Lo que supone este 12-J
Las elecciones vascas y gallegas, en clave nacional
Es la primera vez que españoles irán a votar en plena pandemia. Este domingo los vascos y los gallegos están llamados a las urnas para elegir a sus parlamentos autonómicos, después de que los comicios previstos para el 5 de abril se tuvieran que aplazar por el coronavirus. Sufragios en tiempos de mascarilla y gel hidroalcohólico.
Dos comunidades ‘históricas’ -vía disposición transitoria segunda de la Constitución- que también marcan lo que pasó, pasa y pasará en la política nacional. Y dentro de los propios bloques y partidos. Todo con las encuestas soplando a favor de Alberto Núñez Feijóo (PP) en Galicia y de Iñigo Urkullu (PNV) en el País Vasco.
No se espera una noche de victorias del PSOE, pero en Ferraz están tranquilos. La situación no tiene nada que ver con las elecciones vascas y gallegas de hace cuatro años, cuando los socialistas se estrellaron y sirvieron en bandeja a los entonces críticos liderados por Susana Díaz el asalto a la sede socialista. Aquello fue la excusa para el fatídico Comité Federal que se celebraría el 1 de octubre, apenas unas semanas después.
Entonces, al calor de aquel desastre electoral dieron por muerto políticamente a Pedro Sánchez. Pero cuatro años después está en La Moncloa tras ganar las primarias del partido, amarrar una moción de censura y lograr dos victorias en las dos elecciones generales del pasado año. El presidente sabe que su partido subirá un poco en las dos autonomías, pero está más centrado en la gran batalla que tendrá la próxima semana en la UE por el reparto del fondo de reconstrucción europeo ante el panorama económico generado por el covid-19.
El sueño de un tripartito de izquierdas en Galicia se ha evaporado en los sondeos. La gran competición que está librando ahora el PSdeG-PSOE es encabezar la oposición y ser la primera fuerza en ese bloque ante la subida demoscópica del BNG -un partido que ha sabido readapatarse a los nuevos tiempos con Ana Pontón y que tiene también un valioso diputado en Madrid por la endiablada aritmética-.
En Ferraz esperan además subir en Euskadi, con cálculos de hasta dos diputados más. El escenario de horizonte es un nuevo pacto con el PNV, como ha sido durante la legislatura saliente, que permita seguir a los socialistas formando parte del Gobierno de Urkullu. Esto además hace que se allane el necesario entendimiento en el Congreso de los Diputados, donde Moncloa está explorando en los últimos meses una fórmula ganadora junto a PNV, UP y Ciudadanos -la misma que planea de cara a los presupuestos generales-.
Casado, el que más se la juega
Si alguien se la juega a nivel nacional este 12-J... es Pablo Casado. Justo ahora en julio hace dos años que llegó a la Presidencia del Partido Popular, caracterizándose por un tono duro y brusco que ha polarizado la política del país pero que le ha dado malos resultados electorales durante las repetidas citas con las urnas.
Su entorno siempre decía que llevaba poco tiempo, que había mucha losas del pasado. Ahora ha pasado una pandemia y ha marcado su propia estrategia, que ha derivado en una confrontación agresiva con La Moncloa, difundiendo la idea de que no se sabe el número de fallecidos total e intentando derrocar al actual Gobierno de coalición.
Casado se agarra (cosas de la vida) a Alberto Núñez Feijóo, el barón que más se ha distanciado de Génova, que ha repudiado a Cayetana Álvarez de Toledo y que se presenta como un moderado al que le gustaría una gran coalición a la alemana. Esconde hasta las siglas. La música suena a ese Rajoy que desprecia Génova 13. Pues ese estilo es el ganador y aspirante a la mayoría absoluta. El PP no deja de repetir ahora que es su ejemplo.
