Trump ha sido acusado de violación. Esto es lo que nuestra reacción dice de nosotros
Más de 20 mujeres han acusado públicamente de conducta sexual inadecuada al presidente de EE UU. Ahora la escritora E. Jean Carroll se ha sumado a este grupo.
El pasado mes de junio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue acusado de violación.
Es una afirmación terrible y, al mismo tiempo, no es una sorpresa. Donald Trump ya ha sido acusado públicamente por más de 20 mujeres de distintos grados de conducta sexual inadecuada o agresión sexual. La columnista y escritora E. Jean Carroll se sumó hace poco a este grupo. En un artículo escalofriante publicado en el New York Magazine —consecuentemente titulado Hideous Men (hombres repugnantes)— Carroll narra un encuentro violento que tuvo con Trump a mediados de los 90 en los probadores de una tienda de la cadena de lujo Bergdorf Goodman, cuando ella tenía 52 años.
Describe cómo se encontró con el magnate, que también rondaba los cincuenta. Cómo estaba Trump buscando un regalo para una chica. Cómo ella lo acompañó para aconsejarle. Cómo él le pidió que se probara unas prendas de lencería que había seleccionado. Cómo ella se rio y le dijo que se lo probara él. Cómo él la agarró del brazo y la llevó a los probadores. Cómo ella se volvió a reír. Cómo él la empotró contra la pared en cuanto estuvo la puerta cerrada. Cómo se introdujo dentro de ella. Cómo ella se intentó resistir y salió corriendo del probador y de la tienda, en plena Quinta Avenida. Cómo aún conserva en su armario el vestido de Donna Karan que llevaba ese día. Cómo no ha vuelto a acostarse con nadie desde ese día.
En respuesta al artículo, el presidente Trump afirmó que “es una acusación falsa y una vergüenza”.
Desde que salió la noticia, las reacciones han sido sobre todo cansancio, exasperación y desaliento silenciados. La noticia ni siquiera llegó a la portada de algunos de los periódicos más importantes del país. The New York Times cubrió la noticia en su sección de Libros. Los cinco principales telediarios matinales del domingo en Estados Unidos poco menos que ignoraron la acusación de Carroll.
El horror de ver que la gente y los medios titubean a la hora de reaccionar ante la historia de Carroll no solo surge por este hombre y sus terribles presuntos actos, sino también por lo que dice ese titubeo sobre la cultura en la que vivimos.
Dieciocho meses de diálogo nacional sobre el abuso sexual y la conducta sexual inadecuada de los hombres poderosos (y también unas pocas mujeres poderosas) deberían ser suficientes para que cualquier persona comprendiera que la violencia sexual se ve con normalidad en nuestra cultura, pero ver cómo la validan en las esferas más altas del poder (la presidencia o el Tribunal Supremo) es especialmente devastador.
“En el mundo de Trump, las mujeres son objetos que solo tienen valor según lo físicamente atractivas le parecen a él”, escribí en octubre de 2016. “Y si las mujeres son objetos en vez de seres humanos íntegros, se deduce que Trump merece poseerlas”.
Cuando Trump presumió en enero de 2016 de que “podría disparar a alguien en medio de la Quinta Avenida y no perdería votantes”, todo el mundo reaccionó con estupefacción. Parecía una afirmación peligrosa, sí, pero también absurda y descarada. A día de hoy, me pregunto si también podría violar a una mujer en medio de la Quinta Avenida con pocas o ninguna consecuencia.
Hay un motivo por el que Carroll decidió contextualizar su encuentro con Trump dentro de un listado de hombres repugnantes, un motivo por el que insistió en que había decidido contar su experiencia después de que muchas mujeres siguieran mandándole narraciones de sus propias experiencias a la sección de preguntas “Ask E. Jean” del medio Elle. Trump es un síntoma de una enfermedad extendida, solo uno de los múltiples tumores malignos que tiene el maltrecho cuerpo de Estados Unidos. Trump es el último de su listado de hombres repugnantes, pero está muy lejos de ser el primero. Tal y como escribió en la New York Magazine, “todas las mujeres, consciente o inconscientemente, tienen un catálogo de hombres repugnantes que han conocido”.
Hay hombres repugnantes por todas partes. Por eso el número de llamadas que recibió la línea de asistencia contra la violencia sexual RAINN aumentó un 53% una semana después de alzar ella la voz. Por eso una de cada seis mujeres denuncia haber sido víctima de un intento de violación (o de una violación consumada) a lo largo de su vida. Por eso siguen saliendo titulares sobre hombres repugnantes y las malas compañías e instituciones que los defienden.
En vez de desesperarse, Kristen Houser, portavoz del Centro Nacional de Recursos contra la Violencia Sexual (NSVRC, por sus siglas en inglés) confía en que la gente se dé cuenta de que esas todavía son las etapas iniciales de los cálculos nacionales. “El cambio es lento. No vamos a ver un tsunami reflejado en los sistemas formales de nuestra cultura después de 18 meses de concienciación.
Probablemente no, pero lo que estamos empezando a ver es un cambio más sutil. Alva Johnson, que asegura que Trump la besó sin su consentimiento cuando este se encontraba en plena campaña presidencial en 2016, ahora lo ha denunciado. También es el caso de Summer Zervos, quien sostiene que Trump le manoseó los pechos y presionó su pene contra ella en 2007. Rachel Crooks, que acusa a Trump de haberla agredido sexualmente en un ascensor en 2005, presentó su candidatura al Congreso y se ha convertido en activista del movimiento Me Too.
“Estaba completamente decidida a no alzar la voz, a no decir nunca nunca nunca nada”, contó Carroll al New York Magazine con motivo de la revelación de su historia. Pese a todo, dijo mucho.
Las mujeres de la generación de Carroll están reconsiderando años de traumas enterrados y alzando la voz. Y es importante que lo hagan. Estados Unidos está empezando a abordar una conversación trascendental sobre los modos en que la sociedad educa a los niños y a los hombres y los modos en que les perjudica una cultura de masculinidad tóxica. Eso también es importante.
Que no hayamos visto un tsunami no significa que las olas pequeñas no signifiquen nada.
Puede que Trump nunca rinda cuentas por su violencia contra las mujeres. Puede que la mayoría de nosotros, independientemente de la credibilidad que demos a las historias de Carroll, Johnson, Crooks, Zervos, Jessica Leeds, Natasha Stoynoff y muchas más, no logremos desencadenar consecuencias tangibles para este presidente en este momento, pero sí que podemos hablar de ello en vez de obviarlo. Puede que podamos coger impulso y continuar con la ardua tarea que supone el cambio cultural. Puede que logremos demostrar a las supervivientes, hayan alzado la voz o no, que sus historias sí que importan.
Tal y como dijo Kristen Houser, “Estados Unidos debe decidir si de verdad nos importa este problema”.
Y esa es nuestra responsabilidad.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.