Un 8M distinto en las formas, no en el fondo
Necesitamos aunar todas las fuerzas para los objetivos feministas.
España luce con orgullo su compromiso feminista cada 8 de marzo. Fuera de nuestras fronteras se nos reconoce ese día como lo que somos: un país comprometido con la lucha por la plena igualdad entre hombres y mujeres, que hace suya la causa feminista y que sale a las calles y a las plazas a revindicar su justicia y su urgencia. Ese día, mujeres y hombres, niñas y niños, nos reunimos en una jornada de reivindicación festiva transversal, que abarca a la sociedad civil en su conjunto. Un grito de millones de voces que resuenan allí donde han de escucharse: en cada rincón en el que se produzca una injusticia contra una mujer. Un mensaje de fraternidad que no conoce fronteras y que clama por seguir avanzando en igualdad. Porque hemos dado pasos adelante en las últimas décadas, sí, pero eso, lejos de desmovilizar al movimiento feminista, nos ha dado la medida de nuestras posibilidades y ha hecho que cada injusticia resulte todavía más intolerable.
El último año ha sido muy duro y complejo. No es necesario especificar las razones. La pandemia ha exigido de todos, de la sociedad, del Gobierno, de las empresas, de los trabajadores y trabajadoras, un esfuerzo enorme. Una pandemia que ha agravado tendencias que ya se manifestaban. Aunque el covid-19 nos ha golpeado a todos, no ha afectado a todo el mundo por igual. En muchos aspectos ha supuesto un retroceso allí donde habíamos conseguido avanzar, como es el caso de la igualdad de género en su conjunto, y de la situación de muchas mujeres y niñas en particular. El hecho de no poder celebrar presencial y multitudinariamente este 8M tiene mucho de representación de ese efecto agravado de la pandemia.
Algunos datos que muestran esa brecha son inasumibles: en la actualidad, las mujeres tienen hasta un 27% más de probabilidad de padecer inseguridad alimentaria y cada día mueren en el mundo más de 500 mujeres y niñas adolescentes debido a complicaciones durante el embarazo y el parto en contextos de emergencia. Durante la pandemia, los casos de violencia contra mujeres y niñas se han incrementado en un 30% a nivel global.
Todavía a día de hoy solo una de cada cinco empresas exportadoras tiene como propietaria a una mujer. Estos datos, y muchos otros, reflejan que las mujeres, además de estar infrarrepresentadas en los todos los ámbitos de la sociedad, están sobrerrepresentadas en los índices de pobreza y discriminación.
En nuestro país, y según un reciente informe del Ministerio del Interior, entre 2015 y 2019 se incrementó de forma notable el número de denuncias por violencia machista. Más de 120.000 casos al año, de 10.000 al mes, de 300 al día, donde destaca el dato preocupante del perfil de las mujeres, cada vez más jóvenes, que sufren maltrato físico. De la misma forma que es preocupante cómo ha aumentado el número de denuncias por violencia psicológica, el 51% del total, con un aumento entre mujeres de más de 65 años. Datos que urgen a seguir actuando con determinación en todos los frentes.
También en el frente de nuestra acción exterior por lo que vamos a impulsar una política exterior feminista. Por eso, aunque lo inmediato y más visible ha sido el combate contra la crisis sanitaria, no debemos olvidar lo importante de otros compromisos de fondo, irrenunciables, como el de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres en su conjunto, y en especial contra la violencia machista. Este 8M será distinto en la forma, pero igual de necesario y reivindicativo que los anteriores.
Nuestro compromiso es firme, como el de la inmensa mayoría de la sociedad. Necesitamos aunar todas las fuerzas para los objetivos feministas. Unos objetivos que se apoyan e impulsan en los distintos movimientos que hacen suya esta causa y que desde las instituciones hemos de ser capaces de transformar en políticas de igualdad. Cambios legislativos y normativos que mejoren la vida de las mujeres y las niñas, y con las suyas, las de la sociedad en su conjunto.
Durante la pandemia hemos recordado el valor intrínseco de la cohesión social para abordar los retos del presente y el futuro. Y no hay cohesión social que no pase por una igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. Por eso, y aunque nos toque celebrarlo en familia o digitalmente, hoy más que nunca: ¡Viva el 8 de marzo!