El líder del Partido Popular quiere hacer suya esa victoria. Pero no será del todo así: Feijóo tiene la personalidad propia para demostrar que es una batalla propia. Una receta que incluye precisamente aglutinar, sin discursos copiados a Vox, todo el espectro que va del centro derecha hasta el lado más extremo pasando por los galleguistas conservadores. Su técnica: a los de Abascal ni agua allí. Lo que sí puede servir esta victoria es para que Casado decida dar un golpe de timón y empezar a aplicar esa estrategia en Madrid, aunque por ahora parece complicado haciendo frente en las propuestas de la comisión de reconstrucción y en los futuros presupuestos.
Una de cal y otra de arena. En el País Vasco se espera un absoluto tortazo, ya que los populares bajarán de 9 a 3 escaños, según el CIS, a pesar de haberse unido en una coalición junto a Cs. En Euskadi los populares van camino de la irrelevancia como en Cataluña. No corren buenos tiempos para las derechas de corte general en la comunidad vasca, donde el PNV ha hecho muy bien su trabajo en ese espectro.
Casado ya sabía que eso pasaría pero prefirió utilizar esta cita para ganar peso internamente y cortarle la cabeza a Alfonso Alonso, que había apoyado a Soraya Sáenz de Santamaría y era uno de los barones más díscolos con su discurso de centro-derecha moderado. El puesto lo ha ocupado Carlos Iturgaiz, con un argumentario duro que parece de otro tiempo y es un candidato que está peor valorado que hasta el de Vox, según el CIS.
Vox, a la baja
Pero esta vez a Casado no le va a fastidiar mucho Vox. El partido de la ultraderecha se ha encontrado un dique en estas dos autonomías y las encuestas indican que no entrará en ninguno de los dos parlamentos. Supone un duro golpe para los de Santiago Abascal, que son el tercer partido en el Congreso de los Diputados.
La extrema derecha no ha encontrado hueco para su discurso. En Galicia, Feijóo tiene muy atado a todo el electorado, que prefiere la seguridad del PP en estos complicados días y no va a dividir su voto para dejarle paso a las izquiedas. Además, los mensajes incluso contra el gallego no llegan a unos votantes con un perfil marcado y en el que no funciona el eje del centralismo madrileño. Abascal además no será profeta en su tierra vasca y el tema catalán que tanto le sirvió no importa en esta cita con las urnas. Además, su postura respecto al coronavirus tampoco les ha ayudado durante estos meses.
Tampoco pasarán muy buena noche en Unidas Podemos. Los de Pablo Iglesias van a la baja en las dos autonomías. En Euskadi, donde llegaron a ser primera fuerza en unas elecciones generales, se desinflan, entre otras cosas por haber descabezado su dirección y haber elegido una candidata (Miren Gorrotxategi) por la razón de ser afín al vicepresidente segundo. El líder morado ha entrado tarde en la campaña, lastrado en parte por el caso Dina y en Podemos no han sabido cumplir su máxima: que las campañas les salen bastante bien y ganan votos al final.
Su opción en un tripartito con PSE y Bildu, pero parece casi imposible. En Galicia la cosa irá peor, con el sueño de las mareas en un cajón tras unos decepcionantes años. Galicia En Común será el tercer partido del bloque de izquierdas y su candidato, Antón Gómez Reino, no logrará capitalizar la buena imagen que se ha labrado en el Congreso de los Diputados.
¿Ciudadanos? ¿Qué pasa? Pues no está mucho ni se le espera. Los de Arrimadas concurren en solitario en Galicia y no hay visos de escaño. Feijóo se lo lleva todo. Su aspirante, Beatriz Pino, está haciendo una campaña dinámica en tierra de nadie y no servirá para testar en las urnas el giro dado en el Congreso. En el País Vasco tampoco tenían representación y unieron sus fuerzas al Partido Popular en ese laboratorio de España Suma. La cosa, en verdad, no está sumando. Habrá que ver si repiten en las próximas elecciones catalanas.
Un 12-J que es una prueba para los partidos nacionales, cada uno con sus códigos. Pero todos se la juegan también en una cosa: la participación. Ese fantasma acecha estas horas en el norte de España.