Está en juego que seamos una comunidad
Uno de los retos más transformadores que tenemos en Más Madrid como organización es disputarle a las instituciones el sentido que ellas dan a la vida en comunidad.
En los últimos 26 años, las políticas del PP en la Comunidad de Madrid nos han despojado del sentido de una comunidad política madrileña, profundizado con la crisis de credibilidad institucional tras el tamayazo en 2003 y la consecuente falta de confianza en el parlamento autonómico. Ese donde el PP en la última legislatura ni siquiera ha aprobado los presupuestos y solo ha sacado adelante la Ley del Suelo, una ley que perpetúa la especulación urbanística, que perpetúa a Madrid en la cultura del ladrillo como si otro futuro no fuera posible.
Desde 1995 el PP en Madrid nos ha despojado de ideales cívicos, ha ido anulando nuestros espacios de socialización con un urbanismo que nos iba aislando, excluyendo a niños, niñas y personas mayores de los espacios públicos, construyendo sujetos de consumo y no sujetos de derechos.
Nos han cerrado espacios de creación social y de participación comunitaria y no han dudado en hacerlo en los momentos más graves de la pandemia, donde las despensas solidarias y las asociaciones vecinales estaban siendo el lugar donde brotaba lo mejor del pueblo madrileño, la solidaridad. A la derecha no le dolía la emergencia social, le molestaba una ciudadanía organizada que llegaba donde las instituciones no lo hacían, porque preferían mercantilizar la desigualdad.
Han sido 26 años desarticulando nuestros municipios, haciendo incompatible la idea del transporte público como derecho social, especialmente para la movilidad de las trabajadoras, trabajadores y jóvenes que viven en toda la región.
Uno de los retos más transformadores que tenemos en Más Madrid como organización es disputarle a las instituciones el sentido que ellas dan a la vida en comunidad. Estamos construyendo colaborativamente saberes y respuestas eficaces para ganar el Gobierno de la Comunidad de Madrid.
Las elecciones del 4 de mayo encontraron a la militancia de Más Madrid en movimiento, incomodados por lo que se daba por normalizado y con el deseo de reivindicar lo propio, de apropiarnos de barrios y municipios que habitamos, siendo parte activa y comprometida con nuestros espacios de convivencia. Para la campaña electoral solo tuvimos que entrelazar cada uno de esos lugares donde nuestra coalición mostraba que la fraternidad es posible en política.
Tenemos dos años por delante para seguir tejiendo lazos de afecto y compromiso mutuo, de interpelar a cada una de nuestras vecinas y vecinos, de construir comunidad.
Partimos de la potencia que tiene la memoria en reconocer la construcción de los valores democráticos que hicieron comunidad antes que nosotras. La memoria es el impulso para construir futuro desde lo logrado por las mujeres y hombres que nos preceden, para ensanchar los derechos y libertades, y no condenar a las nuevas generaciones a comenzar desde cero.
La épica de creerse los primeros en las luchas colectivas es efímera frente a lo transformador que puede llegar a ser incorporar las experiencias previas, además del compromiso que genera apropiarse de la herencia recibida. Para esto es condición necesaria una organización intergeneracional con espacios de intercambio y creación, funcionar en suma.
Frente al individualismo, diseñamos espacios colegiados de decisión que favorezcan la construcción desde la diferencia y espacios de trabajo colaborativo donde el reconocimiento mutuo sea desde la igualdad para seguir construyendo una organización feminista. Frente a la construcción patriarcal del poder para accionar en lo público sustentado en los hiperliderazgos y la competitividad, Más Madrid reivindica la potencia de la lucha colectiva, desde la pluralidad y la diversidad.
Sigamos tendiendo puentes con las organizaciones que también disputan el sentido de comunidad. Tenemos dos años para tejer alianzas con quienes comparten un proyecto de futuro basado en la sostenibilidad social, ambiental y económica. Estamos liderando la alternativa al desgobierno, como dice Mónica García, somos el lobby del bien común.