La renta básica universal, única salida para los funambulistas de la economía
Tal vez, haya llegado la hora de rescatar a las personas, independientemente de su ocupación.
Artículo escrito con la colaboración de Ramón Cuadrado Marqués, profesor de Marketing de la UCA:
El estado de alarma sorprendió a la modelo gaditana Marina Valenzuela al comienzo de un contrato de cinco jornadas promocionando perfumes. Marina enlaza proyectos de días, a veces incluso de horas. Empleada siempre por cuenta ajena, sin derecho a ninguna prestación, toda su agenda desapareció con el confinamiento. Como ella, existen decenas de miles de trabajadores, jornaleros en realidad, privados de salir a buscarse la vida y sin saber ni dónde ni cuándo aparecerá el próximo ingreso. Sin una renta básica universal, decenas de miles de personas que en la práctica no son sino autoempleados que caen sin red a la primera turbulencia.
Marina lleva años viviendo de su imagen. Vivir o sobrevivir son términos relativos cuando se promedian menos de 1.000 euros al mes. El recuerdo de su último contrato indefinido se hunde en la noche de los tiempos. Un día desfila para Agatha Ruiz de la Prada, al día siguiente muestra Sevilla a cruceristas desembarcados en el muelle de Cádiz y al otro será azafata de palco del Cádiz C.F. Otros días toca buscar trabajos, cuidar las redes sociales por donde al final entran encargos y esperar la siguiente fashion week de Puerto Sherry o el Moto GP de Jerez. Todo mientras cuida su cuerpo. Las mañanas libres se reparten entre clases de pilates, yoga, body balance, spinning y musculación en un gimnasio. El físico es su medio de vida y debe mantenerlo en forma.
En la ciudad-estado de Berlín, el gobierno creó un fondo de 1.400 millones de euros para autoempleados o propietarios de pequeños negocios el 19 de marzo. Como cuenta el The New York Times, el fotógrafo Laurenz Bobstedt recibió en torno a 5.000 euros en su cuenta bancaria solo tres días después de un sencillo papeleo que le permite cubrir los gastos básicos que no puede afrontar al desaparecer todos sus encargos. Alemania señala el camino de que hay otra manera de afrontar la crisis con medidas que protejan a los pequeños artesanos, a los peluqueros y a todos aquellos que contribuyen a la economía de una forma u otra. Si no tienes un sueldo y no puedes salir a la calle a buscarte la vida ¿Cómo vas a afrontar la compra en el supermercado? Al estimular la demanda se asegura la continuidad de la oferta. Proteger las economías familiares es proteger también a las empresas.
Tanto Alemania como España aprobaron en marzo paquetes de medidas para mantener a flote a las grandes empresas. Funcionarios y pensionistas continúan cobrando su sueldo, mientras a los autónomos se nos cobró íntegra la cotización después de casi un mes sin actividad económica. A muchos pequeños empresarios se le está creando una deuda inasumible por no suspender el coste del alquiler de sus negocios y de las facturas más básicas. Alemania está sabiendo rectificar con medidas de apoyos para todos, pero España es el salvaje oeste que deja a muchos dependiendo del apoyo familiar o de la pensión del abuelo -si es que no se lo lleva por delante el nuevo coronavirus-.
En una provincia como Cádiz, el trabajo sumergido supone hasta el 30 por ciento del PIB, unos 5.800 millones de euros anuales, según el Ministerio de Hacienda. Los sucesivos cierres de Delphi, Visteon, Tabacalera destruyeron una gran cantidad de empleos que se recuperaron sólo parcialmente con los años. Esto dejó una economía dependiente del turismo, aparejado a la estacionalidad y la precariedad. La recuperación de la crisis de 2008 nunca fue completa en el sur. Esa reinvención de la que hablan convirtió a muchos trabajadores en funambulistas de una economía personal siempre en la cuerda floja. Sin red de seguridad, en el filo entre contratos por días o cobrando en negro y no por propia elección. Los 283 euros que exige el estado por facturar como autónomo son una barrera de entrada que no existe en otros países de la UE y que resulta inalcanzable para muchos, forzando a cobrar, al menos parte, en negro.
España puede mirarse en el espejo de Italia a la hora de prever las consecuencias económicas. Hace unos días, el diario La Reppublica recogía incidentes en un supermercado de Palermo con una persona gritando a los cajeros: “No tenemos dinero para pagar, tenemos que comer”. El alcalde, Leoluca Orlando, advierte de que los pocos ahorros de muchas personas se agotan, mientras que el papa Francisco señala en una misa en streaming el número de personas que quedan hambrientas al no poder trabajar. Los 400 millones de euros reservados para vales de comida por el Gobierno italiano son un remiendo a corto plazo.
Tal vez, haya llegado la hora de rescatar a las personas, independientemente de su ocupación. Pasarán meses antes de que Marina desfile en una fashion week, vuelvan los cruceros o haga promociones en algún comercio. Ella se considera una buscavidas, como en la película de Paul Newman. Una buscavidas que lleva cotizados más de 900 días a la seguridad social y que probablemente serían muchos más en otro lugar de España. En medio de la crisis sanitaria, busca trabajar entregando comida a domicilio, pero le exigen moto y estar dada de alta de autónomo. Sin duda, hace falta una renta universal para quienes de verdad lo necesiten, y eso incluye a los funambulistas más precarios de nuestra economía.