Hipocresía reproductiva
La reproducción humana asistida ha sido, desde sus inicios, fuente de polémica entre bioeticistas, personal sanitario, feminismos y, en general, entre la sociedad en su conjunto.
La reproducción humana asistida ha sido, desde sus inicios, fuente de polémica entre bioeticistas, personal sanitario, feminismos y, en general, entre la sociedad en su conjunto. Desde finales de los años 90 del pasado siglo, se han llegado a ciertos consensos al respecto: nadie duda que la salud sexual y reproductiva es un derecho humano y que, como sucede en otros campos de la medicina y la tecnología, el progreso de la ciencia tiene que ponerse al servicio de la sociedad y facilitar la vida, la salud y el bienestar de la misma. Sin distinciones ni aburridos juegos de trile.
Me despierto hace unos días con un titular de eldiario.es que me llama la atención: Las empresas de gestación subrogada buscan alternativas de negocio por la guerra en Ucrania. En el mismo se puede leer un desglose de los diferentes países y cifras de nacimiento de niños españoles nacidos por gestación por sustitución en el extranjero. En el artículo se afirma que Ucrania es el país más fácil para tener hijos por ese medio, salvo si eres un hombre o una pareja de dos hombres, hecho que obvia el periodista. En todo caso, y sin entrar en el fondo de la cuestión de gestación subrogada sí o no, me gustaría señalar cómo funcionan los argumentos falaces en materia de reproducción humana asistida.
A raíz del citado artículo, las redes sociales se han convertido en un hervidero de críticas porque la gestación por sustitución está plagada de ‘empresas’ que hacen negocio. ¿Criticarían esas personas a dos mujeres que son madres por el método ROPA? ¿Criticarían a una pareja cishetero que acude a una clínica privada de fertilidad? ¿Criticarían a una mujer sola que decide ser madre? La mayoría de estas mujeres acuden a empresas en España para tener hijos: es decir, en España también existe negocio en torno a la reproducción humana asistida. Y no se nos presenta esta realidad cargada de titulares alarmistas tipo: “Las empresas de fertilidad españolas hacen negocio con los cuerpos de las mujeres”.
Según Allied Market Research en 2026 se espera que la facturación de la reproducción humana asistida alcance los 25.000 millones de euros en todo el mundo. El objetivo de los bioeticistas, de políticos y expertos debería ser establecer marcos seguros y garantistas, establecer límites y poner coto a un mercado que siempre quiere más. Pero en lugar de eso, se deciden establecer distinciones entre buenas y malas empresas de tecnologías reproductivas o buenos y malos deseos de maternidad y paternidad, a pesar de que eso ni previene abusos ni garantiza derechos: únicamente habla de lo que cada cual piensa que debería ser el mundo, sin sustento de evidencias, datos o realidades materiales.
La actriz Ana Belén Alonso se sumó a las críticas de ‘las empresas’ por gestación por sustitución en su red social de Twitter. Su crítica es cuanto menos inquietante: fue madre a los 55 años gracias a la reproducción humana asistida, seguramente en alguno de los 280 centros privados que existen en España, es decir, en alguna empresa que hace negocio con la reproducción humana. Y aunque hubiera sido en los escasos centros públicos, podemos hablar si la donación de gametos (esperma, en este caso) es un negocio más o menos diferente de los procesos de fertilización en cuanto al lucro.
Su crítica me pareció todo un paradigma de los argumentos falaces en torno a la reproducción: si eres padre o madre por gestación subrogada es un capricho porque ‘el deseo de ser padre no es un derecho’, si eres una mujer sola, una pareja de mujeres, o una mujer en una pareja cishetero entonces el argumento se da la vuelta: el Estado pasa entonces, en la mayoría de esos casos, a poner en la cartera de servicios de la seguridad social tu ‘deseo de ser madre’ o, cuanto menos, a facilitar el procedimiento para que lo seas. Si la empresa es de gestación subrogada se considera en sí misma aberrante, en cambio si la empresa es de reproducción humana asistida en general se convierte automáticamente en una ONG de dimensiones siderales.
Entiendo perfectamente las críticas en torno a gestación subrogada e incluso al negocio de la reproducción humana, por eso precisamente abogo por poner límite al mercado y por regular en condiciones de seguridad y ética, también con las empresas que se dedican únicamente a fecundación in vitro o inseminación artificial en España. El problema no es el lucro, sino no establecer fronteras claras a esa cartera de servicios, y se hace imposible establecerlas si nos dedicamos a retorcer los argumentos para intentar imponer que la única sociedad ética o la única reproducción ética es la que tengo yo en mi mente.
Mientras sigamos en este camino, se seguirán cometiendo abusos en gestación subrogada en algunos países del mundo, pero también en adopción y en tantas otras cosas. Mientras nos dediquemos a retorcer los argumentos de esta manera, no hablaremos sobre lo importante: la autonomía de las mujeres, los abusos, los derechos, las paternidades y maternidades, la donación inter-vivos o mil cosas más que se quedan en la periferia por la necesidad de unos cuantos de revelarnos cuáles son los buenos y los malos negocios y los buenos y los malos deseos. Soporífera hipocresía reproductiva.