP25. Recuerdo la vibrante energía que desprendían todas las secciones del Ministerio para la Transición Ecológica; una institución que organizó un evento de tanto calado en apenas un mes y cuyo compromiso permitió que la crisis climática no tuviese que esperar otro año hasta Glasgow. Pero, ¿quién se acuerda de esto ahora? La COP25 deja un sabor de boca agridulce. El mero hecho de que se haya celebrado ya es un rotundo éxito de organización, pero el éxito de la cumbre es, cuanto menos dudoso.
Uno de los aspectos de los que alardean las COP es el de la interacción de la sociedad civil en estas cumbres. Paradójicamente, ésta ha ahondado aún más las diferencias entre sociedad civil y gobiernos. En la edición que ha presidido Chile y ha alojado España, la herramienta principal para lograr este objetivo era la famosa zona verde; equipada con los mejores escenarios y conferenciantes, tomada por las ONG y empresas privadas sin olvidar los stands representando al mecanismo institucional. Charlas, exposiciones, talleres... Suena grandioso, ¿no? Pues lo cierto es que la zona verde era más pequeña que cualquiera de los diez pabellones de la zona azul. Personalmente, la proporción instituciones-sociedad civil no termina de cuadrarme. No obstante, es innegable que el bullicio en la zona verde era constante.
Para mí, la distensión está ejemplificada en otra cumbre que se celebraba a unos cuantos kilómetros de distancia: la famosa cumbre alternativa (también llamada cumbre social y contracumbre), organizada por los sectores más críticos y beligerantes. Sus organizadores la califican de éxito rotundo y yo no lo pongo en duda. Pero a veces me pregunto, ¿realmente ha servido? A la sociedad civil se le presentaba una dicotomía: ¿a qué cumbre debo acudir? Muchos optaban por visitas relámpago a las dos haciendo que la efectividad de ambas disminuyera. Además, la abrumadora mayoría de los participantes de la zona azul no tenían constancia de que esta cumbre paralela se estuviera desarrollando y, por tanto, no se le ha prestado la más mínima atención dentro de los muros de la COP25. De esta, la presión que la sociedad civil debía ejercer se vio boicoteada así misma al condenarse a un autoexilio y al desdeñar el espacio que la COP brindaba (aunque de forma modesta) para que la voz de la sociedad fuese escuchada. Divide et imperia.
Esto ha propiciado el debate entre pragmatismo e idealismo. Entre los que dicen que el cambio debe ser integral e inmediato y quienes argumentan que, dado el escaso margen de tiempo no nos queda más remedio que iniciar la metamorfosis hacia la sostenibilidad desde las instituciones que nos han llevado a esta situación de emergencia. Y el “cisma” entre la cumbre alternativa y la zona verde deja claro quién opina qué.
¿Qué hay de la juventud? Se nos ha dado una importancia sin precedente, no hay duda. Ahora bien, más simbólica que efectiva. Por ejemplo, el pabellón de España fue inaugurado con un panel sobre justicia intergeneracional, algo que debemos de agradecer. Y sin embargo, no se ha conseguido ningún acuerdo o declaración oficial sobre la justicia intergeneracional, algo que debemos condenar. Quien habla de juventud tiene que hablar de Greta. Su presencia refuerza la importancia de ambas cumbres (COP25 y cumbre alternativa). Pero los medios no perdieron la oportunidad de llenar sus páginas con el artículo fácil narrando las odiseas de Greta antes de retratar debates mucho más trascendentales que ocurrieron en la COP y de los que la vasta mayoría de la sociedad civil no tiene constancia.
Si tuviese que definir el desarrollo de esta cumbre en una frase sería la siguiente: una luz de esperanza cuya intensidad disminuía paulatinamente. Y es que, durante la COP hemos visto cómo poco a poco las negociaciones iban fracasando, cómo la ambición era sustituida por conformismo y las críticas audaces y vinculantes por condenas generales sin concretar. Lo que iban a ser supuestos grandes logros como el Green Deal europeo han acabado por ser tímidos intentos de cambio. Ha faltado la ambición. Y ha sobrado palabrería. Cualquiera que caminase por los pasillos de la COP, mares de pingüinos salpicados por coloridos abejarucos (los pueblos indígenas), se daba cuenta que la cantidad de paneles y ponencias era del todo desmesurada.
Todas las partes de la conferencia quieren hacerse oír y, ¿qué mejor manera de hacerlo que bombardeando a la COP con actos hora tras hora? No quisiera restar valor a los realizados, pues la gran mayoría tenían gran interés. Pero las COP deberían aplicarse el dicho de que menos, es más. Seamos realista, es imposible recoger en las conclusiones lo que se diese en todos esos paneles y, además, muchos tratan sobre temas similares y las ideas se repiten con frecuencia. El programa debería ser más limitado, haciendo converger todo el saber expuesto en menos actos cuya transcendencia fuese real.
En una sale de la zona azul jóvenes de las islas del Caribe pedían ayuda. Se les notaba frustrados incapaces de encontrar la fórmula para que el mundo comprendiera que ellos son la última generación que vivirá con cierta dignidad en sus islas. Pero ese elocuente grito de auxilio quedaba ahogado por las decenas de actos que coincidían y sucedían. Resultado: al cabo de unas horas o un par de días nadie hablaba de esas generaciones que se verán condenadas a huir de las islas donde nacieron.
Por supuesto que la COP también ha contado con momentos apoteósicos como la manifestación del 6 de diciembre. Es cierto que ésta se encontraba fuera de la agenda oficial, pero no es menos cierto que sin la COP no hubiese habido esta manifestación. Un evento que nos dejó la imagen alentadora de medio millón de personas gritando que queremos soluciones ya, que no queremos ni un grado más ni una especie menos.
Este proceso culminará en Glasgow, es una de las frases más repetidas. La falta de ambición de la COP se ampara en que es necesario el tiempo... la gran incongruencia es que no nos queda tiempo.