Echar a Ayuso, romper su legado
El martes 4 de mayo es posible desalojar a la derecha del poder, pero necesitamos desmontar su entramado de intereses que favorecen a unos pocos.
Quienes creemos que otro Madrid es posible a menudo nos preguntamos con estupor cómo es posible que la derecha lleve gobernando 26 años nuestra comunidad bajo políticas neoliberales salvajes y descaradas. Políticas a través de las cuales se apropian de lo común para el enriquecimiento de unos pocos. Más de un cuarto de siglo soportando un modelo de Gobierno que desposee a la mayoría trabajadora madrileña de derechos y libertades, mientras ocupa nuestro territorio con ladrillos, cemento y mucha desesperanza.
La construcción de tamaña hegemonía no se puede explicar sin desmenuzar los mecanismos de poder, económicos, sociales y culturales que operan en la consolidación de un legado que es urgente romper el próximo 4 de mayo. La hegemonía del Gobierno del PP se ha construido sobre ejes de dominación que, además de ser herramientas de sustracción de riqueza para una minoría a costa de expropiar los servicios y bienes públicos, despliegan a su vez mecanismos de legitimación que hacen que sectores subalternos crean compartir destino con la minoría de ricos y se separen de la suerte de la mayoría. Conviene recordar que, en términos gramscianos, la dominación es una combinación de represión —fundamentalmente económica— y hegemonía cultural, que permite a quien la ejerce vender sus políticas como ventajosas y legítimas para toda la sociedad.
Estos ejes de dominación están coronados en la cúspide por el poder financiero —constructor— inmobiliario, la troika que manda de verdad en Madrid. Los regalos fiscales (el Madrid de la fiesta para los ricos), la educación concertada y la sanidad privada son otros de los principales ejes de dominación.
A través de esta triada de poder, el Gobierno regional ha implantado un modelo urbanístico basado en nuevos desarrollos especulativos que utilizan suelo público para construir un estilo de vivienda privada, cerrada y desconectada de la comunidad que le rodea. Una forma de vender prosperidad y estatus que, al ubicarse fuera de la ciudad compacta, necesita dotaciones (suelo y edificios públicos) que son concedidas a grandes empresarios para construir colegios concertados y hospitales de gestión privados que les reportan millones de euros a quienes los explotan.
Las consecuencias de este negocio van más allá del claro desmantelamiento de colegios y centros de salud públicos y se traducen en políticas y planes que hacen de la educación un mecanismo ideológico segregador y discriminatorio y de la salud, una herramienta para generar miedo y largas listas de espera que justifiquen la masiva adquisición de seguros privados. Un modelo que además depreda insaciablemente nuestro ecosistema, convirtiendo nuestras ciudades en lugares inhabitables y contaminadas.
La otra cara de la especulación inmobiliaria es la vivienda. Sin una legislación mínima que la regule, la vivienda en nuestra región es una de las más caras e inaccesibles del Estado. Apenas existen programas de vivienda social y las que se construyen con dinero público se venden sin tapujo a fondos buitre que luego exigen indemnización cuando la justicia sentencia esa venta como delito. Mientras el negocio a gran escala prospera, se van creando las condiciones para la conformación de una clase media rentista (explotadores secundarios) que legitima la vivienda como un bien de mercado y contribuye a la vulneración de uno de los derechos más básicos para garantizar una existencia digna.
Prácticas especulativas que vacían nuestras arcas regionales mientras taponan la entrada de recursos mediante una política fiscal que se jacta de ser la más benevolente del reino. Solo de 2004 a 2020, se han dejado de recaudar en torno a 48.000 millones de euros en impuestos, principalmente de patrimonio, sucesiones y un IRPF que premia las rentas elevadas frente a los salarios precarizados. Regalos fiscales para ricos que se convierten en deuda para la población madrileña que deja de percibir esta misma cantidad en servicios y programas públicos dirigidos a cerrar la brecha de la estrepitosa desigualdad que quiebra nuestra sociedad.
Desmontar el mantra de que su modelo fiscal nos beneficia a todas por igual es tarea urgente, ya que supone, además, una detracción de recursos para el resto de territorios, pues las grandes empresas no dudan en elegir Madrid como la mejor plaza para residir sin pagar un duro. Un Madrid que es el centro de la corte estatal, que se arroga hablar por el resto del Estado mientras tapa la boca de sus barrios.
La derecha quiere una sociedad rota y jerarquizada. Un modelo social racista y autoritario que quita derechos a personas migrantes y racializadas para que sean sujetos de mayor explotación, sometidas además a un hostigamiento policial incesante. Sustentado en estas y otras prácticas institucionales, el modelo de sociedad Ayuso va incubando miedos, aspiraciones frustradas e inseguridades materiales y subjetivas que abren la puerta al fascismo.
Por eso para combatirlo, no vale apelar a una democracia en abstracto ni al miedo, sino desmontar su legado mediante políticas sociales que de verdad rompan con el neoliberalismo y construyan, empujadas por la organización social y la movilización, un proyecto de sociedad alternativa a la selva capitalista. El dicho del viejo dramaturgo de que no se puede luchar contra el fascismo sin luchar contra el capitalismo, sigue siendo actual en los años 20 de nuestro siglo.
El martes 4 de mayo es posible desalojar a la derecha del poder. Las encuestas indican que existen posibilidades y hay que empujar todo lo posible para ello. Pero para que no vuelvan nunca, necesitamos desmontar su legado, el entramado de intereses que favorecen a unos pocos y los enriquecen pero que también tiene otra función: legitimar socialmente prácticas piratescas y generar una base social más amplia que la del puñado de ricos que mandan.
Tenemos que golpearles en el tuétano, hacer sudar la gota gorda a todos los Florentino Pérez, evitar que puedan contraatacar. Para desmontar su legado necesitamos un programa de erosión de su poder que sirva a su vez para movilizar a nuestra gente y organizarla, fortalecerla, ganar posiciones. Cada bocado que les demos los debilita, cada bocado es poder para nosotros, confianza, mejores condiciones de vida, más posibilidades de lucha. Esto significa llevar una estrategia de conflicto. Hay que intentar arrastrar a toda la sociedad al proyecto de la gente trabajadora, y no al revés.
Frente al poder inmobiliario hay que actuar expropiando vivienda vacía y la regulando los alquileres. Hay que decirles a los del adoctrinamiento subvencionado de la concertada que se les acabó el chollo con un horizonte de cero concertada en el que ésta se vaya incorporando paulatinamente a la red pública. Frente a los que hacen negocio con la vida y con el miedo utilizar mecanismos de expropiación para hacerse con las camas vacías que dejaron libres durante la pandemia. A los ricachones que se creen por encima de la sociedad, freírlos a impuestos.
Sin una estrategia de lucha desde las instituciones y las calles, desde el Gobierno o la oposición, claramente orientada a atacar los pilares en los que se sostiene el bloque de poder, su sólida base social seguirá intacta cita tras cita electoral. Y los ricos seguirán mandando sobre las vidas de las mayorías trabajadoras y populares de Madrid.